La calma ha vuelto a la valla a la espera de que puedan producirse nuevos asaltos. Los efectivos de las Fuerzas de Seguridad españolas se mantienen a la expectativa a este lado de la frontera mientras en el país vecino sus compañeros se emplean a fondo, según la información que maneja José Palazón, máximo responsable de Prodein. El Gobierno marroquí ha asignado el control de la zona a unos agentes policiales que no dependen de la Gendarmería de Nador. Palazón asegura que sólo responden a órdenes directas de Rabat y que actúan como auténticos antidisturbios. Su misión es clara. Deben impedir a toda costa incidentes como los del pasado lunes y martes. Y para ello no dudan en emplearse a fondo.
La denuncia que José Palazón realizaba ayer en El Faro se suma a la que había hecho unos días antes Médicos Sin Fronteras sobre una treintena de inmigrantes heridos de diversa consideración tras fracasar en su intento de saltar la valla. En ambos casos se señala a las Fuerzas de Seguridad marroquíes.
Mantener ‘limpia’ nuestra frontera tiene un precio, que están pagando sobre sus carnes los subsaharianos con la represión de los agentes del país vecino y los traslados forzosos a la frontera con Argelia.
Sobre nuestra conciencia pesa un dilema: No querer ver qué está sucediendo con estos inmigrantes o abrir la puerta a pesar de que sabemos que no vamos a ser capaces de atender social y humanitariamente la avalancha que se nos vendría encima. Ninguna solución es buena; si una es mala, la otra es peor.
Una tercera salida pasa por aceptar la existencia del problema y decidir que estamos dispuestos a afrontarlo a medio plazo con un constante apoyo y colaboración en los países de procedencia de estos inmigrantes para favorecer su desarrollo económico y social. Sólo así, generando oportunidades en sus lugares de nacimiento, se podrá ofrecer un argumento sólido, ético y aceptable a estas personas que están dispuestas a arriesgar una y otra vez sus vidas en el intento de llegar a nuestro país en busca de una oportunidad.