Dirían los antiguos rurales que se trata de 'dos pájaros de alivio' pero dicen los veteranos contemporáneos que se trata de una pareja de amigos, con algunos -no muchos- años de separación calendárica pero con la música de gusto y alarde como inquebrantable nexo de unión acústica y de amistad. Antonio y Salva o Salva y Antonio, dos creativos intérpretes, melillenses, músicos, uno profesional, el otro (el más joven) en vías de la senda del descubriento -pese a Cristóbal Colón- con mucho currículo musical en su maltraído vaquero. Todo llegará, hijo, que no se maldespunten esos rotos del jaral.
Era el pasado sábado de noche, a la hora mágica de llegar a la víspera final del primer de los meses otoñales, era en al 'Pasadena', templo de buen gusto del barrio que ordenó construir el general Del Real. El 'Pasadena' sólo permitía entrar a las moscas, si es que pedían permiso. Lleno absoluto y es que Antonio Ferrer llega a su tierra natal precedido de un prolongado éxito en la sala 'Búho' de Madrid. Interpreta en clave de cantautor e interpreta lo que le da la gana, para eso es el Ferrer de 'Cabaret' o 'Jesucristo Superstar'. A Antoñito hay que quererlo o morirse; pocas sensibilidades humanas tienen el poderío de sentirse queridas. Y, además, musicazo de pelotas, a nada le pierde la cara.
A su lado, par de canciones, uno de los mejores solistas de guitarra de Melilla, ya lo ha demostrado por activa y por pasiva en 'Edone', 'Tributo a Sabina' y 'Cuestión de Bustos', junto a su segundo padre -¡mira que me jode!, mentira, te quiero , Manolo- Manuel Rodríguez. Salvador R. Berenguer es el precipicio de los arpegios, es el quebranto de las normas ancestrales al toque de seis o doce cuerdas. Nada le da miedo y, como es un valiente, crea lo que desea. Pero es varón de compromiso y cuando el sinvergüenza de Antoñito le propuso hacer un bolo en 'Pasadena', no se lo pensó dos veces. Cuando el Ferrer creía que iba a ensayar los dos temas con el Berenguer, éste le sorprendió bordándolos sin ensayo...la madre que lo parió.. que es una santa, por cierto.
Hermosa hora y media de concierto en ese rincón jazzístico del barrio del Real. Fue a base de composiciones de Antonio Ferrer y versiones de temas ya creados por otros compositores pero fue, sin duda, la gran y valiosa alternativa a tantas noches iguales, miméticas, con el mismo telón de fondo del anochecer melillense. Fue la noche de la innovación artística, aquel crecúsculo en el que los verderones del mítico barrio pudieron escuchar con atención a dos guitarras acústicas cómplices y dos voces comprometidas con la música de la misma altura que los verderones de los ficus del Real, de las alturas de prestigio. Y encima, con una copita de calidad entre los dátiles de sudorosas manos. ¡Ay mi madre!.
Antonio Ferrer, con una carrera incipiente pero brillante y destacada, se vuelve a la capital del Oso y del Madroño; Salva seguirá estudiando Diseño Gráfico e Historia; los fines de semana, por aquello de levantarse un puñado de euros, le pedirá trabajo a Julio Montero, 'La Compañía de Minas del Rif'. Todo sea por la Patria y por las cuchipandas con sus mejores amigas, que las tiene bien guapas el jodío del heavymetalista. Mientras tanto, su 'sobrino', Carlos Rodríguez Santos, le escuchará en la lejanía y le brindará la mejor de sus sonrisas, a la espera de la próxima visita y es que el guitarrista tiene mejor escolta que la guardia mora del dictador.
Esto es como el poema de Miguel Hernández, 'Amigo del alma, compañero'. A veces uno no se da cuenta de los seres humanos que le rodean hasta conocerlos en profundidad y penetrar en la grandeza del ser humano. Antonio y Salva son grandísimos seres humanos. Oiga, si a eso se le añade que son extraordinarios artistas, habría que levantarles una efigie aunque sean tan jóvenes. Tela de gente cuyas principales armas son dos corazones y dos guitarras acústicas.