Muchos de ustedes sabrán que Melilla la Vieja, El Pueblo para nosotros, está minada de galerías por muchos sectores, como son las famosas minas, y hornillos, que construyeron nuestros compatriotas hace siglos, para comunicar los distintos fuertes con los recintos amurallados de la ciudadela. Yo recuerdo dos pasadizos que tienen sus entradas por el antiguo frontón, en el Parque Lobera, campo de fútbol terroso, donde solíamos jugar los niños de Ataque Seco y algunos de otros barrios. El pasadizo que se encuentra en la pared frontal, no sé los metros que debe haber, pero sí recuerdo el corto espacio de tiempo que tardábamos en recorrerlo, alumbrándonos con una suela de alpargata ardiendo amarrada a un alambre, apestándonos y ensuciándonos las narices y la ropa. Y el final no era otro que el acantilado, golpeado por las olas a espalda del fuerte de Victoria Grande. El ‘saloncito del rey’, era una oquedad escarbada en la pared, y la ‘sillita de la reina’, un pequeño montículo en medio del pasillo, creo recordar eran los cruces de caminos terminando en los dos fuertes Victoria. Un pozo en el centro del pasillo, era una especie de trampa para los despistados, que su profundidad llegaba a nivel del mar y les aseguro que, en lo más hondo, se podía oír el golpeteo de las olas en la oscuridad. Alguno se preguntará: ¿cómo unos chaveas –qué palabra más bonita y más melillense: “¡chavea, alza la pata y mea!”–, se adentraban en esas galerías tan lúgubres y peligrosas? La explicación era por la curiosidad infantil de descubrir cosas, que es la constante en todos los niños; y los de Melilla teníamos un tesoro histórico, que no nos enseñaron en la escuela, sin darle la mayor importancia, porque estaba ahí, al alcance de cualquiera de nosotros, ignorando el peligro que entrañaba el introducirnos en esos pasadizos, que el final podía ser un castigo muy severo por parte de nuestros padres, y pellizcos de nuestras asustadas hermanas mayores. Pero a pesar de todo disfrutábamos, más cuando salíamos, que cuando entrabamos. Luego eran los relatos fanfarrones: “...Yo he llegado a la sillita del rey y tú te rajaste a medio camino,... Y Fulanito se meó por-la-pa-ta-ba-jo, ...Otro día tenemos que llegar a la torre de Santa Bárbara”. Cuando fui mayor, y la curiosidad no era adentrarme en esos pasadizos, sino leer la historia de mi ciudad y sus fuertes, supe que jamás existió pasadizo alguno que comunicase esa torre, o fortín, de Santa Bárbara, que solo conocíamos de oídas, con esos pasadizos del Frontón. Pero como saben, esa torre sí que existió en la Plaza de España, justo donde hoy está el Casino Militar y el Banco de España, y demolida a principios del pasado siglo, que sirvió de vértice para las mediciones de la cesión, a perpetuidad (sic), por parte de Marruecos el 26 de junio de 1862, cuando firmaron en Tánger el Acta de Demarcación de lo que es Melilla, o sea 2.900 metros desde ese fortín hasta Beni Enzar, y trazando un arco de 9.695 metros se señaló con 17 estacas hasta Rostrogordo. Para los estudiosos del tema deben saber que la distancia del disparo del cañón ‘Caminante’, desde Victoria Grande hasta la playa fronteriza fue de 3.060 metros. Es la que un poeta describió como “Melilla, la abanicada”, en la que en su centro neurálgico podemos admirar bellos edificios modernistas y de art-decó, en calles sin esquinas, llamado: el ‘Triángulo de Oro’.
Y como ya saben, la frontera está en el arroyo de Beni Enzar, y la Tierra de Nadie (sic), que por obra y gracia de todos los gobiernos que hemos tenido, nuestro vecino se la ha apropiado, apoderado, ocupado, apandado, tomado y ‘cepillado’ para sí mismo, pasándose por el forro, los artículos 3º, 4º y 5º, del Convenio que firmaron España y Marruecos, en Tetuán el 24 de agosto de 1859. Pero esa es otra historia, que nos ocuparía cientos de páginas desarrollarlas.
Yo tengo la seguridad de que a algunos coetáneos de este que les escribe, les traerá a su memoria estas vivencias que solo nosotros, los niños de aquéllos años, particularmente los de Ataque Seco y calles aledañas, pudimos disfrutar.
¡Ah!, y mis preguntas de rigor, por favor: ¿Cuando será denominado, La Purísima, ‘Cementerio Nacional de Héroes de España’? Como el adecentamiento de nuestro emblemático y bello Parque de Lobera.
Gracias por traerme recuerdos de ese argot de la niñez de nuestra tierra,
Aunque soy de Cabrerizas, también anduve por esos pasadizos, en la la niñez y adolescencia, por la cantidad de chaveas que éramos de diferentes barrios y hacíamos excursiones por esos pasadizos, como por Trápana, los Cortaos, Aguadú antes de que se hiciera la carretera de bajada, y como no La Plancha y su sifón., lugares inolvidables donde pasemos nuestra niñez y adolescencia.
Aunque lejos y metidos en muchos años, esos recuerdos son imborrables y usted me los ha vuelto a revivirlo
Muchas gracias querido chavea