La provincia china de Wuhan vivió 76 días de confinamiento por el coronavirus y celebró la vuelta a la libertad con los ferrocarriles llenos de personas dispuestas a largarse de una localidad que la inmensa mayoría de nosotros no conocía ni de oídas y que pasará a la historia como ese lugar de cuyo nombre no querremos acordarnos.
A pesar de que el Gobierno chino nos vendió con alharacas la vuelta responsable a la nueva normalidad con sofisticados sistemas de medición de temperatura y desinfecciones a quemarropa a la entrada a los colegios, Wuhan volvió ayer a ser noticia al registrar en las últimas 24 horas 17 nuevos casos de coronavirus en pacientes asintomáticos, según informó Marca.
Por aquello de que cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo, deberíamos ser especialmente cautos con la entrada triunfal en la fase 1 para evitar que un rebrote nos envíe de nuevo a casa a aplaudir desde los balcones ahora que nos hemos propuesto superar el ‘síndrome de la cabaña’ y salir a darlo todo a la calle.
Ayer la ciudad parecía otra, al menos en el centro, con las terrazas llenas hasta la bandera, aunque cumpliendo con las normas sanitarias. La gente tenía ganas de un café al aire libre, en el bar de siempre, de ver a los demás y de dejarse ver, de creer que lo peor ya ha pasado. Pero en la confianza está el peligro. No podemos bajar la guardia. Toda precaución es poca.
En general estamos satisfechos porque Melilla ha conseguido entrar en el ránking de provincias españolas que han pasado a la fase 1, pero si tuviéramos barcos, no podríamos viajar a los puertos de Málaga o Granada porque ambas provincias continúan en la fase 0 de la desescalada.
Esto ha provocado un bajón importante en el ánimo de las huestes de melillenses que tienen una segunda residencia en la costa y la sierra malagueñas y granadina. Pero al menos tenemos abierto el corredor por Almería que, como nosotros, sí ha entrado en la fase 1.
Y, en principio, aunque no estamos todo lo bien que deberíamos, el Círculo Empresarial de Atención a las Personas (Ceaps), que es algo así como la patronal de las residencias de mayores, confirmó el viernes que en nuestra ciudad el 96,16% de las personas usuarias de residencias no se ha contagiado de la Covid-19. No es el mejor dato de España, pero tampoco es el peor. Y, a diferencia de Ceuta, que no aparece en el ránking porque al parecer no ha entregado sus datos al Ministerio de Sanidad, en Melilla se han hecho los deberes y por primera vez en muchísimo tiempo no estamos ocupando el furgón de cola.
Esto nos empuja a preguntarnos si en nuestra ciudad estamos ya preparados para eliminar las franjas horarias en las que podemos salir a hacer deporte o a pasear, como ya ha hecho alguna comunidad en la fase 1. Eso sí, respetando el horario destinado a las salidas de los mayores de 70 años (de 10:00 a 12:00 horas y de 19:00 a 20:00 horas).
Quizás en Melilla no estamos listos para ello y menos durante la celebración del Ramadán. Puede que sea demasiado atrevido plantearnos algo que puede tener consecuencias inmediatas, pero, como he dicho, otras comunidades lo han pedido y se les ha concedido. Pedid y se os concederá.
El primer día de fase1 ha dejado buen sabor de boca a muchos bares que no sabían si la gente se iba a lanzar a la calle. Lo que ha pasado en Melilla no se ha visto en esa misma dimensión en grandes capitales donde la Covid sí ha hecho estragos. La gente tiene el miedo en el cuerpo. No se trata solo de pasar la enfermedad sino de lidiar con las secuelas que suele dejar a los pacientes ingresados en las UCI: problemas serios de corazón, hígado y riñones. No está el horno para bollos.
Para estar más tranquilos, lo ideal sería que todos los melillenses tuviéramos acceso a los tests para saber si hemos o no pasado ya la enfermedad, pero como sabéis, no hay tests para todos por mucho que alguno haya dicho que vamos sobrados. Así que será difícil saber a ciencia cierta el alcance real de la pandemia en nuestra ciudad.
Que muchos bares y cafeterías de Melilla hayan podido levantar la persiana con la frontera cerrada envía un mensaje preocupante a Marruecos, donde la inquietud social que ha generado el confinamiento cada vez es más difícil de controlar. La economía doméstica de los marroquíes también está acusando el cierre fronterizo. Nosotros, les guste o no, damos de comer a mucha gente de la provincia de Nador y alrededores. Pero ya sabéis que hay quien prefiere sacarse un ojo con tal de ver a su vecino tuerto.