Ya está aquí, un año más, la Feria de Melilla, que se presenta apasionante como de costumbre.
Se trata de un evento muy esperado por los ciudadanos locales durante todo un año, prácticamente desde que termina la edición anterior.
Empezó ya el sábado y, durante ocho días completos –hasta el próximo domingo-, los melillenses podrán disfrutar de tapas y bebidas y diversas otras actividades, como actuaciones musicales y humorísticas, la mayoría de ellas –aunque no todas- concentradas en la Caseta Oficial, que cada día ofrece un programa distinto.
Aprovechando que los niños no tienen clase por la tarde todavía, a ellos se les reservan las atracciones, cacharritos o como se les quiera llamar, que es algo de lo que no tienen la posibilidad de disfrutar durante el resto del año.
De esta forma, todo en conjunto, se puede asegurar sin temor a equivocarse que el momento de la Feria se espera con ilusión por parte de la población melillense, que sigue, así, la tónica de otras ciudades españolas, sobre todo del sur y más concretamente de las andaluzas –con Sevilla y Málaga, probablemente, como ejemplos más paradigmáticos- en cuanto a la tradición de celebrar ferias en estas localidades.
Además, al cabo de estos años, los ciudadanos melillenses ya se han acostumbrado a que la Feria esté situada en la Plaza Multifuncional de San Lorenzo y no en el Parque Hernández, que además, por ser más céntrico y estar más cercano a los edificios, provocaba mayores molestias a los vecinos de la zona.
Son pues, estos, unos días de gozo y algarabía. Son unos momentos para disfrutar y pasarlo bien, para jolgorio y alegría, pero siempre intentando, eso sí, que reinen la paz y la concordia y que no se produzcan más problemas de los necesarios ni altercados que obliguen a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado a intervenir para evitar que sucedan cosas extrañas.
Es importante que todo el mundo recuerde que hay que divertirse, claro que sí, pero también saber comportarse correctamente y ser respetuosos con los demás, puesto que una cosa no está reñida con la otra.
Hay que confiar, por tanto, en el buen comportamiento ciudadano. Así todo el mundo saldrá ganando y se recordará la Feria como lo que debe ser en todo momento: un lugar de diversión para todos, sin excepciones, y que deje su impronta tanto en los melillenses como en los visitantes de la ciudad.