Hoy la colaboración de Marruecos, que el Ministerio del Interior no se cansa de calificar como “ejemplar”, es más creíble, pero sólo un poco. Por fin la Policía del país vecino hace algo más que contemplar las agresiones a los agentes españoles. No es posible asegurar con contundencia que los gendarmes actuaran con la diligencia que se espera de unos agentes con los que queremos llegar a alcanzar una cooperación sincera, pero al menos no asistieron impasibles a los hechos, con las manos en los bolsillos, como suele ser habitual en ellos.
La Delegación del Gobierno explicó ayer que un individuo que pretendía entrar en Melilla y que fue rechazado por falta de documentación la emprendió con los agentes españoles, como viene siendo corriente en los últimos días. En esta ocasión, al lanzamiento de las tradicionales piedras y diversos objetos contra los policías y guardias civiles se sumó una navaja. Siempre según la versión de la Delegación, el autor de este supuesto atentado fue arrestado por los agentes marroquíes y presumiblemente llevado ante la autoridad judicial del país vecino. De ser así, ahora sólo falta que esos tribunales actúen contra este individuo con la misma contundencia que si las víctimas de su ataque hubieran sido marroquíes y con las mismas garantías judiciales que si fuera a ser juzgado en España.
En cualquier caso, el solo hecho de que los agentes del país vecino actuaran ayer para detener o dificultar el ataque contra los policías nacionales y guardias civiles ya es un paso adelante. En circunstancias normales, la detención de un individuo que atenta desde su país o desde la conocida como ‘tierra de nadie’ contra la autoridad del país vecino nunca sería noticia. Entraría dentro de los hechos previsibles, normales y lógicos, pero hay que tener en cuenta que las relaciones con Marruecos, al menos hasta ahora, no son siempre previsibles, a veces son insólitas e incluso llegan a rozar el absurdo. Así hay que calificar los hechos ocurridos el pasado 12 de octubre. Ese día los agentes de la Policía Nacional del puesto de Beni Enzar colaboraron para salvar la vida de un niño español al que se habían negado a atender los agentes marroquíes.
Las relaciones con Marruecos mejoran. De eso parece que no hay duda, pero aún están lejos de ser “ejemplares”, como insisten los responsables del Ministerio del Interior. Y si no lo creen así, que se lo pregunten a la madre del pequeño que tuvo que ir a la carrera desde el lado marroquí de la frontera de Beni Enzar hasta el puesto español para que su hijo fuera auxiliado. Llegó con el niño en brazos, el pequeño no podía respirar, tenía los ojos hinchados y la cara amoratada. Sin duda, el término “ejemplar” no sería el utilizado por esta mujer para describir el comportamiento de los agentes marroquíes.