Esta semana pasada hemos celebrado en Cáceres el XXV Congreso Nacional de la Empresa Familiar, bajo la presidencia de S.M. el Rey Don Felipe VI, con una magnífica organización del Instituto de Empresa familiar y la Asociación Territorial de Extremadura y con participación de más de 500 empresas familiares de todas las regiones de España, entre ellas, varias de Andalucía y Melilla y con el lema ‘El latido de España’.
Siempre es agradable encontrarte con viejos amigos y conocer a nuevas amistades que comparten los mismos problemas y los mismos valores que caracterizan a las empresas familiares. Voy a destacar algunas de las frases del discurso inaugural de don Andrés Sendagorta, vasco de pura cepa, marino y aviador en la Armada Española y, ahora, al frente de su empresa familiar y del Instituto de la Empresa Familiar y que reflejan el sentimiento de orgullo y la labor de las familias empresarias.
“Nosotros representamos, sea dicho con modestia, pero también con legítimo orgullo, una parte muy destacada de la realidad española. De esa realidad que hacen cada día los españoles con su esfuerzo y trabajo”. “Buena parte de lo que ocurre en España y buena parte de lo que el mundo sabe de España, pasa y sucede a través de empresas familiares”. “Nosotros estamos muy orgullosos de ese papel destacado que representamos en España y nos gustaría sentir que nuestras instituciones públicas también lo están. Por eso, toda nuestra gratitud a Su Majestad por honrarnos nuevamente con su presencia y brindarnos su ejemplo”.
También tuvimos la ocasión de escuchar al presidente de Extremadura y al del Partido Popular mientras que, lamentablemente, el presidente del Gobierno prefirió irse en ‘su’ Falcon a Mallorca a una reunión con las ‘Kelly’ en vez de subirse a la tarima y explicarnos sus medidas económicas a los empresarios allí reunidos; algo que ya viene siendo habitual en nuestros congresos desde el que se celebró en Valencia hace ya cuatro años. Las empresas familiares siempre, siempre han mostrado, y mostrarán, su más profundo respeto hacia nuestras instituciones. Lo que, al parecer, no es correspondido por el presidente de este Gobierno. Una oportunidad perdida para él.
Por otro lado, y en relación a la situación por la que vienen pasando las ciudades de Ceuta y Melilla, tras las agresiones ‘híbridas’ que Marruecos puso en marcha hace años para asfixiar económica y socialmente a ambas ciudades –y casi lo consigue– quiero transmitir a mis paisanos y a los hermanos ceutíes el mensaje de solidaridad de todas las empresas familiares, no solo de Andalucía sino del conjunto de España, como me han manifestado los otros presidentes de las asociaciones territoriales de la EF en la reunión que hemos podido mantener el último día del congreso.
Las empresas familiares, ante las dificultades, nos crecemos. Ante los problemas, los superamos. Y ante los ataques, nos unimos y nos defendemos. En ambas ciudades hay bastantes empresas familiares con varias generaciones a sus espaldas, unas centenarias como la nuestra y otras con menos historia, pero todas con el mismo mérito e ilusión por transmitir el legado y los valores heredados de sus antecesores. Así ha sido y así debe seguir siendo.
Vuelvo a recoger las palabras del presidente del IEF para acabar este artículo con un mensaje de esperanza que quiero asumamos los empresarios de Melilla y Ceuta: “Nosotros somos de aquí y no nos vamos a ir. No nos han podido echar las pandemias. Ni podrá con nosotros la inflación ni la crisis energética y espero que tampoco la marejada fiscal que vivimos estos días. En una situación de grandes carencias en España, nuestros padres y abuelos nos enseñaron que a las dificultades hay que hacerles frente, y eso es precisamente lo que estamos haciendo. Pero no nos vamos. Aquí seguimos y aquí seguiremos”. Y por muchos años, añado yo.