Vecinos y comerciantes del barrio de El Rastro expresaron a El Faro su profundo malestar con la situación de su vecindario.
Muchos de ellos tienen tiendas que son casi historia de esta zona de la ciudad y recuerdan tiempos mejores, con calles llenas de clientes y sus cajas con un montante suficiente para que el negocio fuera rentable.
Lo que otrora pudiera considerarse un lugar puntero de Melilla, dicen, ahora no es más que otra barriada de la periferia. Aseguran que muchas tiendas ya ni abren, porque no les sale rentable, y que, además, tienen que sobrevivir viéndose amenazados por los vendedores ambulantes.
Se trata de esos comerciantes que, sin licencia ni local para ejercer la venta, recorren el barrio, se sitúan en esquinas estratégicas e intentan vender pescado y fruta que posiblemente no haya pasado los controles sanitarios pertinentes.
La consejera de Presidencia y Salud Pública, Paz Velázquez, ya dijo el mes pasado estar “muy preocupada” por estas prácticas, dado que cualquier melillense que se fíe del producto puede terminar pasándolo mal por comer alimentos en mal estado.
De hecho, aseguró que trataría este asunto con el delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, para buscar una solución, por un lado, a la entrada de estos productos desde el país vecino y, por otro, a la venta ambulante.
Más allá de a los vecinos de El Rastro, que han visto amenazada, en parte, su forma de vida a causa de la proliferación de este negocio irregular, también los pasan mal las personas que intentan ganarse la vida vendiendo de forma legal en los mercados.
De hecho, para más inri, estos comerciantes de los cubos se colocan en la propia puerta de estos históricos emplazamientos melillenses, causando el enfado de los encargados de los puestos, que los ven desde dentro de los diferentes mercados.
También para estas instalaciones, la Consejería de Presidencia y Salud Pública ha prometido ponerse en marcha para evitar estas ventas irregulares sin controles sanitarios y para revitalizar los mercados de Melilla.
Se trata de una medida que podría también beneficiar a los vecinos y comerciantes de El Rastro, que se dedican a soportar el día a día en sus tiendas vacías y con unas cuentas que no cuadran.