Dice el consejero de Medio Ambiente y Naturaleza, Daniel Ventura, que concienciar a la sociedad melillense sobre la limpieza de la ciudad es una tarea difícil, pero no imposible. Afirma que su experiencia como profesional de la psicología durante casi 25 años le ha llevado a saber que se pueden modificar conductas en familias que acudieron a la consulta buscando soluciones a sus problemas. Advierte que, efectivamente, se trataba de núcleos formados por pocas personas y que referirse a una población en su conjunto es bastante más complicado de lo que pudiera parecer inicialmente.
Sin embargo, Ventura no tira la toalla y cree que con esfuerzos se logran metas que parecen imposibles. Por eso, las campañas de concienciación no solo se van a llevar a los más pequeños (que también) sino que van a ir ya a los adolescentes con el fin de que este sector de los melillenses reciba pautas de comportamiento cívico en cuanto a la limpieza de las calles. Es fundamental y prioritario inculcar esos valores de convivencia en una ciudad que emplea muchísimo dinero en tener una buena imagen y, sin embargo, haya una suciedad recurrente, sobre todo en las inmediaciones de los contenedores de basuras y en zonas de la periferia.
La limpieza de nuestro entorno no es solo una labor del Gobierno de la Ciudad Autónoma o de la empresa adjudicataria del servicio. Es una cosa de todos y cada uno de los melillenses, de ese vecino que por no levantar la tapa del contenedor deja la bolsa en la acera o que ha cambiado la lavadora y la vieja la deja tirada en la calle; del adolescente que come pipas en el banco del parque y tira las cáscaras al suelo, o abandona allí las latas de bebidas que ha utilizado y un larguísimo etcétera de posibles ejemplos que no cabrían en este editorial.
No es casualidad que cualquiera pase por una calle donde acaban de limpiar los contenedores y, media hora más tarde, se encuentre al volver con que ya están las bolsas tiradas, destrozadas, abiertas, con el contenido por toda la acera. Ocurre en múltiples ocasiones, pasa con demasiada asiduidad y eso pone claramente de manifiesto que la culpa no es de los trabajadores de la limpieza, ni de su empresa, ni del Gobierno: es responsabilidad directa del incívico de turno, el mismo que después se queja en redes sociales de que Melilla está muy sucia. Así son las cosas en esta ciudad.
Por eso es imperativo que la gente tome conciencia de esa realidad. Si las bolsas de basura no pueden depositarse en los contenedores hasta determinada hora, que se haga entonces y no antes. Existe un punto limpio donde pueden llevarse todo tipo de muebles, electrodomésticos y demás artículos que ya no queremos tener en casa. ¿Por qué entonces se abandonan en mitad de la calle?
Es decir, la limpieza es algo a lo que todos debemos contribuir, un valor cívico que debe inculcarse dentro del hogar a los más pequeños, a los que hay que obligar a que tiren los envoltorios de sus chuches en las papeleras, a que recojan del suelo y lleven al sitio adecuado el pequeño brick del zumo que han dejado caer sin más y a que ellos mismos llamen la atención a sus padres en el caso de que sean estos los que cometen la infracción.