Tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial (1-IX-1939/2-IX-1945), la Península Ibérica había quedado al margen de los acuerdos democráticos europeos promovidos por Estados Unidos, la potencia de moda en el escenario internacional. O lo que es igual: ‘Democracia para todos, pero desde los Pirineos hacia el Norte’.
De este modo, España y Portugal quedaron visiblemente a su suerte. Y como no podía ser de otra manera, durante décadas los demócratas occidentales toleraron ambas dictaduras que tarde o temprano habrían de llegar: primero, la correspondiente a Francisco Franco Bahamonde (1892-1975) y segundo, la declarada por Antonio de Oliveira Salazar (1889-1970).
A ello hay que añadir que este territorio ubicado en el suroeste de Europa, Portugal, se hallaba sumido en un laberinto colonial para conservar las posesiones africanas. Eran básicamente Mozambique y Angola, demarcaciones que heredaron la proyección de los movimientos de descolonización del momento. Además, el país estaba enfrascado en una crisis económica y política de envergadura.
Lo cierto es, que los remiendos de la dictadura afianzada desde 1933 y todo lo que arrastraba consigo, continuaba corroyendo y las últimas elecciones democráticas quedaban lejos, allá por el año 1925. Si bien, con lo que a posteriori habría de suceder, sería posible que las provincias portuguesas no europeas, menos Madeira y Macao, adquiriesen su independencia antes de concluir el año 1975. Así, despuntaron cinco nuevos estados: Cabo Verde, Guinea Bisáu, Mozambique, Angola y Timor Oriental.
En otras palabras: la sociedad portuguesa tachaba y condenaba esos combates, a pesar de que el chisme del régimen removía el simulado espectro del avance de España sobre Portugal si se extraviaban las colonias. Y entretanto, un número considerable de mozos lusos desaparecieron para esquivar su ingreso en el ejército.
Por lo demás, el Servicio Militar Obligatorio se extendía durante cuatro interminables años distribuidos dos en Portugal y el resto en las antiguas colonias. O séase, aquel contexto retrataba un régimen socavado por empecinarse en un sistema de retraimiento y en esas campañas coloniales en tierras africanas sin perspectiva alguna. Con lo cual, la sociedad estaba frustrada.
Adelantándome a lo que fundamentaré, el modus operandi revolucionario que por entonces se activó, fue mucho más frenético y menos apasionado que aquella primera jornada de ficticia libertad. Portugal, experimentó un desasosiego social y político permanente durante diecinueve largos meses, mientras acaecían los gobiernos, las cuantiosas manifestaciones y las cantinelas de sables. Primero, António Sebastiäo Ribeiro de Spínola (1910-1996), renunciaría en 1974 tras desenmascararse sus frivolidades golpistas antirrevolucionarias. Segundo, Otelo Nuno Román Saraiva de Carvalho (1936-2021), franquearía diversos meses en la cárcel en los inicios de 1976, culpado de incitar una malograda insurrección de militares de izquierdas. La maniobra ideológica del adalid del ‘25 de Abril’ fue tan brusca como los mismos sucesos.
“Uno de los merecimientos de la Revolución de los Claveles residió en la capacidad de ensamblar fuerzas concéntricas por un bien común: la democracia”
Me explico: pasó de salvaguardar puntos de vista socialdemócratas a respaldar concepciones sediciosas que no eran las preponderantes en la compleja coalición gobernante. A mediados de los años 80 fue castigado a dieciocho años de prisión por sus vínculos con el grupo armado ‘Fuerzas Populares 25 de Abril’, una inculpación que Saraiva contradijo en todo momento. Posteriormente, hubo de consumar cinco años de prisión y después sería amnistiado por decisión del presidente Mário Alberto Nobre Lopes Soares (1924-2017).
Este último, gran estratega militar, al idealista de la Revolución de los Claveles (25/IV/1974) no le iría tan bien las cosas como le hubiese gustado en la palestra política. Se convirtió en aspirante presidencial en dos circunstancias y en ambas acabó chasqueado. Con el transcurrir de los trechos, los curtidos ‘Capitanes de Abril’ serían discriminados por las instituciones y la fuerza política. Pero su legado persiste vivo medio siglo más tarde, porque la reminiscencia democrática en Portugal extrae del baúl de los recuerdos aquel aire fresco que trajeron los claveles.
