El sábado 22 de marzo amaneció lluvioso, como viene siendo habitual estos días, aunque no tardó mucho en brillar el sol en nuestra querida Melilla, quizá porque sabía que esperábamos una visita muy importante y quiso regalarlos su luz y alegría.
Alrededor de las 10:30 en la frontera de Beni Enzar recogimos, mi marido y yo, a Fray Omar. La primera vez que venía a Melilla y lo hacía para conocerme, como así me lo manifestó cuando contactamos en 2024.
Pero quiero, necesito contar, como llegó este joven franciscano a mi vida de la mano del Padre Lerchundi.
El pasado verano recibí un mensaje de una persona, Yolanda Fernández, técnico del Archivo-Biblioteca Franciscano de Madrid ubicado junto a la maravillosa iglesia de San Francisco el Grande.
Me dijo que quería hablar conmigo y así lo hicimos. Me comentó que había visto un articulo mío, escrito hacía ya algún tiempo, sobre el Padre Lerchundi.
Me preguntó el por qué del mismo. Le dije que lo realicé para dar a conocer la historia de nuestro callejero, porque poco o nada conocía de este franciscano.
Ese día, si no recuerdo mal, del mes de julio, el Padre José María Lerchundi llegó a mi vida y lo hizo para quedarse y enriquecerme como ser humano y avivar aún más mi faceta como investigadora.
Yolanda me comentó que estaban recopilando información sobre este gran Franciscano, en aras a que pudiera dar comienzo el proceso de beatificación. Me ofrecí a colaborar, en lo que estuviera a mi alcance. Por supuesto, nada podía contar al respecto hasta que no se hiciera público, como así ocurrió el pasado 19 de enero en la catedral de Tánger.
Cada envío de información era recibido con alegría y con un “Muchas gracias, Isabel” tanto de Yolanda como de Fray Pedro Gil, director del Archivo. A ese agradecimiento yo respondía siempre igual: “Quien os tiene que dar las gracias soy yo porque me habéis hecho un gran regalo”.
A partir de esa fecha nuestro contacto es fluido, incluso cuando viajé a Madrid para pasar las Navidades con mis hijas les conocí. Fue de las pocas visitas que realicé ya que mi pierna no daba para mucho más.
Retrocedo un poquito en el tiempo ya que quiero contar algo de mi primera conversación con Fray Omar. Recibí una llamada de Yolanda en la que me decía que él estaba de paso en Madrid y quería hablar conmigo. ¡Ahora mismo! le dije. Y así fue. Esa conversación me llenó de paz y de alegría. Hacía relativamente poco tiempo que me habían operado y mi día a día se circunscribía prácticamente a mi casa y poco más.
Fue entonces cuando me dijo que deseaba venir a Melilla a conocerme. “Cuando quieras Fray Omar, solo espero poder atenderte como mereces”.
El pasado día 19 tras la misa en honor a San José y conmemorativa del 250 aniversario del levantamiento del asedio de 1775, vi que tenía un mensaje suyo en el que me comunicaba que en este fin de semana visitaba Nador y si podíamos vernos.
Alegría, ilusión, emoción, fue una mezcla de todo en ese momento. Quedamos el sábado para recogerle en la frontera y a partir de ahí quienes les acompañamos, y servimos de guías, mi querida amiga Maribel Pintos, mi marido y yo, disfrutamos de un sábado para nosotros inolvidable.
Fray Omar es muy joven pero habla con la sabiduría de un nombre de Dios, a quien su fe le hace brotar sentimientos y pensamientos de amor fraternal.
Mientras tomábamos café en el Nuevo California del Parque Hernández, le dije:
“Fray Omar, muchas personas mirarán tu hábito, pero lo harán con cariño y nostalgia pues para Melilla la presencia franciscana ha sido muy importante y os seguimos recordando con añoranza “.
No me equivoqué ya que pronto se acercaron algunas personas a saludarle. Él dedicó una maravillosa sonrisa a cada uno de ellos, estrechando su mano con calidez, dándoles un abrazo que sólo un franciscano puede dar.
Visitamos la iglesia del Sagrado Corazón donde pudo conocer y charlar durante unos instantes con nuestro Vicario D. Eduardo Resa, quien le invitó a que volviese a Melilla.
Tuvo la oportunidad de admirar la belleza de las imágenes que, a día de hoy, allí se custodian y orar ante Nuestra Patrona, la Virgen de la Victoria. Paseamos un poco por el centro. Observaba los edificios modernistas, orgullo de nuestra arquitectura. Subimos a la Vieja Melilla. Mientras nos acercábamos a la Iglesia, le contamos un poco de historia. Del por qué de las placas que recuerdan donde se ubicaron las primeras sinagogas, y de cómo esta ciudad puede presumir de ser lugar de convivencia de varias culturas.
Cuando cruzamos el umbral de la Iglesia de la Purísima Concepción no tardó en hallar toda la simbología franciscana, la huella de quienes durante siglos fueron custodios de ella y de la Patrona.
Puedo decir que durante el recorrido nosotros le explicamos algunas cosas, pero él nos enriqueció mucho más con sus comentarios. De allí nos dirigimos al Museo Sacro y entonces la visita se convirtió para Maribel, Pepe y para mi en una clase magistral por parte de Fray Omar, sobre todo junto a la talla de San Francisco.
Nos han quedado muchas cosas por ver y muchos lugares por visitar de Melilla. Eso se hará, si Dios quiere, en su próxima visita a esta ciudad que ya es también un poco suya.
No tengo palabras para agradecerle el gran regalo que supuso para mi el que se desplazase desde Nador, con la lentitud que supone cruzar la frontera, para conocerme. Pero ¡Dios es grande y el Padre Lerchundi intercedió para que todo saliese mejor que bien!
Te damos las gracias, Fray Omar por venir y por obsequiarnos con tu presencia. Por hacer de un sábado cualquiera, un día especial.
Rogamos al Padre para que te permite regresar pronto a esta, tu casa.
¡PAZ Y BIEN!