Vamos de disgusto en disguto. Que conste que todavía no estamos recuperados de la noticia de que este verano no tenemos barco rápido a Málaga.
Quizás por eso nos hemos quedado lívidos con el impacto de la decisión de la naviera Acciona Trasmediterránea de llevarse al puerto de Beni Enzar el catamarán Alcántara Dos, un viejo conocido de Melilla (más viejo que conocido): El mismo buque que nos ponía en Málaga en cuatro horas.
En esas estamos. El consejero de Turismo, Javier Mateo, había dicho que la compañía Acciona se llevaba el barco rápido de Melilla a Canarias porque este servicio no estaba incluido en el contrato puente. Y digamos que sentaba mal, pero no escocía.
Ahora, ver cómo pasa por delante de nuestras narices el barco rápido que no tenemos, levanta ampollas.
En teoría a estas alturas del año ya íbamos a tener resuelto el contrato marítimo, pero no ha sido así. Es evidente que los melillenses estamos siendo rehenes de las navieras. Cuesta creer que a ninguna le interese un concurso jugoso de 7,7 millones de euros por el que matarían las grandes constructoras de este país si pudieran ofrecernos hacer el trayecto entre Melilla y la península a bordo de un bloque de hormigón.
Las navieras que han sobrevido a la crisis saben que aquí hay mercado y dinero y quieren su parte del pastel. Y entre que los que reparten no tienen y que los que reciben no quieren, los melillenses nos dejamos ocho largas horas en salir de la ciudad hacia Almería o Málaga en barcos que, cuanto menos, dan pena.
El problema que tenemos los melillenses actualmente con el transporte marítimo nos coloca en clara desventaja con el resto de españoles. Somos ciudadanos de tercera (de segunda, mal, aunque mejor que nosotros están los residentes en Baleares y Canarias). Aquí tenemos barcos lentos, viejos, sucios, con horarios letales los fines de semana y unos servicios como mínimo, cuestionables. Y lo que nos faltaba: Beni Enzar tiene barco rápido y Melilla no.