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Collalba rubia

La presencia de ciertas especies de aves migratorias nos indican con la puntualidad de un reloj en qué época del año nos encontramos. Éste es el caso de la collalba rubia (Oenanthe hispanica), pues la aparición de los primeros ejemplares por las laderas pedregosas de las colinas del cabo Tres Forcas indica sin lugar a dudas el final de la primavera y el comienzo del verano.

Plumaje para un paisaje ocre

En ese período concreto del año (primavera y principios de verano) la hierba que cubre estas laderas ya está agostada y el paisaje en general se torna entre marrón y ocre, salpicado por algunas manchas verdes de los arbustos de hoja perenne.

Las tonalidades del paisaje en estas fechas ayudan a que los colores de la collalba se fundan en él, haciendo una tarea difícil el descubrirlas mientras se alimentan en el suelo. El plumaje blanco tintado de ocre por la parte superior y recortado por las manchas negras de las alas y cabeza llamarían mucho la atención en los meses en los que estas laderas están verdes; está claro que la llegada de las collalbas rubias en esta época del año no es casual.

Las collalbas rubias eligen este paisaje para una tarea fundamental para ellas, la crianza, y sus puestas las realizan en el suelo, donde también se desarrollarán las crías. Está claro que el mimetismo en estos momentos es fundamental para su supervivencia.

Oteando desde los carrizos

A pesar del mimetismo, un hábito muy característico de las collalbas rubias las hace sin embargo muy visibles en momentos concretos del día: suelen posarse en oteaderos a poca altura del suelo desde donde observan el campo a su alrededor.

Estos oteaderos suelen ser tallos de plantas secas o carrizos, aunque prefiere estos últimos. También se les puede observar sobre rocas que emergen del paisaje lo suficiente para permitirles la observación.

Son los momentos ideales para observar la bella estampa de estas aves, recortada sobre el horizonte mientras el sol hace destacar aún más su blanco plumaje. No permanecerán en esta pose por mucho tiempo; son pajarillos muy activos y nerviosos y enseguida se moverán hacia otros posaderos o al suelo para alimentarse o vigilar su puesta.

Puesta en el suelo

Anidar sobre la tierra es una tarea peligrosa, y es importante para las collalbas jugar al despiste con sus depredadores y no dejar pistas sobre el lugar donde se encuentra su pollada. Suelen elegir los pequeños arbustos que salpican las colinas del cabo para realizar la puesta; estos arbustos sirven tanto para camuflar en lo posible la nidada como para proporcionarle sombra, algo muy importante en estos espacios abiertos castigados por el inclemente sol. También anidan al abrigo de las abundantes rocas de la zona.

Aunque se alimentan básicamente de insectos, también comen los pequeños frutos de los arbustos que les sirven de refugio, como lentiscos y labiérnagos, ayudando a diseminar sus semillas.

Duro invierno en el Sahel

Como está ocurriendo en general con todas las aves insectívoras, la población de collalbas rubias está decreciendo alarmantemente en las últimas décadas, debido a la agricultura intensiva y el uso de plaguicidas e insecticidas químicos que lleva consigo esta forma de explotar nuestros campos.

En el caso de la collalba rubia, también le ha afectado la grave sequía que padece la zona del Sahel, en el África transahariana, que es donde vive esta especie durante los meses de invierno.

Las huertas de cebada del cabo

Los campos de cultivo de Tres Forcas siguen explotándose por lo general de forma tradicional, y en muchas zonas todavía cultivan sólo dependiendo de la lluvia. Estos cultivos de secano son un hábitat ideal para la collalba rubia, que además realiza una función impagable al controlar de forma efectiva la población de insectos.

Esta relación entre los cultivos tradicionales y las aves insectívoras, en la que ambas partes se favorecen, permite que a las collalbas rubias y a otras muchas aves alimentarse y reproducirse en el cabo como lo hacían en la mayoría de las zonas rurales de España hace años. Por eso siguen eligiendo la península de Tres Forcas, año tras año, como lugar de veraneo.

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