No hay motivos para dudar de la sinceridad de nuestros representantes políticos cuando aseguran que Marruecos está colaborando en la lucha contra la inmigración ilegal y en mejorar la seguridad y fluidez de tránsito en la frontera. Si así lo dice el delegado del Gobierno y todo representante del Ejecutivo central que visita nuestra ciudad, tienen que estar convencidos de que es cierto. En cualquier caso, también es verdad que esa colaboración del país vecino no es suficiente. Así lo demuestran los acontecimientos de las últimas semanas en Melilla y en Ceuta.
Quizá antes de hablar de colaboración marroquí deberíamos hacer comprender a nuestro vecino que la inseguridad en los pasos fronterizos y en la valla es un asunto que perjudica a ambos países. Mientras no lo entienda así, va a ser difícil buscar soluciones definitivas o, al menos, conseguir su fiel colaboración en la búsqueda de las mismas. Es cierto que la inmigración ilegal no es un problema originario de Marruecos. Al igual que Melilla, es un territorio de paso hacia Europa. Pero nuestro vecino viene utilizando este asunto como un elemento de peso en la mesa de negociaciones. Tiene el control sobre el grifo. Sólo así se explica que un mismo día y con sólo una hora de diferencia, en ambas ciudades autónomas las fuerzas policiales marroquíes se vean sobrepasadas por los inmigrantes y éstos consigan llegar a territorio español de forma masiva.
Cuando ocurren este tipo de hechos siempre se señala a las mafias de la inmigración que actúan en territorio marroquí. Estas organizaciones mafiosas son supuestamente capaces de organizar verdaderas avalanchas de inmigrantes. Eso nos dicen nuestros representantes políticos, pero no sabemos qué está haciendo Marruecos para detener a sus cabecillas. Resulta muy difícil hacer memoria para tratar de recordar cuándo las autoridades policiales del país vecino han conseguido desarticular alguna de estas bandas mafiosas.
Falta ‘motivación’ al otro lado de la frontera. Las excusas de la falta de medios y de la dificultad para poner fin a la actividad de estas organizaciones delictivas caen por su propio peso cuando el problema a resolver es mucho más sencillo. Es el caso del último apedreamiento registrado ayer en la frontera de Beni Enzar. Los autores de esta acción están plenamente identificados, son reincidentes y pueden ser localizados con facilidad en Marruecos. ¿Por qué no los arresta la Policía marroquí? La pregunta queda en el aire cada vez que llueven piedras, botellas o cualquier otro objeto sobre los agentes españoles que trabajan en la frontera.
Si realmente Marruecos está decidido a colaborar con España en dotar de mayor seguridad a nuestra frontera común, debería empezar por despejar la denominada ‘tierra de nadie’. Mientras esto no ocurra, podemos pensar que nuestro vecino tiene intención de colaborar, pero aún no se ha decidido a hacerlo.