EN octubre de 2005 el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se dejó cerca de 12 millones de euros en obras de emergencia en los perímetros fronterizos de Ceuta y Melilla, entre las que se encontraba la colocación de concertinas en las vallas de ambas ciudades autónomas.
Dos años después el Gobierno socialista de ZP empezó a retirar las cuchillas de una parte de la valla, pero en 2013, de nuevo en un momento de fuerte presión migratoria, Rajoy dio orden de volver a colocarlas en Melilla.
Más recientemente, se han seguido instalando en el puerto de la ciudad para evitar el acceso de los menores extranjeros no acompañados que intentan colarse en barcos para llegar a la península.
Desde la Autoridad Portuaria han mostrado satisfacción por el descenso espectacular en el número de intrusiones, aunque hay que tener en cuenta también que las cuchillas no son mágicas: han ido acompañadas de un refuerzo de Policía Portuaria y Guardia Civil en puntos claves.
Desde que Pedro Sánchez llegó al Gobierno en junio del año pasado, el PSOE anunció su decisión de retirar las cuchillas de la valla, porque en un cajón del Ministerio del Interior el equipo de Grande Marlaska encontró un informe de 2017 que ya aconsejaba retirar las cuchillas del perímetro fronterizo de Melilla y Ceuta.
Han tenido que pasar 14 años para que el Papa Francisco tenga delante un trozo de concertina, aunque no precisamente igual a la que está en el perímetro fronterizo de Melilla. Jordi Évole le llevó un trozo de las más agresivas. Las de nuestra ciudad son algo más pequeñas aunque igual de peligrosas y han hecho estragos entre los inmigrantes que han intentado saltar la valla.
Las lágrimas del Papa al ver las cuchillas conmueven. Menos mal que no vio las concertinas de la alambrada de Marruecos, país que visitó el fin de semana, porque si le llegan a poner delante una foto de Farhana, no habría encontrado consuelo al ver cómo han levantado pirámides de alambre rollo sobre rollo. Hay carnicerías con cuchillos menos afilados.
Me pregunto por qué ha tenido que ser un periodista quien enseñe al Papa la crueldad de las cuchillas de la valla de Melilla. ¿Por qué no ha sido la Diócesis de Málaga a la que pertence Melilla? A sabiendas del poder de convocatoria y la fuerza moral que tiene Francisco, hemos perdido la oportunidad de denunciar esto antes. El Santo Padre ha hecho más por la eliminación de las concertinas con sus lágrimas, que cualquier otra manifestación o denuncia en el mundo.
En Melilla siempre se ha echado de menos un papel más activo de la Iglesia en temas de inmigración. No ahora que todo está calmado sino en los años 2013-2014 cuando teníamos saltos a la valla día sí y día también.
El Padre Esteban fue un referente en Nador hasta que el Gobierno marroquí lo expulsó acusándolo de espionaje. No sabían cómo quitarse de encima a un hombre que se estaba dejando la vida apoyando a los que sufren y a los necesitados del Gurugú.
Me gustaría que todos los católicos que vieron al Papa conmovido con las concertinas sientan la necesidad de llorar como él. Dice Francisco que el problema de Europa es que no llora. Aquí lo normal es dispararse una pastilla para que la vida no duela. Le tenemos miedo al dolor, pero contradictoriamente no lo respetamos.
El PSOE se fue del Gobierno sin quitar las cuchillas. Dice que no le dio tiempo. A saber qué futuro le espera a nuestra valla.