Con estos antecedentes preliminares, Portugal, un estado europeo rezagado y quebrado por el régimen dictatorial de rasgos fascistas, y ferviente sirviente de los intereses de la burguesía conducido por Marcelo das Neves Alves Caetano (1906-1980), que ya no se prestaba a los deberes del capital industrial y financiero de los bancos, y como inicialmente he expuesto, con varias colonias en África y Macao, en Asia, estaba sesgado por movimientos guerrilleros que pretendían la independencia.
Ni que decir tiene, que aquello significaba considerables fallecidos civiles y militares, además del asesinato en Guinea Bissau del líder guerrillero Amílcar Lopes da Costa Cabral (1924-1973), que había producido un sinfín de inconvenientes al Gobierno. Sin soslayar de este entorno, que los lances en África suscitaron toda una cadena de colisiones entre la sociedad civil y la élite castrense.
El patrón económico patrocinado por el Gobierno, asentado en la autarquía, o digámosle, autosuficiencia, más la exportación de materias primas provenientes de las colonias, hacía que Portugal errara y anduviera como el territorio más indigente de Europa Occidental y causara una fuerte emigración, fundamentalmente, en dirección a Estados Unidos, Venezuela, Francia y Alemania Occidental.
Y mientras tanto, en 1973, el Movimiento das Forças Armadas (MFA), establecen en Viana del Alentejo una coordinadora o Movimiento de Capitanes que no pasarían desapercibidos.
Este movimiento fue encabezado por Saraiva, Vitor Alves y Vasco Lourenco que, a su vez, idearon un sumario llevado por Meló Antunes, en la que se planteaba un vaivén hacia el socialismo y en los que se abrazaban medidas para bregar por la independencia de las colonias, pugnas por los valores y no por intereses particulares, convocar elecciones libres para una Asamblea Constituyente, libertad de asociación y reunión, plasmación de un Gobierno Provisional y competir contra el analfabetismo imperante.
Aquello moldeaba una inclinación en el seno de las Fuerzas Armadas que tenía claro que la vía adecuada encarnaba el colofón de la dictadura, encaminado a la toma de la democracia. En una época en la que la aldea global sufría golpes y alzamientos perpetrados por integrantes de los Ejércitos, pero los portugueses acreditaron que los tópicos eran dañinos.
Como ejemplo, en 1974, un grupo de oficiales del MFA promueve un golpe de Estado en Caldas de la Reina, pero falló y acarreó que la política de Caetano agravara todavía más la represión en el interior del Ejército, decretando arrestos y envíos a varias guarniciones. Los jefes de la organización ilegal estaban convencidos que era indispensable la toma y destitución del Gobierno y los poderes del Estado para deponer el régimen, resultando inadmisible una salida negociada y pacífica para avalar el éxito inmediato y esquivar una guerra civil y precipitar los objetivos del levantamiento.
Alcanzado el día 25 de abril a las 00:00 horas, repiquetea en Radio Renascenca Grandola, la tonadilla incendiaria del cantante Jose Afonso, ‘Vila Morena’, cuya difusión estaba totalmente prohibida por la Ley del Gobierno. Era el segundo indicativo convenido por el MFA para hacerse con las posiciones estratégicas de Portugal, mediante un rosario de conexiones militares resueltas por un puesto de mando fijado por el mayor Saraiva en el Cuartel del Pontón (Lisboa). Los amotinados junto al Gobierno de la dictadura realizan por la frecuencia varias apelaciones a la serenidad y a quedarse en las viviendas, pero repentinamente la urbe se lanza a las calles para recibir la Revolución.
En medio de este paisaje turbulento y con la población ocupando los pasos y avenidas, una camarera que volvía a su hogar con flores que a la postre iban a ser dadas a los concurrentes de un convite, un soldado le llama la atención solicitándole un cigarrillo desde un tanque en la plaza de Rossio, donde los carros de combate aguardaban consignas en una alerta oprimida desde altas horas del anochecer.
