La llegada al poder de Mariano Rajoy no ha coincidido con un escenario económico como el que se encontró José Luis Rodríguez Zapatero cuando entró con su equipo a La Moncloa tras el adiós de José María Aznar. Tampoco se parece el panorama actual al que el propio presidente socialista heredó de sí mismo tras sus primeros cuatro años en el poder. Por el contrario, desgraciadamente para el PP, y sobre todo para los españoles, el actual Gobierno se encuentra con un escaso margen de maniobra para encarar la situación económica. Ayer se encargó de recordarlo el delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, como lo había hecho un día antes la senadora María del Carmen Dueñas. Porque sólo han pasado cuatro meses desde la llegada de los populares al poder y ya se quiere hacer responsable al heredero de la ruinosa herencia recibida.
La situación de las finanzas públicas a penas permite al nuevo Gobierno elegir dónde reducir el gasto. La cuantía del recorte está determinada por los compromisos que España debe cumplir ante la Unión Europea y por los que no cumplió en el último ejercicio el antecesor de Rajoy. Con esas premisas sólo se puede pedir al actual Gobierno que trate de buscar el máximo consenso con los partidos políticos y los sindicatos para abordar la actual situación como un asunto de Estado. Es necesario cambiar el enfrentamiento y el revanchismo político para tratar de generar un clima social que ayude a reactivar la economía. De otra manera, no será posible, por ejemplo, que el consumo privado deje de disminuir o que los emprendedores vean un rayo de esperanza que les anime a poner en marcha sus proyectos. Es necesario conseguir que volvamos a creer en España y hacer ver en el exterior que este país tiene futuro. De lo contrario, será muy difícil conseguir que los inversores y mercados financieros apuesten y arriesguen en una nación en la que no confían sus propios ciudadanos, sindicatos y políticos.