Hay diversos adjetivos para describir Melilla, pero no todos sirven para explicar lo que fue en pasado, lo que es hoy y lo que continuará siendo mañana. El adjetivo de ‘multicultural’ se lo ha ganado a lo largo de los años, con el esfuerzo de sus ciudadanos, cuidando de hacer de la convivencia un valor superior y tratando de protegerla de quienes quieren pescar en río revuelto.
Es modernista porque así lo quisieron las circunstancias históricas y las tendencias artísticas que coincidieron con el momento de su desarrollo urbanístico. Es acogedora porque de esa manera ha ido esculpiendo el paso de los años el carácter de sus gentes. Su ritmo vital es reposado porque las distancias con las península obligan a no atormentarse con el ritmo impasible de los relojes.
Melilla es muchas cosas, pero hay dos más que están incrustadas en su esencia. Sin ellas no se entendería nuestra ciudad ni es posible imaginar un futuro. En su espíritu están los lazos que el Ejército y el vínculo férreo de su españolidad. Sin ambos elementos resulta imposible entender nuestra ciudad.
Esta semana hemos visto que es así. Coincidiendo con el XCIII aniversario de La Legión, los melillenses volvimos a refrendar el ‘pacto’ que nos une con estos soldados. No tiene sentido intentar separar las raíces de nuestra ciudad y de esta fuerza militar que crecen entrelazadas desde hace casi un siglo. Sería un despropósito similar al intento de borrar los vínculos de Melilla con la Armada. Ayer nuestra ciudad completó otro capítulo de esta larga historia cuando la fragata ‘Relámpago’ se hizo a la mar con la bandera de combate que acababa de recibir de Cristina Rivas, vicepresidenta primera de la Asamblea.
Ambos hechos son más que una muestra de la estrecha relación con el Ejército, son la prueba de que el mundo militar es una parte irrenunciable de la esencia de Melilla. Y este sentimiento es uno de los pilares sobre el que se sujeta la españolidad de nuestra ciudad, el deseo de que nuestro destino continúe amarrado al resto de pueblos de la península.