Como era de esperar, la mujer le entregó una flor y éste no tuvo otro impulso que colocarla en el cañón de su fusil. Gesto que sus acompañantes reprodujeron al unísono, haciendo lo mismo como lema de que no deseaban hacer uso de las armas.
Lo que seguidamente surgió, por todos es sabido: se diseminó como la pólvora esta acción y dio origen a la designación con que la revuelta surcaría en la Historia: ‘Revolución de los Claveles’. Años más tarde, esta expresión encarnada brota en la República Portuguesa.
Los minutos pasaban desde aquel intervalo imborrable de aquel 25/IV/1974 y el presidente del Gobierno, Caetano y el resto del Gabinete, nulos para reprimir el curso de los acontecimientos, se cobijaron en el Cuartel del Carmo (Lisboa), rodeado por el MFA y ayudado por una masa de manifestantes, mientras los notificados del Movimiento das Forças Armadas decían tener intervenida la nación.
Tras el ultimátum dado de dieciséis horas, el Gobierno totalitario acaba cediendo con la rendición ante el general Spínola, uno de los jefes del MFA, quien se presentó en el Cuartel del Carmo para corroborar la resignación del presidente. Caetano subrayó literalmente a Spínola que capitulaba con el Consejo de Ministros ante un militar, “para evitar que el poder caiga en la calle”. Inmediatamente fue apartado con los que habían sido sus ministros en medio de la aclamación de la muchedumbre.
Horas después, con la interposición de Estados Unidos y algunos actores europeos, Caetano y los ex ministros fueron autorizados por el Gobierno revolucionario a volar hasta las Islas Azores, desde donde exiliados viajaron a Brasil.
Pasado el mediodía, integrantes de las Fuerzas Armadas bajo la autoridad del presidente en funciones, Spínola, detuvieron a altos cargos del Gobierno destituido sin resistencia alguna. Igualmente, el Ejército restaura el control de los acuartelamientos de Lisboa, donde todavía se oponen algunos oficiales fieles al ex presidente que rehúsan admitir el nuevo Gobierno. Dichos mandos se entregan sin obstáculo, en tanto horas antes la mayoría de soldados y suboficiales ya habían contemplado la legalidad del Gobierno. Amén, que las repulsas más tenaces a la insubordinación se hacen sentir en los sectores de la Policía Internacional y de Defensa del Estado Novo (PIDE). El resultado es cuatro fallecidos y los que aún alientan el régimen escapan a España y Brasil.
Acto seguido se pone en libertad los encarcelados y se exige el regreso de los desterrados políticos y se instaura una Junta de Salvación Nacional tutelada por Spínola. A su vez, vuelven los líderes de los partidos socialistas como Soares y el comunista Alvaro Cunhal. En paralelo, se articula un Gobierno Provisional que emplace a Elecciones Libres para una Asamblea Constituyente, así como la libertad de asociación y reunión.
Meses después, Spínola, contrae las riendas de la República, el Gobierno lo conforman ministros del Partido Socialista (PS), además del Partido Popular Democrático (PPD) con miembros moderados, fascistas y socialdemócratas; Partido Comunista (PC); Movimiento Popular Democrático (MPD-CDE) y cinco independientes y un militar. Asimismo, se originan ocupaciones de tierras en el Alentejo, se configuran asociaciones y se presiona a las fuerzas políticas para que emprendan una Reforma Agraria.
De esta manera, el MFA se desmenuza en tres grupos ideológicos. El primero, procomunista, precedido por Vasco Gonsalvez; el segundo, con influjos socialistas, lo manejan Lorenzo y Melo Antunes; y el tercero, bautizado como Poder Popular, posee proyecciones con el ideal chino. Además, interviene el Partido Revolucionario del Proletariado y el Movimiento Izquierda Socialista. Sin inmiscuir, que en los grupos de Poder Popular constan diversas formaciones de carácter libertario como la LUAR.
