No se sabe que es mejor, si que Melilla ni siquiera se nombre en los acuerdos de una cumbre bilateral entre España o Marruecos o que salga en los pactos; en definitiva, el resultado para los intereses de la ciudad es el mismo: ninguno. Es asombrosa la ligereza con que el Gobierno de Pedro Sánchez ha dado carpetazo al asunto de la aduana comercial cuando las voces de nuestros empresarios y comerciantes no paran de advertir que no es verdad, que no existe, que Rabat no permite ese flujo entre Melilla y Nador, que son mil trabas las que pone, que les sale más rentable exportar desde los puertos peninsulares.
Pero claro, si tenemos en cuenta cómo Sánchez de un día para otro cambio la historia diplomática de España con respecto al futuro del Sáhara Occidental, poco nos puede extrañar que ya no quiera saber más de líos relacionados con una aduana que le queda lejos, que al fin y al cabo solo afecta económicamente a una ciudad allí perdida en el norte de África, que ellos ni siquiera gobiernan y a la que no brinda demasiada atención en ningún otro aspecto.
Por eso parece muy acertado que la patronal mayoritaria de Melilla, la CEME-CEOE, se haya mostrado a favor de que España cierre el régimen de viajeros con Marruecos. Es una postura lógica y sensata, sobre todo si tenemos en cuenta que no solo es el problema aduanero el que afecta a nuestro sector comercial sino también la negativa a permitir que visitantes marroquíes puedan hacer compras en la ciudad antes de regresar a sus hogares al otro lado de la frontera.
Lo cierto es que los melillenses nunca tuvieron la esperanza de una mejora con la reapertura de la aduana. Los ciudadanos están más que acostumbrados a los incumplimientos de los acuerdos por parte de las autoridades marroquíes, a las que no les tiembla el pulso en firmar cualquier pacto cuando a priori ya saben que no va a tener efecto alguno porque no lo van a asumir ni llevar a cabo.
No es la primera vez que ocurre ni será la última. Ya en los años 90 del siglo pasado con el acuerdo de buena vecindad se demostró claramente que respetar a Melilla no iba a ser prioritario ni tampoco tener efecto alguno en el reino alauita. No nos equivoquemos, Marruecos va a continuar haciendo y deshaciendo a su antojo mientras España no sea capaz de pararle lo pies y hacerle entender que extraordinarias relaciones sí, pero siempre en reciprocidad.








