La Semana Santa es uno de los momentos más intensos y emotivos del calendario religioso de Melilla. Pero detrás de cada imagen que recorre las calles, cada paso, cada túnica, cada mirada devota, hay meses - incluso años- de trabajo y preparación.
Carlos Rubiales, segundo hermano mayor de la Cofradía Castrense de Nuestro Padre Jesús Humillado y María Santísima de la Piedad, revela a El Faro de Melilla los entresijos de la organización de una procesión. Una tarea única que combina logística, devoción, tradición y muchísima vocación.
"Una procesión tiene muchísimos palillos que tocar", comienza Rubiales con tono cercano, consciente del peso que conlleva esta responsabilidad. La frase, tan castiza como reveladora, resume el trabajo casi invisible pero esencial que hay detrás de una procesión.
La organización comienza con lo más sagrado: la imagen. "Tanto si es Cristo como si es Virgen, hay que preparar la imagen, luego el trono del paso y posteriormente entronizar la imagen en él". No se trata solo de estética o simbolismo: es un proceso donde cada detalle importa, desde el adorno floral hasta la estructura que sostendrá el recorrido penitencial.
Pero no solo se trata de imágenes. Una procesión se mueve gracias a decenas - a veces cientos - de personas que, en silencio o con música, forman el cortejo. "Hay que organizar quiénes serán los portadores, los nazarenos, quién llevará las insignias, entre otras cosas", apunta Rubiales.
Las insignias, tan simbólicas como necesarias, incluyen la cruz de guías, los faroles, los estandartes, la cruz parroquial y la bandera de la Cofradía.
Todos deben estar en su lugar, en su momento, en perfecta sincronía.
La uniformidad es otra clave. "La distribución de las túnicas tiene que estar perfectamente organizada. Todos tienen que ir debidamente uniformados", explica. No es cuestión de estética, sino de respeto al rito: "El desfile procesional tiene su rito y no puede ir uno haciendo lo que quiere", asiente Rubiales.
La coordinación de todo esto recae en la Junta de Gobierno de la Cofradía.
Rubiales detalla su estructura con la precisión de quien conoce a fondo cada engranaje. "Está el albacea de procesión, el prioste encargado de las imágenes y su mantenimiento, y el tesorero, que lleva las cuentas".
Y es que, como apunta el segundo hermano mayor, poner una procesión en la calle no es nada barato. "Flores, velas, túnicas nuevas o arregladas, todo eso cuesta dinero". A eso se suma la logística, que incluye incluso algo tan humano como "los bocadillos y el refresco para los cofrades después de la estación de penitencia".
Además, siempre hay que tener un 'Plan B'. Si el clima impide salir, la albacea general organiza una estación de penitencia dentro del templo. "Así cumplimos con la regla y los estatutos".
Lejos de lo que muchos podrían pensar, la organización no se limita a los días previos a la Semana Santa. "Podemos decir que todo el año se está encima", admite Rubiales. Hay enseres que deben mantenerse o renovarse, y eso no se puede hacer de un día para otro.
Pero el trabajo más intenso llega en Cuaresma. "Un par de meses antes empezamos a contactar con todas las personas que van a formar parte del cortejo procesional". Es el momento de la papeleta de sitio, un pequeño documento que no solo indica el lugar que cada uno ocupará en la procesión, sino que también se convierte en un recuerdo imborrable.
Una de las cuestiones más delicadas es la asignación de roles: ¿Quién va de portador?, ¿Quién de nazareno?, ¿Quién lleva la cruz de guía? Aquí, según explica Rubiales, se respeta la voluntad y vocación de cada cofrade. "El que quiere ser portador, se le da el atuendo de portador. El que quiere ir de nazareno, se le da su capirote. Otro quiere llevar la insignia y así sucesivamente".
Eso sí, las insignias suelen pasar de año en año a la misma persona, salvo que por algún motivo no pueda participar. "Entonces se busca a otra persona", aclara. Es un equilibrio entre tradición, voluntad personal y la organización interna de la cofradía.
No solo el alma se presenta para la estación de penitencia: el cuerpo también. "En algunas Cofradías hay ensayos previos, sobre todo las que llevan cuadrillas de costaleros". En la Cofradía Castrense, si bien predominan los portadores, también se organizan algunos ensayos.
A lo largo de la entrevista, queda claro que el papel de Carlos Rubiales no es el de un organizador. Como segundo hermano mayor, vive esta responsabilidad con pasión y humildad. Y aunque su cargo sea relevante, él mismo pone el acento en lo colectivo, en el trabajo en equipo y en el espíritu de la comunidad.
Cabe destacar que el alma de la Cofradía no la lleva solo una persona. Cada miembro aporta su tiempo, esfuerzo, fe y entrega para que, cuando llegue el momento de recorrer las calles de Melilla, las imágenes del Cristo y la Virgen sean acompañadas con el respeto, la solemnidad y la emoción que merece.
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