En el primer trimestre de 1975, el flanco de oficiales comunistas perteneciente al Movimiento das Forças Armadas junto al Partido Comunista, incurren en otro golpe de Estado y declaran la apertura de la transición al socialismo. Tal es así, que después de medio siglo, el 25/IV/1975, se formalizan las Primeras Elecciones Libres para designar la Asamblea Constituyente totalizada por numerosas fuerzas políticas, afincándose una democracia parlamentaria de corte puramente occidental.
En las postrimerías de este mismo año aumenta el endurecimiento contra el MFA, al igual que la derecha encabeza una llamada de apoyo a Spínola, el Gobierno de Gerald Ford asiste a las fuerzas burguesas por medio de Frank Carlucci, diplomático de Estados Unidos que aterriza en la capital portuguesa con ochenta agentes de la CIA, hasta reunirse con oficiales golpistas e instalar centrales de escucha telefónica.
En cuanto a la clase obrera y las fuerzas populares, ambas se abren a la movilización ante la certeza de otro golpe de Estado de la derecha, mientras el MFA impide una manifestación que se autodenomina ‘mayoría silenciosa’. Dándose la coyuntura del arresto de figuras fascistas involucradas en el plan del golpe de Estado y Spínola es forzado a renunciar y ser reemplazado por Costa Gomes.
Durante los años subsiguientes transcurren cinco Gobiernos Provisionales de distintas radicalidades con violentas refriegas entre derechas e izquierdas. Mientras en el Norte existen posiciones más derechistas y anticomunistas. Toda vez, que se nacionaliza la Banca Colonial y la amplia mayoría de la industria, con el matiz que se distribuyen las posesiones de los latifundios. La revolución auspicia la lucha en las vertientes política y económica y se acciona la clase trabajadora, particularmente, las grandes sociedades industriales que se encargan y autogestionan los mercados. En el campo, el campesinado ocupa tierras y compone tribunales populares sucediendo a las fuerzas policiales. Y cómo no, se introducen comisiones autónomas que eluden el control de las fuerzas tradicionales y no se injerta su poder a los aparatos del Estado nuevo.
Sobraría mencionar en estas líneas, que los protagonistas incontrastables de la Revolución recayó en las clases trabajadoras. El desarrollo económico durante los tiempos de dictadura ayudó a la acentuación y transformación de esta estratificación. En su conjunto, estableció otras parcelas productivas. Llámense los transportistas, empleados bancarios y obreros comerciales, que adquirieron un papel determinante desde su visión estratégica, demostrando la capacidad congruente para tantear aclimatar un orden social novedoso, en afinidad con el pueblo pobre y los vecinos de las metrópolis y alrededores. Otra esfera de la industria flamante cae en la parte periodística y de las artes gráficas en las que acaecerán diversos problemas.
“Desde aquella efeméride que sellaría el devenir de este país, Portugal es como una vidriera que se abre a la ráfaga del centelleo de los valores democráticos”
Tras diecinueve meses de avance revolucionario, las vicisitudes del 25/XI/1975 imprimieron el punto de inflexión contra la Revolución y dio paso al declive de las movilizaciones. Los Gobiernos sucesivos retoman el proceder anterior pretendido por Spínola, llevando más allá un método económico según las líneas maestras y con el soporte técnico y económico del Fondo Monetario Internacional. Un plan de ajuste que subsistió casi una década, contra las realidades laborales y sociales de las clases trabajadoras, lo que reporta a una crisis económica y de exclusión social.
Dicho esto, la frustración y el infortunio de la Revolución Portuguesa se transfiguró en una especie de superación del imperialismo estadounidense y la socialdemocracia europea, invirtiendo la consonancia de fuerzas a su favor, el de la derecha y el poder económico en Europa. Curiosamente, el Gobierno de Franco entreveía con desvelo lo que resultaba al otro lado, pero continuaba inmerso en dilemas complejos pendientes por disipar. La sucesión de éste, más las corrientes sindicales que se lanzan a convocar huelgas, la muerte de Carrero Blanco, los fusilamientos de integrantes del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP) y ETA, más un calco potencial en el Ejército de la Unión Militar Democrática, fueron sucediéndose para crear el caldo de cultivo del régimen político dictatorial, autoritario y corporativista.
