Opinión

El despertar apremiante en materia de Defensa en el Viejo Continente

Tras los años acontecidos desde los conflictos bélicos mundiales y lo más cercano, que tal vez, nos pueda retrotraer en el tiempo -la Guerra Civil Española-, podría decirse que Europa ha sido un recoveco de paz que le ha permitido invertir medianamente en bienestar social y disminuir los gastos militares. En base a lo anterior, tras la salida de Reino Unido, en la Unión Europea (UE) únicamente Francia tiene armamento nuclear. Pero ese apacible entorno de sosiego disfrazado, bruscamente lo ha alterado Rusia al invadir Ucrania en 2022 y lo puede alterar todavía más, si Donald Trump (1946-77 años) regresa a la Casa Blanca tras las próximas elecciones presidenciales.
Trump, que ya había advertido con renunciar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), avisa ahora de que no defenderá a los miembros de la Alianza que no incrementen sus gastos en defensa, si éstos son acometidos por Rusia. Entre Vladímir Vladímirovich Putin (1952-71 años) y al mandatario norteamericano, Europa se ve en una encrucijada y forzada a rearmarse a galope tras décadas como se diría metafóricamente, “de poner flores en la boca de los cañones”.
‘Si vis pacem, para belum’, o séase, ‘si quieres la paz, prepárate para la guerra’. Sin duda, algo comenzó a barajarse cuando en 2014 Putin agigantó sus efectivos en Crimea para despojar esa región a Ucrania. Además, en 2020, se consumó el Brexit y Reino Unido al marcharse de la Unión quedó aminorada militarmente. Ese mismo año, el presidente francés Emmanuel Macron (1977-46 años) impulsó entre sus socios la primicia de un diálogo para acrecentar el arsenal nuclear.
Como es sabido, su invitación apenas tuvo resonancia. Y súbitamente, los primeros destellos bélicos regresaron a Europa con la incursión rusa de Ucrania que todavía prosigue. Ese ramalazo sobre el tablero político lo ha revuelto todo. Según los analistas, es la amenaza rusa lo que induce a una necesidad de mayor seguridad.
En cambio, otros enfatizan el recelo a Putin como origen de la frialdad con respecto a la neutralidad que hasta entonces habían conservado estados como Finlandia y Suecia. El primero, ya ha entrado en la OTAN y el segundo lo hará a corto plazo. Por otra parte, los vecinos bálticos de Rusia han aumentado su inversión en armamento. Ejemplo de ello son respectivamente, Lituania (353%) y Letonia (186%).
En paralelo, naciones próximas han reproducido el mismo proceder. Llámense Hungría, (148%); Rumanía, (124%) y Eslovaquia, (109%). Desde la caída del Muro de Berlín (9/XI/1989) y con la finalización de la Guerra Fría (1947-1991), el desembolso militar europeo se aplacó en la amplia mayoría de los países. Hoy, sube exponencialmente y se divisa que nuevamente reaparezca la figura del servicio militar obligatorio.
Dicho esto, cuando se trata de hacer referencia a un escenario bélico concreto, interesa fijarse en el caso de Alemania. Con anterioridad a la Primera Guerra Mundial (1914-1918) disponía de una industria imponente, pero no así de un mercado internacional envuelto de estados colonialistas como Gran Bretaña y Francia. Más bien, precisaba de espacio. Un imperio como el que al presente evoca Putin. Los germanos apostaron por la guerra sin contemplaciones y la perdieron hasta ser abochornados. La hemorragia no se taponó e insistieron con el nazismo en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Curiosamente, se lanzaron con la invasión de Polonia y Putin ha optado por Ucrania.
Evidentemente, la Alemania del siglo XXI no es la misma porque es socio de la UE y miembro de la OTAN, aunque su gasto en defensa sigue por debajo. Tras dos conflagraciones que le resultaron catastróficas, el antimilitarismo se hizo costumbre. Amén, que las advertencias de Putin ha obligado a dar una vuelta de tuerca.
