Un año más, con el inicio del curso escolar, parece ponerse todo en marcha. Las vacaciones quedaron atrás y salvo para algunos privilegiados, el resto debe olvidar la toalla, las sandalias y el bañador e iniciar un ciclo que en principio parece que va a ser muy movidito, en muchos aspectos. En el ámbito educativo se repite el cíclico problema de falta de profesores y ratios de alumnos por aula, los atascos de tráfico en las entradas y salidas de clase de algunos centros y el más que temible desembolso de dinero en la compra de libros y material escolar.
También echa a andar el curso político nacional y local, que en el plazo de dos meses celebrará un examen final, en principio previsto para marzo, pero que las circunstancias han obligado a adelantar, aunque más de uno hubiera deseado que todavía fuera antes. Apenas hay tiempo para prepararlo y casi todos han estado repasando durante el verano para intentar sacar una buena nota ahora.
Sin embargo, ya se sabe; si no se estudia día a día y se deja todo para última hora, al final te pilla el toro y suspendes, como es más que probable que le ocurra al gobierno que ahora ocupa la Moncloa.
Otros, por el contrario, parece que han sido más aplicados y sus expectativas son las de sacar buena nota. Incluso confían en llegar al sobresaliente, algo que, desde luego, tienen al alcance de la mano; pero todavía está por ver y todo dependerá de lo que hagan en estos últimos días de estudio antes del 20-N.