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Mohamed Islam es un argelino de 26 años que no ve a su padre desde que tenía dos y se ha propuesto encontrarse con él en Bélgica
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Hace cuatro meses llegó al CETI y no sabe cuándo podrá seguir su viaje
El viaje de Mohamed Islam desde Argelia hasta Melilla, pasando por Marruecos, fue rápido en comparación con el que realizan miles de refugiados. Islam tardó sólo tres días en dejar Aín Defla, la región donde se crió junto a sus tres hermanas y su hermano, y en alcanzar la ciudad autónoma. El argelino dice que pagó 200 euros a un hombre para cruzar de un país a otro en coche y poder llegar a la Frontera Sur de Europa. “No era un mafioso, me trajo un hombre que necesitaba dinero y yo necesitaba llegar hasta aquí. Fue un buen trato, ambos salimos ganando”, explica. “La mafia es mucho más cara e inhumana”, sentencia.
“Las visas son cosa de ricos, a los pobres no
nos las dan”, critica el argelino ante el CETI
Este joven de 26 años creció prácticamente sin padre, quien tuvo que dejar a su familia cuando Islam tenía sólo dos años para irse a trabajar a Bélgica y enviar dinero a la madre. De esta forma, a los cinco hermanos nunca les faltó de nada. Con el sacrificio que supuso (y supone) pasar 24 años sin ver al padre, los hermanos completaron estudios medios y la hermana mayor se fue a trabajar a la capital francesa. Así, Islam espera encontrarse con ella en París y de ahí llegar a Bélgica para poder abrazar a su padre, tras una vida sin hacerlo.
La despedida
Islam terminó el equivalente al bachiller en 2009. Comenzó a trabajar en varios sitios: como dependiente en una tienda, de albañil en una obra, “un día aquí, otro día allá, sin contrato y cobrando en negro”, relata el joven. Finalmente comenzó a trabajar en una fábrica tejiendo ropa infantil para la marca francesa Sergent Major. “Ésta fue la primera compañía que me hizo un contrato en condiciones y que pagaba bien”, dice sin revelar su salario.
“Estuve trabajando casi cuatro años y cuando ahorré bastante, dejé el puesto, di el dinero a mi madre y decidí emprender el viaje hacia Bélgica en busca de mi padre. No fue una decisión fácil, pero tenía y tengo que hacerlo”, narra Islam con un buen nivel de inglés en la puerta del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla. “Siento la necesidad de verle. Sólo ha venido en un par de ocasiones de visita y mi familia fue a verle una. No hay suficiente dinero para eso y conseguir una visa es imposible. Las visas son cosas de ricos, a los pobres no nos las dan”, lamenta.
Islam insiste: “Mi familia ha ido de visita a Bélgica en una ocasión, pero no se quieren quedar allí, nuestra casa está aquí”, señala este chico y añade rotundamente: “No todo el mundo quiere ir a Europa, aunque realmente no se lo crean los europeos”.
Este argelino se despidió de su madre y hermanos hace cuatro meses, en abril. Desde entonces espera a que le den luz verde en el CETI para salir, pero no sabe si lo trasladarán a la península ni cuándo ni con qué condiciones. “No me dicen nada, no sé nada y mientras tanto el tiempo va pasando”, se queja Islam.
¿Ida y vuelta?
A diferencia de su familia, a este joven sí que le gustaría quedarse con su padre en Bélgica, encontrar trabajo allí y seguir con su vida, pero vuelve a recordar la dificultad de conseguir una visa tanto en Bélgica, como en España, Francia, Alemania y Reino Unido, de donde es su novia a la que conoció a través de un chat y con la que lleva cinco años de relación.
“Me gustaría llevar una vida sencilla. La vida es más fácil así, el dinero la complica. He intentado ir a Manchester para estar con mi novia, que este año acaba la carrera de Derecho, pero no tengo el permiso y yo le digo a ella que no venga a verme. Mi país, ahora mismo, no vale la pena”, dice algo triste, pero sereno.
El joven asegura que si logra encontrarse con su padre, pero no consigue “trabajar de lo que sea” en Bélgica, regresará a Argelia y tratará de buscar otro futuro con su novia. Aún así reconoce que se sentiría “desilusionado” por no haber podido cumplir ese sueño.
Oportunidades
“Cuando llegue aquí (al CETI) escuché la historia de los demás y vi que estaban peor que yo. Así me sentí más afortunado, porque todo podría ir peor”, explica y sigue: “Espero que la gente me ayude, que me den una oportunidad. Eso es lo único que necesito, es lo que todos necesitan en cualquier parte. Quizás así pueda hacer algo realmente bueno”.
Islam dice que entiende “el rechazo de muchas personas hacia los migrantes” por el “miedo a lo desconocido”, pero también agradece que haya gente que los defienda y les ayude. “Sé que hace un mes vinieron casi 500 personas desde la península a mostrar su apoyo a los inmigrantes, eso me animó mucho”, explica este joven en referencia a la Caravana Abriendo Fronteras. “Ellos me animaron a seguir cruzando fronteras para abrazar a mi padre”, sonríe.