Dedicado a quienes la accionan, la hacen funcionar. Mujeres y hombres de los medios de comunicación arrastrados y arrostrados por esa marea constante de, sobre todo, información (la mayor parte intrascendente) partidaria que los políticos ofrecen, especialmente quienes gestionan el poder, aunque no solo.
Por lo general, por muy poco sueldo, ralo, y con mucha ilusión, esfuerzo y apego por la profesión, diariamente una avanzadilla de plumillas, cámaras y micrófonos acuden como pueden a las “fuentes de información” que de manera inmisericorde convocan, reconvocan, contraprograman, afirman, niegan, demonizan, ensalzan y desacreditan y en algunos casos, hasta anuncian, pero en parte no pequeña dicen realmente nada.
Esa es la realidad, una profesión en porción considerable “dedicada” a la vanidad y la expresión política (esa política que cabalga cada día más en la contradicción), cuando no y sin querer, a la desinformación que de ella emana. Especialmente a interés de la que controla el dinero, un dinero de todos, de toda la ciudadanía por otra parte, que ofrece todo un abanico de “verdades absolutas” sin el menor atisbo de autocrítica y que persigue la deconstrucción del espacio común.
Y así las cosas, un “ejército” que en su mayoría apenas llega al sueldo digno, ya que a las empresas que los afilian no le salen las cuentas, pese a la inyección pública publicitaria (ahí está la “trampa”, ya que condiciona) y sin la que difícilmente podrían subsistir; así las cosas, esa comunidad de profesionales (o que lo intentan ser) hace de caja de resonancia de las “virtudes” políticas y también de blanco de la ira cuando lo contado no es del agrado. Injusto. Como injusto es que la utilidad social y contrapeso, reconocidos y considerados de antaño, ha pasado, a fuerza de presión y en algunos casos de complicidad, a la utilidad de siglas partidarias y próceres de las mismas. Un espacio abonado para el discurso vocinglero y, por lo general unidireccional. La gran derrotada es la polifonía democrática en la que caben la igualdad, la interpretación, incluso la controversia, el diálogo, la variedad o la réplica.
De esta manera está establecido y así parece seguirá estándolo, pese a que no todas las fuentes informativas tratan por igual, el panorama de jóvenes profesionales del periodismo y no tan jóvenes se presenta difícil e impredecible; el futuro, vacilante. No es un mensaje distópico, es simplemente un reflejo de lo que acontece a mujeres y hombres a quienes la precariedad y las condiciones en su desempeño les mal acompañan, pese a la digna tarea de contar el día a día de la vida de un espacio general.
Son el eco de mucho de lo que sucede en la sociedad y que es positivo o negativo, pero real; también, porque va en el sueldo, en el altavoz de la cacofonía política, tan frecuente y que incrementa volumen tan pronto se acercan fechas de confrontación, que son las más.. Al menos, ya que justo no es, prevalezca el respeto y la consideración y que no les falte. Bajo esa cacofonía, hay una mayoría social amable, con gente afable, diversa, mosaico dentro de una sola comunidad de ciudadanos y siempre dispuesta, pese a la dificultad, a intentar mirar con certidumbre al futuro.
Las redes sociales cambiaron el panorama, sin duda, de la comunicación y lo que fue una gran familia, con sus cuitas, de gente de la prensa no vive el mejor de sus tiempos, injusto. Ojalá la injusticia no tome más ventaja.