El ciclo de conferencias por el tricentenario del nacimiento del arquitecto e ingeniero militar melillense Pedro Martín Zermeño (1722-1792), que organiza la Fundación Melilla Ciudad Monumental, culminará este martes con una ponencia del arqueólogo catalán Joan-Ramón González Pérez, quien considera que a esta relevante figura "habría que tenerle mucha consideración".
González Pérez es el cuarto de cuatro invitados que desde el pasado 26 de abril han llevado a cabo sus conferencias siempre a las 18:00 horas en el Hospital del Rey, para abordar la vida y la obra de un personaje con un papel destacadísimo en la arquitectura militar y civil de España y que llegó incluso a ejercer en América.
Es importante recordar que Pedro, graduado de la Real Academia Militar de Matemáticas y Fortificación de Barcelona, continuó la obra de su padre, el también arquitecto e ingeniero militar nacido en Salamanca, Juan Martín Zermeño (1700-1773), e influyó en el urbanismo de casi todos los territorios costeros de la península, especialmente en lo que fue el Principado de Cataluña y el antiguo Reino de Galicia.
De ahí que el experto en Patrimonio vaya a centrar su ponencia en la Catedral Nueva de Lleida, una de las obras más relevantes de Pedro Zermeño, "la última de las importantes que hizo en Cataluña". Conocido por su participación en las obras del Castillo de Figueras, la iglesia de San Miguel, la plaza de San Fernando o la Rambla en Barcelona; o del paseo marítimo de La Coruña, el melillense diseñó en 1760 los planos de dicha catedral por encargo del rey Carlos III.
Según explica González Pérez, en el siglo XVII iniciaron las guerras modernas, que afectaron sobre todo a Cataluña, y provocaron la destrucción del barrio alrededor de la otrora catedral de Lleida, que "terminó convirtiéndose en un cuartel".
Como Lleida "se quedó sin catedral", Zermeño esbozó un edificio "como estaba muy de moda entonces": un templo barroco neoclásico "maravilloso" y "muy adecuado al momento de la guerra". En palabras del arqueólogo, se trata de "una digna representación de lo que es el siglo XVIII", a pesar de que terminó siendo más austero y discreto de lo que hubiera querido su artífice.
En este sentido, el especialista ha detallado que la obra (1761-1781) demoró mucho en terminarse y Zermeño perdió su control después de que fuera trasladado a Galicia en 1774. Y, aunque antes de irse, el arquitecto dejó claro que la catedral debía hacerse hasta el final como él la había concebido, los ingenieros que vinieron después recortaron el proyecto "para ajustarlo a un presupuesto más barato".
Sobre esta misma cuerda, González Pérez ha afirmado que no le consta si Zermeño regresó a Cataluña para ver el resultado final de la obra, pero, lo que sí se sabe, es que ésta fue "mutilada". Pedro "no estaba muerto, mas se encontraba lejos" y "no se respetó su voluntad".
Del igual manera, el académico catalán ha recordado la relevancia que tuvo Zermeño en Melilla, donde, como en Cataluña, siguió las obras iniciadas por su padre, en este caso, la Cuarta Línea de Defensa: los fuertes de Victoria Chica y de Victoria Grande.
Dicho en otras palabras, Zermeño hijo se encargó de reforzar la fortificación de Melilla. De hecho, contribuyó grandemente a que la obra modernista melillense fuera "de las más importantes de todo el Estado español después de la de Cataluña".
A tenor con el entrevistado, el ilustre Zermeño necesita "ser reinvindicado" en Melilla, como en Cataluña misma, con mucho más que una serie de conferencias. Sin dudas, este melillense, muchos más valorado y reconocido en otros lares, merece "de sobra" una escultura o una estatua para que su legado sea recordado con honores en la tierra que lo vio nacer.