Hemos convertido nuestra sociedad en el mundo del ¡Ya! Nos cuesta cualquier tipo de espera. Hablamos o enviamos mensajes al andar o conducir porque no nos han enseñado a esperar. Es como si todo tuviese que resolverse al momento para liberarnos de la ansiedad anticipatoria. Y esta dinámica nos agota y debilita, , pues no se puede acelerar el ritmo de la vida y sus tiempos.
Aunque queramos ir más deprisa, todo en la vida tiene su proceso, y vivir a ritmo frenético no nos beneficia. Ser paciente es observar la vida y aprender lo que nos enseña a velocidad natural.
Una gran definición es la dice que 'la paciencia es la ciencia de la paz'. No se podría definir mejor. La paciencia es una virtud que, a menudo, se subestima en la vida diaria y, sin embargo, su importancia es fundamental para nuestro bienestar emocional cotidiano, ya que permite mantener la calma en situaciones límite, ayuda a tomar decisiones más reflexivas y permite perseverar en momentos de dificultad.
Dejar que las cosas fluyan no significa sentarse a ver la vida pasar. Fluir con la vida significa marcar un rumbo desde la calma, sin pretender llegar antes de tiempo. Así, la paciencia nos enseña a valorar el proceso tanto como el resultado, a disfrutar del viaje sin obsesionarnos con la meta. Porque la paciencia no es solo la capacidad de esperar, sino la habilidad de mantener una buena actitud mientras se espera, ya que la mayoría de la cosas que valen la pena en la vida requieren de tiempo. Dicho todo lo anterior, yo soy el primero que debo mejorar mi paciencia, lo reconozco.