El canciller alemán, Olaf Scholz (1958-65 años), ha comunicado la producción de armamento de manera masiva. Luego, ¡hasta la vista a los posibles complejos!. Su Gobierno tiene en mente una ayuda de 100.000 millones de euros. “Los europeos tenemos que hacer más para dejar claro a Putin que estamos en esto para el largo plazo”, exponía literalmente en la Conferencia de Seguridad de Múnich (16-18/II/2024). Igualmente, reivindicó a sus socios europeos “cooperación”, porque “una defensa fuerte requiere una base industrial sólida”.
Y en ese mismo encuentro, se adelantaba a lo que se entrevé: “Europa quiere blindarse”, porque la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (1958-65 años), informó de la presentación de un plan para producir armamento: “Vamos a gastar más, a gastar mejor, con una acción conjunta, en empresas europeas y creando puestos de trabajo de calidad en el sector”.
Allende a la protección de la OTAN, Scholz y Macron ambicionan llevar a término un contrafuerte militar europeo. El proceso está en camino. El ministro de Defensa germano, Christian Lindner (1979-1945), apunta por emprender con Francia el procedimiento para una política de disuasión nuclear europea.
Para ser más preciso en lo fundamentado, la ex ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación y en este momento decana de la Escuela de Asuntos Internacionales de París, Arancha González Laya (1969-54 ), insta a Europa a “fabricar más munición y armamento”.

"Los conflictos de Ucrania y Gaza más las tensiones con China y Corea del Norte, con el añadido de haber dejado caer en la balanza que Estados Unidos puede dejar de proteger a la OTAN, presionan a la UE para que se vuelque más en defensa, presagiando que la enfilada armamentística se profundizará"

En una entrevista concedida a los medios de comunicación, González Laya expresaba textualmente que “no sólo tiene que aumentar su producción, sino su capacidad de producción”. Presume que Estados Unidos ha comenzado o al menos eso da la sensación, un repliegue y que gastará menos en la seguridad exterior. Por eso, reconoce transcendental que Europa se una y sea “dueña de su destino”. Es lo que ella misma puntualiza como una Europa “a prueba de Trump”.
Conjuntamente, en un mitin el expresidente de Estados Unidos, animó a Putin a atacar, “a hacer lo que quiera” con los socios de la OTAN que no paguen su cuota de defensa. El presidente de uno de esos estados le cuestionó si le defendería en caso de ataque ruso. “¡No!”, respondió tajantemente Trump, lo que quebraría el artículo 5 del organismo que indica “si un Estado miembro es agredido, todos responderán a una”. Esta declaración desencadenó un ciclón en la Alianza Atlántica.
Recuérdese al respecto, que en la Cumbre de Madrid de la OTAN (29-30/VI/2022), se declaró a Rusia como “una amenaza” y a China “como un desafío” que pone en riesgo los intereses y valores de la Alianza Atlántica. El gigante asiático, con su pretensión de anexionarse Taiwán, puede hacer estallar otro frente en cualquier instante. “Nuestro mundo hoy es conflictivo e imprevisible”, se pudo descifrar en el comunicado oficial de la cumbre. Y se agregó: “Nos mantendremos juntos, como aliados, para defender nuestra libertad y contribuir a un mundo más pacífico”.
Queda claro, que Trump se ha desmarcado de la realidad que subyace. Y una parte considerable de la opinión pública norteamericana le respalda. Ciertamente, no están por la labor de enviar soldados a morir a Europa, como en los conflictos mundiales y se oponen a encaminar más dinero y armas para ayudar a Ucrania.
Estados Unidos contribuye con casi el 70% del presupuesto total de la OTAN, a la que le sigue Reino Unido con el 6%. Seguidamente, Alemania (5,2%), Francia (4,7%) e Italia (2,72%). Únicamente once socios de los treinta y uno, superan una inversión en defensa que signifique el 2% del PIB, algo a lo que se comprometieron a cumplir y que en su día exigía Trump. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg (1959-64 años), asegura que en las postrimerías de 2024 serán dieciocho los miembros que lleguen a ese aumento. En el caso de España, en 2023 alcanzó el 1,24%. Queda en el tintero el diseño de una política internacional común de la UE, en un universo indeterminado y nebuloso y con guerras en ebullición.
