Editorial

El muro de Marruecos

Marruecos está levantando un muro del otro lado de la frontera de Mariguari para evitar que sus ciudadanos salten la valla y entren en Melilla por esa zona.

No es la primera vez que desde el país vecino toman medidas que apuntan en la dirección de la colaboración con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad españolas. Sin embargo, la práctica ha demostrado que sus esfuerzos nunca son suficientes.

Hace unos años las autoridades marroquíes cavaron un foso y pusieron concertinas en las inmediaciones de Farhana y es cierto que se lo pusieron más difícil a los migrantes que intentaban sortear la doble alambrada, pero los saltos a la valla, aunque han disminuido, no han desaparecido.

En todo caso, el hecho de levantar un muro implica, en primer lugar que tienen al menos la intención de aparentar que colaboran. Por otra, refuerza nuestra frontera y nuestra españolidad. Éste es un viejo debate en el que los españoles ganamos, se mire por donde se mire.

A ese gesto de Marruecos hay que añadir el mensaje de felicitación que el rey Mohamed VI ha enviado a nuestro rey Felipe VI con motivo de su 54 cumpleaños, en el que manifiesta, sus deseos de "prosperidad para el amigo pueblo español".

Después de muchos desaires desde ese país, el rey de Marruecos tiende la mano, pero a estas alturas, hacemos bien en desconfiar. La confianza mutua se ha resquebrajado y no sería sensato cerrar esta crisis en falso.

Son muchos los daños que nos ha causado la decisión unilateral de Marruecos de cerrar la frontera y cortarnos la Operación Paso del Estrecho durante dos años consecutivos. A estas alturas cuesta fiarse de quien te asfixia económicamente y encima amenaza nuestras aguas con piscifactorías.

Queremos una relación con Marruecos en la que el respeto mutuo y la voluntad de crecer juntos primer por encima de objetivos trasnochados e inalcanzables.

El Gobierno español no puede ni siquiera alentar, la posibilidad de un diálogo con Rabat en el que se toque el tema de la soberanía de Melilla y Ceuta. Si quieren que hablemos, podemos hablar de todo, menos de eso. Y en ningún caso pueden forzarnos a tomar decisiones que no estén entre nuestras prioridades en estos momentos.

Creemos que una relación de ganar-ganar es lo mejor para ambas partes, siempre que entiendan que no estamos dispuestos a hacer concesiones respecto a la españolidad de nuestra tierra y nuestro derecho a vivir en una ciudad más segura.

Respetando esas líneas rojas, podemos sentarnos a hablar. En todo caso, el tiempo de las buenas palabras ha de tener un límite. Es hora de pasar a la acción y adoptar iniciativas que sean buenas para las dos partes porque de lo contrario, perdemos todos.

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