Tal como están las cosas entre la frontera de Beni Enzar, entre Melilla y Marruecos, parece algo tercermundista. Cientos y cientos de coches esperando al sol, en ocasiones durante más de 24 horas, con familias enteras tiradas en el suelo en la poca sombra que podían encontrar en los edificios contiguos y, al ser domingo, con el inconveniente de que pocos establecimientos en la zona estaban abiertos para poder comprar algo de comer o de beber.
Las quejas de los ciudadanos van en ambas direcciones, esto es, tanto al lado español como al marroquí. A este lado de la frontera, solicitaban puestos para poder comprar comida, más servicios donde poder asearse y, sobre todo, lo que más repetían: sombra y puestos de socorro, o, al menos, algún personal sanitario.
Es cuestión del Gobierno central y de la Ciudad Autónoma arreglar esta parte y proporcionar más medios para que estos increíbles, insufribles o inaguantables (ponga cada cual los adjetivos que más oportunos crea) tiempos de espera sean más llevaderos.
Y luego está la parte de Marruecos, a quien la mayoría culpa de la situación que se vive en la frontera durante esta temporada, con sólo dos carriles abiertos solamente.
Aquí debería intervenir el Ejecutivo español, que de tan buenas relaciones presume con sus equivalentes marroquíes, para poner entre ambos países los medios que sean necesarios para reducir los tiempos de espera, porque no hay derecho a que los viajeros tengan que esperar 24 horas para cruzar una frontera que, además, es europea en una de sus partes. Difícilmente un melillense se va a arriesgar a salir a Marruecos en esta época del año previendo estas enormes congestiones en el tránsito.
Han pasado ya más de dos años desde la celebración de la Reunión de Alto Nivel (RAN) entre ambos gobiernos y de la reapertura de la frontera y no parece plausible que nadie se esperara que la situación fuera a estar así.
Vista la situación, no son pocas las voces que se alzan pidiendo que la OPE no pase por Melilla porque, a pesar de que ha descendido el tráfico desde el año pasado, es evidente que ralentiza el paso, además de no dejar dinero en la ciudad. El problema es cómo prohibir eso si hay barcos que llegan a Melilla desde Málaga y desde Almería.
La otra opción, mucho más radical, pero también apoyada por muchos ciudadanos, es que, para que esté así (y con la aduana sin funcionar y las mercancías llegando al Puerto procedentes de la península, incluso aunque sean reexportadas desde Marruecos), lo mejor es cerrar la frontera.
Parece el cuento de nunca acabar, con un argumento que se enrevesa cada vez que llega el verano