A resultas de todo ello, la presidenta de la Comisión Europa, ha interpelado al pie de la letra un “despertar urgente” en materia de Defensa en Europa, tras reseñar que se constata un apogeo de autoritarismo en el mundo y que “la amenaza de guerra no es inminente, pero no es imposible”.
En un debate en el pleno del Parlamento Europeo (28/II/2024) celebrado en Estrasburgo y centrado en el tema de la Defensa, Von der Leyen, ha indicado de los “peligros de una creciente e inquietante liga de autoritarios”, haciendo alusión a Rusia, Irán y Corea del Norte, sin soslayar el vaivén en Oriente Próximo con la guerra que se libra en Gaza.
Por todo ello, ha llamado a que Europa “despierte urgentemente” en materia de seguridad y defensa, al rotular que lo que está en juego es “la libertad y la prosperidad” de Europa. “Tenemos que empezar a actuar como tal”, señaló. Y continuó exponiendo ante los eurodiputados: “Puede que la amenaza de guerra no sea inminente, pero no es imposible. No hay que exagerar los riesgos de guerra, pero hay que prepararse para ellos. Y eso empieza por la urgente necesidad de reconstruir, reponer y modernizar las fuerzas armadas de los Estados miembros”.
De esta manera, Von der Leyen, ha adelantado que su plan de estrategia industrial de Defensa que se presentará, evoluciona porque Europa pueda encontrarse en la delantera “la próxima generación de capacidades operativas ganadoras de batallas” y confirmar suficiente material armamentístico y superioridad tecnológica.
Indiscutiblemente, “eso significa turboalimentar nuestra capacidad industrial de defensa en los próximos cinco años”, ha propuesto, sintetizando uno de los objetivos que contrastan su plan de Defensa para que Europa “gaste más, mejor y en clave europea” por medio de compras conjuntas.
En este aspecto, ha insistido que este tipo de adquisiciones conjuntas de material militar será la preferencia y “ayudarán a reducir la fragmentación y aumentar la interoperabilidad”.
La presidenta de la Comisión Europea considera fundamental dirigir una “señal clara a la industria”, con compromisos de compra anticipada para ofrecer garantías a la parcela armamentística con miras a largo plazo. En la misma línea, ha respondido la presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI), Nadia Calviño (1968-55 años), que argumenta ahondar en el mandato para tonificar sus contribuciones a la defensa comunitaria. Ha hecho hincapié palabra por palabra: “Hago un llamamiento a los Estados miembros a que respalden esta propuesta. La industria de defensa en Europa necesita acceso al capital. Me gustaría animar a nuestros prestamistas públicos y privados a que apoyen a nuestra industria de defensa y, en particular, a las pymes”. Durante su participación en el Parlamento Europeo, la jefa del Ejecutivo comunitario ha pedido “pensar en grande” y abordar el debate sobre la inercia de los intereses producidos por los activos rusos entumecidos en Europa desde hace dos años, señalando que puedan aprovecharse para proporcionar armas a Ucrania. De esta manera, se ha hecho difusión de la proposición de algunos Estados miembros como Polonia, persistiendo en que no existe un “símbolo más fuerte” que poner en juego esos beneficios generados por los bienes rusos congelados para vigorizar a las fuerzas ucranianas.
Una aldea global cada vez más turbulenta irrumpe resuelta en el atajo del rearme y refleja con claridad una predisposición con exiguos carices de menguar. Sólo hay que prestar atención a los datos difundidos por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, en el que subraya que el gasto militar mundial en 2023 estuvo por encima del 9% con respecto al año anterior, comprendiendo un valor de 2,2 billones de dólares. O lo que es igual, una nueva marca en un trayecto de por sí empinado.
No hay que irse muy lejos para postular que el rearme militar europeo adopta un nivel general y se encuentra en las cotas de la Guerra Fría. Y es que, en una situación de guerras del capitalismo, en la última década los países occidentales elevaron un 30% la inversión militar como parte de su calendario de rearme imperialista.
