TODOS los Héroes que “escriben” en este epistolario, son protagonistas morales y al mismo tiempo son mis tiernos cómplices. Las situaciones históricas que aparecen en el mismo, a veces son de la humilde poesía que me sale del fondo de mi alma, con el sedimento de mi melillismo como español que soy. Quien les escribe hoy es un Soldado de Infantería, y dice así:
“Queridos melillenses: Me llamo Federico de la Vega Martínez, y soy Soldado del Batallón de Cazadores de Arapiles nº 9. Nací en Barajas, provincia de Madrid, hace 21 años, y caí muerto en las estribaciones del Barranco del Lobo el 27 de julio de 1909. Desde ese mismo día estoy enterrado en el Osario del Panteón de Margallo. Les escribo esta carta porque tengo dos amigos, mayores que yo, que siempre paseamos por estos jardines: uno es Jerónimo Trigo, y el otro Juan Oliva. Jerónimo es de Toledo, y Juan es de Conil, de la provincia de Cádiz. Ambos tenían 45 años cuando murieron de varios disparos hechos desde el Garitón de la Alcazaba, cuando los tomaron por prófugos, creyendo que huían hacia el campo enemigo con los moros, pero dicen que en realidad era que iban a robar unas lechugas de los huertos cercanos al río. Eso fue el día 12 de noviembre de 1798. Cuentan que ellos fueron de los primeros que fueron enterrados en el Cementerio de San Carlos, y que el Vicario Eclesiástico D. Francisco Muñoz Gómez, fue el que pronunció el responso cuando los enterraban. Por otra parte, tengo que decir, que han venido a mi lado para que yo, de parte de ellos, escriba una carta en la que solicitan de ustedes el perdón. Ellos eran desterrados con largas condenas, que creían injustas. En sus rostros se les nota el arrepentimiento que tienen de sus pecados. Dicen que uno de los capitanes del Regimiento de Infantería de Granada, que estaba de guarnición en la Plaza, en aquéllos meses, podría atestiguar su amistad, como fue el buen comportamiento que tuvieron durante su cautiverio; pero claro: ¿quién sabe dónde se encuentran los restos de ese oficial?. A ellos los trajeron a La Purísima, junto a los restos del Cementerio de San Carlos, en la Alcazaba, en febrero de 1904.
Yo ruego que, cuando visiten a sus deudos, depositen en nuestras lápidas y panteones, una silenciosa oración que llegue hasta Dios, y perdonen a estos desterrados, que también participaron en la defensa de las murallas de nuestra ciudad, como lo hicieron muchos de ellos. Reciban un fuerte abrazo.”
Como ya saben es mi intención, que estas humildes “Cartas” que “escriben” los Héroes, sirvan de contradanza alrededor de las tumbas y Panteones, como laboriosas abejas portadoras del Polen Patrio, hacia ustedes que me leen. Yo procuro que las palabras que vuelco en ellas brillen como chispas de oro de ley, labradas en las Laureadas alcanzadas con todos los honores, en el campo de batalla.