Cuando en política no se tiene mucha experiencia lo mejor, desde luego, es ir dando pasos de plomo para no resbalar. Algo que, por supuesto, le ha faltado al director territorial del Ministerio de Educación, Juan Ángel Berbel, con todo lo relacionado con la polémica de la escolarización.
Después de distintos años como director de instituto ha decidido dar el paso y hacerse cargo de la Dirección Territorial. Es como David y Goliath, pero bueno es que los ciudadanos no den su espalda a ocupar cargos públicos, ahora que tan denostado está el servidor público.
Porque no nos olvidemos que Berbel está haciendo política y política con un Gobierno socialista. Eso no es malo ni bueno, pero aquí no se está únicamente en la gestión y encerrado en una burbuja donde es imposible que te afecten los avatares que se viven en la calle. Desde un instituto, por supuesto, las cosas se ven de manera distinta, pero cuando se baja a la arena política, lo primero que se va a dar cuenta es que los peores enemigos son los de tu misma casa, no digamos ya los de enfrente.
Berbel ha pecado, desde mi punto de vista, de ‘pardillo’. No ya en una cuestión tan trascendental como es la escolarización. No quiero entrar en esta cuestión más, porque soy partidario que el Gobierno autonómico presente una demanda en los tribunales y sea un juez quien dictamine si se han cometido ilícitos penales como prevaricación o malversación. Porque aquí ya no estamos hablando de más o menos alumnos, hablamos de cuestiones distintas que afectan a la propia esencia de Melilla.
Y digo que Berbel ha pecado de ‘pardillo’ porque nunca he visto a un cargo público cometer tal aberración en una afirmación al manifestar que los hijos de los cinco mil trabajadores transfronterizos tienen derecho a la escolarización en Melilla. ¿Se puede decir tal sandez sin ser cesado a los pocos minutos por la delegada del Gobierno? ¿Se puede permanecer un minuto más en el cargo, aunque luego se rectificara a última hora de la noche? ¿Sabe lo que estaba diciendo? ¿Entiende que de haberse llevado a la práctica su intención, lo mejor era coger las maletas y tomar el primer barco en dirección a la Península?
El director territorial del Ministerio de Educación ha metido la pata, pero una tras otra. Su respuesta al Gobierno de Melilla tenía que haber sido, si de verdad creía que tenía razón, con papeles en la mano. Y no ha sido así. Se sale por peteneras con distintas cuestiones como el escándalo o el intentar llamar la atención.
Por favor, señor Berbel, la próxima vez piénsese dos veces cuando hable. Porque cuando dijo la burrada de que los hijos de los cinco mil trabajadores fronterizos tienen derecho a ser escolarizados en Melillas, se le llamó por teléfono y se le preguntó si sabía perfectamente lo que manifestó y se ratificó. Sin embargo, por la noche, como alguien debió tirarle de las orejas, rápidamente dio marcha atrás.
Ha perdido toda la fuerza porque en política no se puede ir como un tren sin freno, a toda velocidad y sin importar lo que uno se lleve por delante. Lleva dos meses en el cargo, no sabe, por supuesto, lo que aún le queda por sufrir.