Andan las tribus patrias en periodo de excitación máxima y de ignorancia supina.
Las plagas han imitado la ola iconoclasta useña y ora derriban alguna estatua ya empercochan otras de toreros, rejoneadores y otros artistas taurómacos. Sí, he dicho artistas, ¿passssa algo?
También, para colmo una ignorante jefe de prensa de los podemoides andaluces critica al Rey porque se pone la gaditanísima cubana o guayabera en su visita a Sevilla, ¡confundiéndola con una camisa con los faldones por fuera! Otra que no entiende nada.
¿Quién enseña a los adláteres podemoides? ¿En qué academia venezolana han estudiado protocolo? ¿Aún no han desasnado a estos especímenes? ¡Señor, qué cruz!
Me ha extrañado el sonoro silencio de las gentes ante tanto desafuero. Ni una protesta, aunque sea con la boca chica, ante el acoso y derribo a los signos patrios en USA. Ni una mención a la ola de prohibiciones y anulaciones de las corridas de toros en todas las provincias, regiones, autonomías, mayorazgos, taifas, anfictionias, cacicatos, de los que se compone nuestra nación.
Unos denominados “paseos” de los taurinos ‘oficiales’ que suenan más a postureo que a otra cosa. Todos absolutamente inútiles.
Alguna protesta “respetuosa y enérgica” como pasaba antes con los excesos ridículos de la censura. Todo es igual.
El silencio de las gentes no sé si demuestra miedo, pasotismo, desilusión.
Lo que no me esperaba es que la estatua levantada en honor del doctor Fleming, erigida frente a la Puerta de Madrid de la plaza de toros de Las Ventas, fuese pintarrajeada con la palabra “asesino”, dirigido el insulto al premio Nobel.
Ese es el nivel. Ese es el nivel de las desgraciadas víctimas de la LOGSE. ¿Creerán estas gentes ignorantes que el doctor Fleming es acaso un banderillero? ¿Creerán los pintamonas que el doctor Fleming es un matador de toros de la época de Pepe-Hillo?
¿Sabrán estos desdichados lo que el doctor Fleming significó para la Humanidad?
¿Llevarán cuenta estas pobres gentes inoculadas por el virus del odio, del rencor y de la ignorancia, cuántas vidaa fueron salvadas por el descubrimiento del doctor Fleming?
¿Saben quizás estos infelices que gracias a la penicilina se salvaron y se salvan miles de vidas?
¡No sabrán nada! Eso es lo que me preocupa, que su afán vandálico y destructivo ha sido incubado por el desconocimiento. Desconocimiento, hijo de un sistema educativo pleno de molicie, de incuria, de abandono, en el que no se prima a los mejores, se desalienta a los maestros y profesores, mientras se toleran todo tipo de desafueros y atentados contra el conocimiento y el estudio, y hasta contra el sentido común.
Me preocupa que una sociedad representada por un sector, no sé si amplio o no, sea capaz de criar engendros que sean capaces de escribir “¡asesino!” a los pies de uno de los hombres más preclaros de la ciencia.
¿Que clase de rencor es este? Mucho me temo que el chafarrinón que cubrió los pies de Fleming es algo más que un acto de vandalismo. Es el signo de una sociedad enferma que asiste entontecida al espectáculo de ludibrio de este y otros excesos semejantes.
Este es el nivel por desgracia; se empieza por agredir e insultar a quienes en uso de su libertad acuden a los toros y se acaba intentando injuriar a quien salvó la vida de muchos con el descubrimiento de la penicilina. A lo mejor salvó también a algunos de los bárbaros, aunque estos no lo sabrán nunca.
Como ‘signos de los tiempos’, que dirían los principales jerifaltes de la convención Episcopal, son malos signos y malos los tiempos los que asoman por el hogaño horizonte.
La pretendida humillación a sir Alexander Fleming, es en realidad un escupitajo de vuelta en la cara de los vándalos.
No sé en qué siniestras academias o en qué clase de lumpen venezolanos han recibido enseñanzas estas hordas. Desde luego, parvo es el conocimiento, escasas las entendederas, limitada la dignidad y muchísima la poca vergüenza que demuestran.
Si de mí dependiera baldearía los restos de la firma de estos energúmenos que no tienen altura moral, ni catadura suficiente para llegarle siquiera a los pies del doctor Fleming.
Cuando se enseña odio y se recoge resentimiento, el signo de enfermedad social es grave, mucho más grave que ignorar las elementales reglas de la ortografía.
A ver si un milagro de Lourdes o de Fátima puede curar esta verdadera pandemia, aunque, ahora que caigo, después del II Concilio Vaticano están prohibidos los mismos y así van las cosas.
Que no le falte agua al elefante.