Santander, Bilbao y Pamplona son algunos de los puntos de los que vienen las monitoras.
Dentro de las actividades que organiza cada verano el Centro María Inmaculada se enmarca también una colonia de verano de Cáritas. Playa, piscina, salidas y visitas culturales y de ocio y talleres y actividades llenan así las jornadas de 65 niños de hogares con condiciones económicas desfavorecidas.
Para la ocasión, las hermanas cuentan con la ayuda de 15 monitoras venidas desde distintos puntos de la península y que viven su primera experiencia como voluntarias con niños y en la ciudad. A estas chicas les ayuda Mohamed, un melillense que se podría decir que tiene controlados a los pequeños y al que escuchan con respeto y atención cuando se dirige a ellos.
Las monitoras aseguran que, antes de venir a Melilla, tenían una imagen con prejuicios de la ciudad en el aspecto de la inmigración y la valla fronteriza.
Bea, una estudiante pamplonesa de Magisterio, de 19 años, comenta a El Faro que la convivencia entre las culturas que se da en la ciudad le ha parecido “lo más positivo de Melilla”, puesto que le ha sorprendido el hecho de que una organización cristiana como la que lleva a cabo las colonias cuide de un grupo de niños de mayoría musulmana. Asimismo, esta voluntaria explica que está viviendo “una situación que no se ve en los barrios marginales de otras ciudades”.
Por otra parte, Carmen, onubense que estudia en Sevilla Ingeniería Industrial, asegura que lo que más le llena es “el cariño de los niños” y que una cosa que le sorprende mucho de la experiencia es que los chicos esperan en la puerta hasta 50 minutos antes de que empiecen las actividades, tal es su emoción. Asimismo, considera importante su labor, puesto que le llamó la atención el ver un niño que no había aprendido a usar el cuchillo para cortar el pescado.
Valla
A sus 20 años, otra de las monitoras, Celia, que estudia para auxiliar de Enfermería, comenta que le sorprendió, y para mal, cuando vieron por primera vez la valla. Dice que le causó tal emoción, que terminó llorando porque le parece “una injusticia”. Sobre los niños, asegura que “con 12 años parece que tienen 18” por las cosas que cuentan y por lo despiertos que parecen. Además asegura que con ellos, día a día, es feliz, puesto que se olvida del resto de problemas y deja toda la energía.
Por su parte, Cristina, de 23 años y que al igual que Celia es de Santander, estudia Formación Profesional en Educación Infantil. A esta voluntaria le ha sorprendido especialmente que lo prejuicios que tenía su madre sobre la ciudad le han resultado “todos falsos”.
Barco
Otra santanderina, Zaira, una joven que a sus 21 años estudia Atención a Personas Dependientes, comenta que le sorprendió la reacción de los niños cuando fueron de visita a ver el barco de Trasmediterránea que une la ciudad con Almería, puesto que iban atentos a todos los elementos.
Por otra parte, Maitane, una joven vasca, de Bilbao, de 20 años que estudia para ser auxiliar de Enfermería, comenta que le llama mucho la atención que los niños esperen incluso horas en la puerta del centro de cuánto les gustan las actividades.
Maitane también asegura que les llena el cariño y la atención de estos niños, puesto que están muy pendientes de todo lo que estas voluntarias hacen y se pegan a ellas como una sombra.