Finalmente, es preciso hacer mención a la labor de la República de Cuba en la Revolución de los Claveles. Aunque directamente no mantuvo participación, secundariamente tuvo mucho que dictar. Desde 1965, abogó por el adiestramiento de cuadros guerrilleros de los movimientos de liberación que repelían al Estado Novo. Así, abrieron brecha los caboverdianos a los que le acompañaron guineanos, angoleños y mozambiqueños. Aparte de en torno a unos seiscientos cubanos lucharon junto al Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde en Guinea Bissau contra el Ejército luso, al igual que un grupo en Angola durante una etapa menor.
Conjuntamente, en Cuba se ejercitaron componentes del brazo armado del Partido Comunista portugués, denominado Acción Revolucionaria Armada, que consumó varios atentados y episodios de sabotaje. Y en 1976 la ultraderecha portuguesa con el beneplácito de la CIA, cometió un virulento ataque contra la embajada cubana en Lisboa, en desagravio por las operaciones cubanas contra el Estado Novo que segó la vida de dos diplomáticos.
Desde aquella efeméride que sellaría el devenir de este país, Portugal es como una vidriera que se abre a la ráfaga del centelleo de los valores democráticos. Comienzan a liberarse los presos políticos y se dispone una Junta de Salvación Nacional. A la par, se demanda la torna de los exiliados políticos y con ello los líderes de los partidos socialista y comunista. Pero lo más importante estaría por producirse, se da luz verde al Gobierno Provisional, tal y como determinaba la hoja de ruta de los militares y se les confía que emplacen a Elecciones Libres para una Asamblea Constituyente.
No cabe duda, de que el pulso encrespado entre los sectores más izquierdistas y moderados no quedaron al margen, finiquitado con el triunfo de estos últimos. Una vez que los fascistas desaparecieron, el horizonte comenzaba a clarearse. Y es que, uno de los merecimientos de esta Revolución estuvo en la capacidad de ensamblar fuerzas concéntricas por un bien común: la democracia.
La actual Constitución de la República Portuguesa, adoptada por la Asamblea Constituyente el 2/IV/1976 y en vigor a partir del 25/IV/1976, ratificó el camino democrático con una atmósfera progresista, pero moderada. Aunque como se ha explicado derivaron cinco Gobiernos Provisionales de distintas radicalidades y con choques bruscos, se transitaba hacia el nuevo Portugal. Es decir, forjándose la arquitectura del Servicio Nacional de Salud y del Sistema Educativo, nacionalización de la Banca Colonial y la industria, tierras de latifundios distribuidas, progresos en derechos laborales, renovación de las Fuerzas de Seguridad por cuerpos democráticos, y así, un largo etcétera.
Hoy por hoy, cincuenta años más tarde de consenso democrático, la extrema derecha se ha erigido en las Elecciones de 2024 como la tercera fuerza. La inesperada renuncia del socialista António Luís Santos da Costa (1961-62 años), es la réplica descifrada en adelanto electoral cuyo efecto ha avivado un cimbronazo político.
En consecuencia, pasadas cinco décadas desde la detonación de la Revolución de los Claveles, se inauguró la aportación civil en política y la rehabilitación de las libertades y derechos, que progresivamente iría esculpiendo el fin de un gobierno de facto y el retorno a la democracia tras años de autoritarismo y represión. Un suceso indeleble en el imaginario colectivo de los portugueses que soterró, entre flores y abrazos, la dictadura más imperecedera del Viejo Continente.
Una vez dislocada la Segunda República Portuguesa, denominada con posterioridad, República Corporativa o Estado Novo y sus aparatos represores, el poder se facilitó a la sociedad civil y los militares declinaron a las responsabilidades políticas. Por otra parte, Portugal, sensata con el compromiso de sus espacios coloniales al conferirles la plena independencia, sin ambicionar instaurar un sistema neocolonial con el que además de desenvolverse con peso político, las empresas hubieran conservado el control de los medios estratégicos de las concernientes economías.