Resistir ante un verano inclemente y sus efluvios desde la esperanza en que perderá vigor y permitirá templanza. Si aún hay quienes piensan y proclaman, con tal de llevar la contraria, que el clima no ha cambiado, es que viven en la “tontez” a jornada completa. No es imprescindible el conocimiento de la ciencia para entender y padecer lo que la experiencia de vida delata.
Plantar cara a un verano preso también del gran espectáculo de las urnas que, a doble capítulo, a fuerza de las emociones y pasiones, ha socavado aún más esa fractura que divide pueblos, ciudades, comunidades y, al fin y al cabo, España. Un ‘show’ enorme del ha sido prácticamente imposible inhibirse y quedarse ajeno a sus consecuencias.
España se convirtió en un enorme plató de representaciones por doquier; plazas públicas, las propias instituciones, cafeterías, medios de comunicación tradicionales o las redes sociales (singularmente estás últimas) buscaron y acapararon la atención de cualquiera que quisiera prestarla e incluso sin querer. Imperó la “medioverdad” como fórmula para desdecirse o matizar si viniera al caso por conveniencia.
Se espoleó la memoria incompleta para seleccionar los hechos objetivos en su beneficio, obviar los contraproducentes y elogiar los oportunos. Esa memoria mutilada que nos es más que abrevadero de lo injusto, la antítesis de la política institucional y que tanto alimenta el resentimiento, incluso el odio.
Hasta el extremo se ha perdido buena parte de la oratoria reflexiva salvo excepciones (que no está reñida con lo ameno) en beneficio de la divagación y la propaganda; el grito, la vulgaridad, el insulto y hasta la recurrente mentira. Promocionado cansinamente el ataque a los argumentos del contrario en detrimento a la defensa de los propios, poco se sabe de la solución a los problemas que de verdad importan. Esos que están más allá del reparto de poder y que en su tozudez aguardan.
La cultura de “conmigo o contra mí” predomina, poco o nada se amplían los márgenes; prietas las filas, al mismo paso y con la misma y repetitiva oración. Pese a todo, lo positivo es poder seguir votando, es arriesgado elegir pero imprescindible poder hacerlo. Cuando este escrito aparezca habrá sucedido ya el tórrido segundo asalto en las urnas. Vencedor indiscutible o resultado que abre el concurso de la negociación estarán ya creando expectativas.
Si de pactar fuese la consecuencia del recuento, cabría recordar que ese verbo, en otros tiempos, significaba acercar posturas, competir en la cita electoral con claridad en la unión y en la búsqueda de un objetivo común. En estos, en los ahora, previamente se han amenazado los futuribles socios, vilipendiado y ninguneado incluso, para llegar, pasado el escrutinio, al acuerdo y causar no poca perplejidad. Para ello, los términos ‘transversal’ o ‘matemática de Estado’ son tendencia.
Poner por delante el noble argumento de la necesaria estabilidad política para poder gestionar los intereses de la gente, dada la polarización y antagonismo interesados, es en buena medida blanquear aquello de no renunciar nunca al poder. Clima y doble encuentro con las urnas llevan a seguir arrostrando un verano que en su medianía augura no ceder ni en temperatura ni intensidad.