Aunque estas humildes “Cartas” puedan parecer que pocas personas las leen, yo sé que nuestros Héroes sí que lo hacen, porque son ellos mismos los que las escriben para ustedes. La de hoy es de un Soldado de Caballería, y dice así:
“Queridos melillenses: Me llamo Florentino Moreno Pérez, y pertenezco al 5º Escuadrón del Regimiento Alcántara nº 14 de Caballería. Cuando prestaba mis servicios para asistir a los convoyes en la posición de Zeluán, caí mortalmente herido en la evacuación cerca de esa posición. Era el 3 de agosto de 1921 cuando, una vez que nos habíamos rendido y entregado las armas, como ocurrió en Monte Arruit, los moros de Abdelkrím, cobardemente nos fusilaron a mansalva, pegándole fuego a todo el poblado. La enfermería quedó reducida a cenizas, con los enfermos en su interior. Mi cadáver como los del Sargento, Miguel Rivero, el del Cabo de Ametralladoras, Emiliano Pajuelo, y el de mi entrañable amigo y compañero de fatigas, siempre voluntario, Tesifonte Expósito, entre decenas de ellos, quedamos esparcidos por los alrededores de la posición, y dados como desaparecidos. Debo decirles que, desde hace unos días, se comenta por los jardines de este Camposanto, que van a conceder la Laureada a nuestro Regimiento, y que seguramente la ceremonia va a ser en Madrid, cosa que no agrada a muchos de nosotros. En las escaleras del Panteón, el Coronel Manella, y el Comandante Berrocoso, ambos desaparecidos en el Barranco de Izumar, están saludando al Teniente Coronel D, Fernando Primo de Rivera, que cada mes de julio, desde aquél desgraciado año, viene de su sepulcro en la Península, para visitarnos. El Teniente Del Campo, del 5º Escuadrón, dice siempre de él, lo que Quevedo escribió sobre los jefes militares: “...Más quiere llevar el soldado los ojos en las espaldas de su capitán, que tener los de su capitán en sus espaldas,…”. Como todo el mundo sabe, nuestro Teniente Coronel Primo de Rivera, fue uno de los más gloriosos militares que ofreció su vida para salvar la de muchos compañeros heridos, en la retirada de Monte Arruit. Al Panteón, donde están algunos de los que cayeron en aquéllas posiciones, lo han dejado muy bonito, y muchos de los 400 soldados de mi Regimiento, desearían que la imposición de la Laureada debiera ser en su interior. Qué emoción sería para todos nosotros, y aún más, para los que descansan aquí, que desde sus sepulcros lo contemplacen llenos de emoción. Ahora estoy observando a Dª Juana Martínez, la Cantinera de Batel, que le está sonriendo a un Cabo con su corneta de llaves, que ensaya la diana floreada, la llamada de tropa, a formar, y de vez en cuando lanza al viento junto al Ángel de bronce, nuestra Potasilla. Creo por los uniformes y entorchados que se pueden ver, que varios generales han acudido al evento, como Marina, Margallo, Silvestre, Navarro, Pareja, Polavieja, Astilleros, y Pintos. Según nuestro Capellán: Campoy Irigoyen, nos dice que casi todos los Comandantes Generales que ha habido en Melilla están aquí saludándose entre ellos; y se ha sorprendido porque los Generales O´Donnell, desde la Iglesia de Santa Bárbara en Madrid, y Prim, desde su sepulcro de Reus, también han aparecido para estar presente en ese emotivo acto. También se pueden ver a los Hermanos de la Salle, y a los Capuchinos de El Pueblo, que fueron los que recogieron nuestros cadáveres insepultos, durante varios días, esparcidos en los alrededores de las posiciones. Pero lo que también emociona son los Soldados Presbíteros que transportaron los cadáveres de tantos compañeros, desde la puerta del Cementerio hasta las fosas, que ellos mismos cavaron rezando.
Siento de veras tener que dejarles, no sin antes darles un abrazo, con el ruego de que asistan al acto de imposición de esa alta condecoración a nuestro Regimiento. Reciban un fuerte abrazo.”
A mí solo me queda decir lo que este Héroe les pide: que acudan a ese acto. Tanto los que descansan en ese Panteón, como sus compañeros que los visitan, se lo merecen, y se lo agradecerán eternamente.