En el año 2023 los estados europeos, sin contabilizar Rusia y Ucrania, ampliaron sus presupuestos militares en un 3,6% de media, hasta instalarse en los márgenes más elevados desde los ochenta. Observando los antecedentes de la última década, la inversión militar acumulada alcanza una intensificación del 30%.
En tanto, el Gobierno de España, se encuentra al frente de estas políticas de rearme imperialista, estableciéndose en el Top 20 de estados con mayor gasto militar y colocándose en la decimosexta posición. No hay que dejar en el tintero, que en los presupuestos del año 2022 se asignó un aumento del 26% del gasto militar como parte de los acuerdos con la Alianza Atlántica, al objeto de que dicho gasto adquiriese el 2% del PIB. Un ascenso que rebasó la inversión dedicada a la Educación y Sanidad.
En este despunte del militarismo europeo, el desembolso militar eclipsa los números del año 2023. Una táctica de rearme imperialista que replica a un período de crisis del capitalismo, donde las injerencias y los muchos conflictos por hacerse con el control de recursos y territorios vienen aparejados por una progresión cada vez más ardua. Las complejidades en Oriente Próximo, en concreto el laberinto en Siria, o la anexión de Crimea por parte de Rusia, se convirtieron en un indicativo de esta época dilatada llena de crisis y guerras y donde una vez más, el imperialismo europeo causó un desplazamiento militarista.
No obstante, el entresijo en Ucrania tras la invasión desenfrenada de Putin y el paso al frente dado por la OTAN en Europa del Este, han conjeturado un cambio de inclinación en esta evolución, tal y como matizan diversos expertos en los que resaltan que los niveles de gasto militar, como antes he mencionado, se encajan en los tiempos de la Guerra Fría. Si bien, no traslucen un techo, pero sí que un apartado más de un fin que continuará subiendo. Principalmente, porque aún son pocos los integrantes de la OTAN que han llegado al 2% del PIB. Y como ya he citado, Polonia es ese actor adelantado y se plantea ampliarlo al 4%.

"La deflagración de la guerra de Ucrania ha puesto contra las cuerdas las vulnerabilidades de la industria europea de defensa y ha definido el menester de una transformación urgente"

Indudablemente, esto emplazaría al Estado polaco como el miembro de la OTAN con mayor porcentaje de su PIB destinado a defensa, incluso por delante de países como Grecia.
Referencias que se acrecientan si se incluyen en los recuentos a Rusia y Ucrania, hasta el 13% de gasto interanual en 2023. El Estado ucraniano reforzó en 2022 un 640% su gasto militar con relación a 2021, por motivos de las decenas de miles de millones de euros cedidos por el imperialismo europeo y Estados Unidos en concepto de asistencia militar. Toda vez, que las cifras rusas revelan una ampliación en 2023 de 9,1%, hasta alcanzar el 4,1% de su PIB.
En otras palabras: el rearme militar es una política integral del capitalismo en crisis, comprendiendo un coste de 2,24 billones de dólares en 2022, una suma récord que representa un crecimiento interanual del 3,7%.
Por ende, las políticas de rearme militar son parte de una agenda conjunta de la Europa imperialista y la OTAN, manejada no sólo por administraciones reaccionarias o de derechas, sino igualmente por direcciones aparentemente alternativas o progresistas. La recalada de Biden a la presidencia americana, lejos de entrever una solución al trumpismo, intuyó un vuelco en la intrusión dominadora de los Estados Unidos. También, en Europa militan gobiernos que decididamente tercian la balanza por observar las consignas militaristas de la Alianza.
Finalmente, en su alocución sobre el estado de la nación ante las cámaras del Parlamento ruso realizado el pasado 29/II/2024, Putin ha avisado a la OTAN de que si se le ocurre desplegar tropas aliadas en tierras ucranianas, podría “provocar el uso” de armas nucleares y desembocar en “consecuencias que serían trágicas”. Donde también ha culpado a la Alianza Atlántica y Estados Unidos de “prepararse para atacar Rusia. Se están preparando para atacar nuestro territorio y utilizando las mejores fuerzas posibles, las más efectivas para hacerlo”.
