El 10 de julio de 2016 era domingo. En la mañana de aquel día, aparecía el cadáver de una mujer en las inmediaciones de la playa de La Hípica. Horas más tarde, se entregaba a la Policía Nacional un hombre que llevaba un niño en brazos, fruto de la relación que había mantenido con la joven a la que había arrancado la vida con sus propias manos.
La víctima residía en Oviedo y, meses atrás, un tribunal de esa ciudad había condenado al padre de su hijo por maltrato. La condena conllevó una orden de prohibición de entrada al territorio español, por lo que el sentenciado, de nacionalidad marroquí, fue expulsado a su país de origen.
La condena también le prohibía mantener contacto, tanto presencial como por cualquier medio de comunicación, con la joven. Sin embargo, el hombre quebrantó esa orden y convenció a su expareja para que viniera a Melilla con el niño y desde aquí desplazarse los tres a Marruecos para presentar al bebé a su familia paterna.
Sin embargo, sus auténticas intenciones eran muy diferentes. Una vez llegada la mujer con el niño a Melilla, se desplazaron a la zona de La Hípica. Era de madrugada, apenas había luz y ninguna persona por los alrededores. Según el escrito de Fiscalía, tras una discusión, el hombre la agarró con fuerza por el cuello hasta asegurarse de que la joven ya no respiraba.
Hoy comienza en Oviedo el juicio por el crimen de La Hípica, en el que la acusación pública reclama 26 años de prisión para el autor confeso del asesinato. Que el peso de la Justicia caiga sobre todos aquellos que se creen con derecho a segar las vidas de inocentes.