El pasado 30 de junio, hace dos semanas, tras participar en una reunión parlamentaria en Kiev con representantes del parlamento ucraniano en el seno del Consejo Interparlamentario Ucrania-OTAN (UNIC), expuse, en estas páginas una reflexión que llevaba por título “Ucrania en su camino hacia la OTAN”.
Expresaba mi punto de vista sobre la situación en la que se encontraban las posibilidades de Ucrania de formar parte de la Alianza Atlántica, como un miembro más, en el futuro. Algunos de los comentarios formulados por alguno de los lectores de aquella colaboración, calificaban mi perspectiva como disparatada y alejada de la más mínima coherencia geoestratégica o geopolítica. Todas las opiniones, expuestas de manera respetuosa, son respetables, se compartan o no. No deja de sorprenderme, no obstante, la equidistancia con que se analiza el papel que juegan Rusia (nación invasora y violadora, por tanto, del derecho internacional) y Ucrania (nación invadida, que se defiende con todas las capacidades de las que dispone más las que le proporcionan sus aliados ante la vulneración de sus fronteras y la ruptura armada de su integridad territorial). Perdónenme, pero no lo entiendo.
Esta semana, los días 10 y 11, se ha celebrado en Washington la Cumbre Anual de Jefes de Estado y de Gobierno de los países de la Alianza, que, en esta ocasión, conmemoraba, además, el 75 Aniversario de la firma del Tratado de Washington, de constitución de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, razón por la cual, se ha elegido precisamente esta ciudad para realizar la Cumbre y conmemorar el Aniversario.
Con carácter previo a la Cumbre, como es habitual, el día 9, se realizó una cumbre parlamentaria en la que participaron los presidentes de los Parlamentos de los 32 países miembros. Formularon cada uno de ellos una declaración relacionada con los propósitos de la Cumbre de los dos días siguientes y lo hicieron con el recuerdo inmediato de la agresión lanzada por Rusia el día previo, el 8, contra Ucrania, afectando gravemente a un hospital infantil en la ciudad de Kiev. Los representantes parlamentarios interpretaron esa agresión como un mensaje de Putin para la Cumbre y quisieron responder con un mensaje de unidad entre todos los miembros de la Alianza en la defensa de Ucrania y de expresar al Presidente Putin su hartazgo por estas provocaciones.
Al día siguiente, en la Cumbre formal, el día 10, los Jefes de Estado y de Gobierno aprobaron, por unanimidad, un comunicado que ponía de manifiesto la disposición de la Alianza para mantener su respaldo a Ucrania a largo plazo y con actuaciones concretas, condenar las actuaciones de Rusia y de todos los colaboradores de Putin para mantener su injusta guerra de invasión y vulneración de la integridad territorial de Ucrania y la legalidad internacional y agradecer la colaboración de todos los países amigos de la Alianza, que están proporcionando su cooperación en esta tarea de defensa de la misma legalidad internacional.
En el párrafo 16 del comunicado respaldado por los 32 países miembros se formula nítidamente el apoyo a Ucrania en su lucha por la recuperación de su integridad territorial y se afirma con rotundidad que los aliados apoyan plenamente el derecho de Ucrania a elegir sus propios acuerdos de seguridad y decidir su propio futuro, libre de interferencias externas y que el futuro de Ucrania está en la OTAN.
Los 32 países miembros afirman que Ucrania se ha vuelto cada vez más interoperable y se ha integrado políticamente con la Alianza. Reconocen el progreso experimentado desde la Cumbre de Vilna en sus reformas democráticas, económicas y de seguridad.
Igualmente manifiestan de manera unánime e inequívoca que mientras Ucrania continúe con esta labor vital, la seguirán apoyando en su camino irreversible hacia la plena integración euroatlántica, incluida la adhesión a la OTAN.
Reafirman que estarán en condiciones de extender una invitación a Ucrania para que se una a la Alianza cuando los aliados estén de acuerdo y se cumplan las condiciones y que las decisiones de la Cumbre de la OTAN y del Consejo OTAN-Ucrania, combinadas con el trabajo en curso de los aliados, constituyen un puente hacia la adhesión de Ucrania a la OTAN.
Los aliados seguirán apoyando el progreso de Ucrania en materia de interoperabilidad, así como las reformas adicionales en el sector democrático y de seguridad, que los Ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN seguirán evaluando a través del Programa Nacional Anual adaptado.
Más adelante, en el propio comunicado, afirman que Rusia busca reconfigurar radicalmente la arquitectura de seguridad euroatlántica y que la amenaza que Rusia representa para la OTAN, que abarca todos los ámbitos, persistirá a largo plazo. Rusia está reconstruyendo y ampliando sus capacidades militares y continúa con sus violaciones del espacio aéreo y sus actividades provocadoras. Aseguran, finalmente, que la OTAN no busca la confrontación y no representa una amenaza para Rusia y que siguen dispuestos a mantener canales de comunicación con Moscú para mitigar el riesgo y evitar la escalada.
Al comunicado de 38 puntos se le añade un anejo de 6 puntos adicionales que especifica el compromiso de asistencia a largo plazo para la seguridad de Ucrania, que evalúan desde el comienzo del apoyo en unos 40.000 millones de euros al año y se comprometan a mantener la asistencia en esa cuantía a partir del próximo año y en el largo plazo. Según palabras del actual Secretario General de la OTAN, que se despide de sus funciones con esta cumbre, Jens Stoltenberg, “cuanto más a largo plazo sea el compromiso asumido por los aliados con Ucrania, más pronto conseguirá Ucrania recuperar su integridad territorial”.
Resulta obvio, por tanto, que la Alianza Atlántica ha enviado un sólido y solidario mensaje a Rusia y a sus colaboradores de que, en lo que de ella dependa, Ucrania prevalecerá y no dejará de recibir el apoyo de los aliados. Además del camino emprendido por Ucrania en 1992, hoy la OTAN tiende un puente a Ucrania en ese camino hacia la integración en la Organización.