Un año más te he acompañado en tu novena todos los días que me ha sido posible. Bien sabes, Madre Bendita, que mi salud no está al cien por cien, pero te doy gracias porque cuando te miro siento que mis fuerzas no flaquean tanto y que tu mano me levanta.
Cada 8 de septiembre celebramos tu día, una de las fechas más importantes para los melillenses que profesamos la religión cristiana. Aunque he de decir que a muchos de los actos en tu honor se unen miembros de otras comunidades religiosas y ello me llena de orgullo porque esa unión es seña de identidad de esta ciudad, la que te eligió como Patrona hace siglos.
En esta ocasión, e intentando emular como lo haría un escribano de épocas pasadas, quiero relatar la celebración solemne de este 8 de septiembre. Sería más o menos así:
«En la Plaça y fuerças de Melilla a ocho de septiembre de dos mille e veinte y cuatro años de Nuestro Señor Jesucristo, en la iglesia parroquial del Sagrado Coraçon de Jesús tuvo lugar la misa solemne en honor a la Patrona de la Plaça, Nuestra Señora de la Victoria, a la que sus moradores tienen gran devoción desde tiempo inmemorial.
Presidió la solemnidad el Sr. Vicario don Eduardo Resa Huerta quien al comienço de la homilía dixo palabras mui bonitas como: “Tu eres de nuestra herencia, la mejor joia”.
Estuvo acompañado por párrocos de las demás iglesias de la Plaça.
También intervino el Alcaide e Gobernador don Juan José Imbroda Ortiz, quien arrodillado frente a la Patrona le dio gracias por su amparo e protección, e pidió que Melilla sea siempre un lugar de convivencia entre culturas como lo a sido asta aora.
En el templo se reunieron las principales autoridades civiles e militares así como multitud de fieles devotos y personas de otras religiones que tradicionalmente participan en el acto.
Casi finaliçando el acto, la secretaria de la Congregacion doña Ana Bravo tomo juramento a los presentes quienes se ratificaron en la devoción a la Patrona.
Nuestra Señora de la Victoria presidía el Altar Maior rodeada de bellos exornos florales, siendo la maioria de ellos ofrendas realiçadas por los fieles a lo largo del novenario.
Bella ceremonia donde no faltó el acompañamiento musical.
En la tarde e siendo portada a ombros de jóvenes devotos la Santísima Virgen de la Victoria, Patrona Coronada, hiço su salida por las calles e plaças de Melilla. Fue un bello cortejo procesional en el que se puso de manifiesto el fervor e la devoción de los melillenses por su Madre e Patrona.»
De manera muy resumida, esta habría sido la crónica de la celebración del 8 de septiembre utilizando un lenguaje y escritura semejantes a los de épocas pasadas.
Ahora, personalizando, diré que para mi ha tenido una connotación muy especial. Este año la Junta de Gobierno de la Congregación ha tenido a bien reconocer la labor que, a lo largo de estos años Maripi y una servidora hemos hecho. Sinceramente creo no merecerla.
El sábado por la tarde, último de la novena, es el ‘Día de la Congregación’. Yo, gracias a Dios y a Nuestra Madre, pude asistir. Llegué totalmente ajena a lo que iba a pasarme. He de confesar que fue tan enorme la sorpresa que, durante unos segundos, tras oír mi nombre, no supe qué hacer. Realmente fue un momento muy emocionante y esa pequeña corona, la misma que porta nuestra Patrona, simboliza algo muy grande para quien escribe estas líneas.
Gracias a todos y cada uno de los miembros de la Junta por pensar que soy merecedora de semejante galardón. A nuestro Hermano Mayor, Luisma, por ese gran abrazo lleno de cariño. Pero sobre todo a Nuestra Madre, porque es Ella la que guía nuestros pasos, la que ilumina nuestro caminar cada día.
Quiero finalizar, de igual manera y con las mismas palabras que utilicé en la presentación del cartel de la novena, honor que también recayó este año en mí:
«Ahora, te miro a los ojos Madre, y veo en ellos la luz que necesitan los míos, los nuestros, para seguir caminando en un mundo que parece estar cubierto por las tinieblas. Sigue siendo nuestro faro, esa luz que no se apaga nunca. Que lo ilumina todo, que lo llena todo también de esperanza.
Que no seamos insensibles al dolor ajeno. Que no miremos para otro lado cuando un hermano nos necesita. Que seamos capaces no solo de tender una mano, sino las dos a quienes las precisen.
¡Madre, fortalece nuestra fe!
Los aquí presentes te veneramos, al igual que hicieron nuestros antepasados, aquellos que un día te eligieron como Patrona y Protectora, también como Alcaldesa Honoraria Perpetua de esta pequeña ciudad.
Queremos seguir haciéndolo ¡Madre! y que esta devoción se perpetúe en el tiempo. Que seamos realmente capaces de transmitirla de generación en generación. Con más fuerza, si cabe.»
¡Virgen Bendita de la Victoria, rogad por nosotros!