Marroquíes insultaron a la treintena de subsaharianos encaramados en la valla
Casi diez horas de lucha contra el fuerte viento sentados a horcajadas sobre las vallas. A unos seis metros, el suelo. Una treintena de hombres, a cada minuto, más cansados, se niegan a bajar. Otros tantos les esperan a ambos lados de la verja a que se rindan. Pero los inmigrantes están sostenidos por la fortaleza del alma que se niega a rendirse estando a un paso de entrar en España. Ni en francés ni en inglés. Daba igual el idioma que utilizaran los guardias civiles o los ‘mejanis’. No hubo forma de convencerles para que bajaran de las vallas. Sólo el agotamiento físico les hizo descender. El grupo que estaba encaramado en la verja interior, el menos numeroso, tocó el suelo a las 14:57. Otros 16 aguantaron hasta las 17:45 aproximadamente, demostrando una gran resistencia física y mental.
Hacía algunos meses que Melilla no vivía una situación similar. Casi se había olvidado de las entradas de subsaharianos por la valla. Pero ayer un grupo de hombres recordó que aún hay muchos detrás de la verja esperando la oportunidad, por pequeña que sea, para saltar esas tres enormes vallas, superar la concertina e intentar correr hacia cualquier zona de la ciudad.
A las 8:00 horas ya estaban los inmigrantes en lo alto de valla. Ni siquiera el hecho de que cuatro de ellos se cayeron debido al peso desde esos seis metros de altura y que uno de ellos sufriera un fuerte golpe, les hizo rendirse. Aguantaron casi diez horas mientras que la valla se movía sin cesar con cada racha de viento.
“¡Por favor!”
Dos grupos de inmigrantes subsaharianos permanecerán encaramados a diferentes partes de la verja durante la mañana y la tarde de ayer tras el intento de entrada en la ciudad de un centenar junto al paso fronterizo de Barrio Chino.
Uno de ellos estaba en una de las vallas interiores. Eran unos ocho inmigrante. Algunos de ellos bajaron sobre las 14:00 y las 14:15 horas tras la insistencia de los agentes de la Guardia Civil que estaban amarrados cerca para intentar ayudarles en caso de que cayeran al suelo.
Fue entorno a las 14:53 cuando el grupo al completo comenzó a descender de esta parte de la verja. Tuvieron que ser asistidos por los agentes. Luego, fueron acompañados por los guardias civiles, desde el interior de los pasillos de las vallas. Se les perdía la vista mientras caminaban por ese pasillo. Eran devueltos a Marruecos. De hecho, en el otro lado de la frontera, un autobús les esperaba.
El segundo grupo estaba a un paso de Melilla. Una veintena de subsaharianos pegados unos a otros aguantaban a horcajadas sobre la valla exterior.
Los agentes se acercaron en varias ocasiones a ellos para explicarles que no se iban a quedar en España, que tenían que volver a Marruecos, que lo intentaran otro día, pero que era imposible que se quedaran en la ciudad. Pero no querían descender.
Los inmigrantes señalaban una y otra vez hacia Melilla. “¡Por favor!”, gritó uno de ellos, quizás la única expresión que conozcan en castellano, un lamento que no fue atendido. Se hizo el silencio. Tan sólo se rompía cuando los guardias civiles intentaban convencerles de que se bajaran de la valla y cuando la mezquita situada a unos metros llamaba a la oración.
Estos hombres habían visto cómo algunos de sus compañeros, los que no habían podido más, eran llevados al entrevallado. No querían correr la misma suerte, pero, finalmente, no tuvieron otra opción que aceptar este destino.
El paso fronterizo cerrado
Este suceso en la valla provocó que el paso de Barrio Chino estuviera cerrado toda la mañana y la tarde. No ocasionó mucho trastorno porque al ser sábado no hay porteadores en la zona. Sin embargo, hubo personas a las que no les sentó bien que se bloqueara el paso a Marruecos.
De hecho, un hombre increpó a los inmigrantes desde la zona donde estaban los periodistas, les insultó y les exigió que bajaran de la valla con muy malos modos. Se quedó por la zona, junto a otras personas que también deseaban pasar por Barrio Chino a la zona marroquí.