Leo hoy en El Faro de Melilla, mi periódico de cabecera y anfitrión de esta columna desde los tiempos de Tania Costa, dos noticias que dan versiones distintas sobre el futuro que se nos viene encima.
Por una parte, la opinión de varios ciudadanos en la encuesta sobre si Melilla puede tener un futuro halagüeño. Las respuestas, en su inmensa mayoría, no pueden ser más negativas y casi todos achacan a los políticos -en general- y al Gobierno de España -en particular- una gran dejadez para solucionar muchos de nuestros problemas.
Pero esta opinión no es de hoy ni de ayer, pues hace unos pocos años, un estudio del Colegio de Psicólogos de nuestra Ciudad, ya dejaba constancia que con relación al futuro el dato más relevante -y desolador, añado yo- es que un 63,5% de los encuestados tienen intenciones de marcharse de la ciudad de Melilla a corto-medio plazo.
La otra noticia, es el resumen de la Jornada del “IV Foro Empresarial de Melilla” organizada por Proyecto Melilla y en la que el máximo responsable de “Andalucía Managment”, Fran Cabrera, intervino de moderador en la Mesa redonda posterior a las intervenciones de Fátima Báñez y Jordi Sevilla. Tuve la oportunidad de asistir y escucharlos en directo y no voy a detallar las intervenciones de ambos porque pueden leerlas en este periódico en su edición del miércoles 27 pero sí quiero dar dos pinceladas y mi impresión personal.
Lo primero, agradecer a ambos el haberse desplazada a nuestra Ciudad e interesarse por nuestros problemas y aportar su visión sobre el futuro de la misma. Con la ex ministra Báñez he coincidido en varios eventos empresariales y ayer tuve la oportunidad de estar un rato compartiendo opiniones -en “petit comité”- antes de que cogiese el vuelo de retorno. Siempre me pareció una gran gestora, tanto en el servicio público como en su actividad privada.
Ahora, desde la presidencia de la Fundación CEOE aporta sus conocimientos y experiencia en la consecución de los cuatro ejes estratégicos de la misma: empresa y competitividad, la persona en el centro, acción social de la empresa y buen gobierno de la empresa. Curiosamente, son los mismos que conforman los valores y definen las características de las empresas familiares. Y es normal, pues más del 90% del tejido empresarial español somos PYMES familiares.
En su exposición dejó constancia de la necesidad de crecer y de converger con el resto de Europa. El crecimiento del PIB no debe basarse en el gasto público -sobre todo, si es ineficiente- sino en la creación de empleo de calidad y en la mejora de la productividad de las empresas. Si las clases medias progresan, los países avanzan, señaló. Y los políticos deben estar para dar seguridad jurídica y no estorbar, empezando por eliminar burocracia. Todo lo contrario de lo que intenta imponer la comunista actual ministra de Trabajo, añado yo.
Recuerdo una anécdota al respecto en la que un socio nuestro de la AAEF cuando en la mesa Redonda de un Foro del “Observatorio Económico de Andalucía” nos preguntaron a ambos que le pedíamos los empresarios familiares a las Administraciones Públicas, su respuesta inmediata fue la misma que el ruego de Lola Flores en la boda de su hija: “¡ IRSE ¡ …” Luego, lógicamente, lo matizó y resumió en una menor burocracia, simplificación y armonización legislativa.
Por su parte, el ex ministro Jordi Sevilla nos dio su visión sobre la situación geopolítica actual y la importancia que tiene para el mundo, Europa, España y, por supuesto, Melilla. En este sentido, señaló la necesidad de “seguir reivindicando a Marruecos que vuelva a abrir la frontera, por lo menos de la manera simétrica como la tiene abierta España con el régimen de turistas”, algo para en lo que -a mi juicio- el Gobierno de España no se ha movido un milímetro para ello.
Añadió que aparte de solucionar el tema de la aduana y del comercio fronterizo, Melilla debe apostar por otro rumbo que, curiosamente, coincide con el que se fijó en el Plan Estratégico aprobado por la Ciudad y por el que el actual Gobierno ha apostado claramente: turismo, industria digital y tecnológica y la educación. También se declaró partidario de solicitar a Europa un tratamiento similar al de las regiones ultraperiféricas, algo que llevo tiempo intentando que se solicite por parte de nuestro Gobierno. Por pedir no se pierde nada y se puede ganar mucho.
Para finalizar, ambos políticos -de los de antes, de los que hablaban entre ellos y llegaban a acuerdos- coinciden en la necesidad de un Pacto de Estado entre las dos fuerzas políticas principales. Lamentablemente, me temo que ni a nivel local -dada la inutilidad y el sectarismo de la actual delegada del Gobierno- ni al nivel nacional -con el personaje que está en Moncloa- vamos a poder ver realizado ese pacto.
La colaboración público-privada de la que tanto se habla no se debe reducir a dar subvenciones sino a escuchar a los empresarios, atender sus requerimientos y favorecer la realización de proyectos eliminando trabas administrativas y no imponiendo nuevas cargas fiscales que conlleven inseguridad jurídica para sus promotores que terminarán invirtiendo fuera de España.
Melilla, como expusieron ambos intervinientes, tiene oportunidades para un futuro distinto al actual. Más tendríamos si se aprovechase y mejorase nuestro Estatuto de escasa autonomía y se dotase a Melilla - y a Ceuta, también- de una nueva Ley Orgánica que modernice la del 1955 sin perder ninguna de sus ventajas y peculiaridades fiscales. La Ciudad está facultada para instarlo. Y si en Melilla, los empresarios no somos capaces de reconvertirnos tendremos que atraer inversiones de fuera que sepan aprovechar los nuevos nichos de mercado. Por ello, no me duelen prendas en felicitar al actual Gobierno local que ha apostado por salir fuera de nuestra Ciudad asistiendo a cuentas Ferias, Congresos y eventos de todo tipo para dar a conocer el potencial de nuestra Ciudad. Ya era hora…
Resumiendo, mucha gente en Melilla es pesimista sobre nuestro futuro pero algunos tenemos la esperanza de volver a tenerlo y trabajamos para ello. Ojalá se movilice la sociedad civil y despierte de su actual letargo.