“Han empezado a hablar sobre la posibilidad de enviar a Ucrania contingentes militares de la OTAN, pero recordemos el destino de aquellos que en su momento intentaron invadir nuestro territorio. Ahora las consecuencias para los posibles intervencionistas serán mucho más trágicas”, dijo el jefe del Kremlin.
En consecuencia, en medio de una tensión geopolítica gradual y con dos conflictos bélicos desbocados, ha cambiado el paradigma militar de Europa que quiere recuperar su autonomía militar y, a su vez, la industria de defensa se halla en un momento crítico. Aunque conserva la capacidad tecnológica y una prolongada historia de innovación, su industria armamentística ha de encarar toda una serie de impedimentos que obstruyen su mejora y progreso.
Si no existe una voluntad política firme de acometer estas trabas que se arrastran desde muy atrás, la capacidad de las potencias europeas para salvaguardar sus propios intereses quedará bastante reducida: los rompecabezas son muchísimos y se acumulan uno tras otro. A decir verdad, la industria de la defensa de Europa está fragmentada, porque cada Gobierno destina una parte casi siempre pequeñísima del presupuesto e implanta sus preferencias en atención a la disponibilidad presupuestaria y de su doctrina de defensa.
Además, a pesar de confirmarse una aportación en el marco de la OTAN, los ejércitos son nacionales. Esta segmentación se extiende en un enjambre de duplicidades en diversas tareas de investigación y desarrollo, las metodologías de adquisición de material no son del todo efectivas y no se arbitran economías de escala. Que no prevalezca una visión conjugada ha imposibilitado unificar recursos, corresponder experiencia y desenvolver tecnologías de vanguardia.
Pero la principal cuestión es la quiebra crónica de financiación: períodos de subinversión en inversión militar han dejado a la industria europea de defensa en un estado quebradizo y delicado en términos tecnológicos.
Mientras que Estados Unidos ha sostenido un flujo invariable de inversión en su sector de defensa, los actores europeos frecuentemente han dado primacía a otras partidas de gasto en sus presupuestos. Y como derivación apenas se ha prosperado en esta parcela, con el complemento de imperar una gran dependencia de las importaciones.
A la par, la industria europea posee una sujeción significativa de determinadas materias primas como las tierras raras o incontrastables tipos de metales que están inspeccionados por países como Estados Unidos, China y Rusia. Algo similar ocurre con los semiconductores avanzados, un componente indispensable en el armamento moderno.
En definitiva, la deflagración de la guerra de Ucrania ha puesto contra las cuerdas las vulnerabilidades de la industria europea de defensa y ha definido el menester de una transformación urgente. El conflicto ha exhibido la dependencia de tecnologías extranjeras, las parálisis en los eslabones de suministro y la exigua capacidad en las fábricas. Naturalmente, la guerra ha agigantado la demanda de equipos elaborados en Europa y eso ha tensado todavía más la cuerda.
En el caso de que hipotéticamente saltase una conflagración a gran escala, las potencias europeas podrían combatir únicamente durante algunas jornadas y se toparían con importantes contrariedades para reponer la munición y equipos.
En Estados Unidos el contexto en sí, no es tan peliagudo, su industria de defensa es la mayor del planeta, pero no está dispensa de algunas dificultades. Está dimensionada para una demanda mucho menor que la actual, ya que la base industrial no ha hecho más que disminuir desde la finalización de la Guerra Fría, al tiempo que los costes fijados a defensa han ido a menos. Pero el entorno ha variado drásticamente: el rearme es una realidad, pero el debate es cómo llevarlo a cabo fulminantemente y sin afectar excesivamente a otros capítulos de gasto.
Con lo cual, los conflictos de Ucrania y Gaza más las tensiones con China y Corea del Norte, con el añadido de haber dejado caer en la balanza que Estados Unidos puede dejar de proteger a la OTAN, presionan a la UE para que se vuelque más en defensa, presagiando que la enfilada armamentística se profundizará. Esta toma de conciencia puede variar de raíz, como de hecho ya está sucediendo, porque abruptamente se ha avivado un nuevo escenario: la inminencia de guerra tras diversas décadas de paz y progreso.

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