Aunque ya de antemano sé que mis peticiones sobre los cambios de los nombres de calles en la ciudad, suelen caer en saco roto, tengo la esperanza de que algún día, en el Palacio de Enrique Nieto, suene a algo parecido del ‘concierto de flauta en sol mayor’, de Mozart... por casualidad, como la de la fábula del ‘Burro Flautista’ de Iriarte: “...Cerca de unos prados/ (...) pastaba un borrico/ por casualidad. /Acercóse a olerla / el dicho animal,/ y dio un resoplido/ por casualidad. /(...)/ y sonó la flauta / por casualidad./ ¡Oh! -dijo el borrico-: / ¡qué bien sé tocar!/ ¡Y dirán que es mala / la música asnal!/. Sin reglas del arte / borriquitos hay/ que una vez aciertan/ por casualidad”. La verdad es que eso es lo que yo espero algún día de los que llevo reivindicando hace casi 20 años, como también para que denominen a La Purísima: ‘Cementerio Nacional de Héroes de España’, que la incluyo en el lote, porque tanta importancia tiene para los melillenses, la una como la otra.
Esta enésima reivindicación, en vez de hacerla con una flauta, ya que yo no tocaba ni la dulce ni la travesera, y mucho menos la de pan, se la voy a hacer con el trombón de pistones, porque el de varas lo tengo bien guardadito en el armario.
Lo que están contemplando en la foto adjunta, es un servidor, tocando en la Banda de la OJE, ¡la Falange!, el 18 de julio de 1954, en el evento que se celebraba cada año frente al antiguo Hospital de la Cruz Roja, desde el 20 de febrero de 1943, donde se ordenaba que cada 18 de julio, se celebrase en toda España el ‘Día del Valor’. Y ahí estaba yo, faltándome solo 3 meses para cumplir los 10 añitos, que los cumplía el 15 de octubre, día de Santa Teresita de Jesús, que por eso me llamo Juan Jesús, demostrando mi ‘coraje’, con mi trombón, más contento que unas pascuas, mientras que en las cárceles estaban encerrados muchos rojos, masones, maricones, maestros de escuela republicanos, políticos y ‘gente de mal vivir’. Claro, que tampoco tenía idea de que la economía en nuestro país en los años 40-50 fue una mierda, y que los productos de primera necesidad quedarían sometidos a las cartillas de racionamiento, con mercado negro incluido. Porque el hambre, la escasez de carbón, el frío en los hogares, los cortes de luz, la carencia de agua corriente y las enfermedades, fueron los que dominaron la vida cotidiana. Pero aún seguían las altisonantes proclamas imperiales y los irónicos eslóganes de los conmilitones franquistas: “Ni un español sin pan, ni un hogar sin lumbre”. ¡Tela!, y no marinera.
Y para hacer un poquito de Historia, con mayúsculas, recordar que el 10 de marzo de 1945 el presidente de los USA, Roosevelt, le dijo a su embajador en Madrid, que “no había lugar en las Naciones Unidas para un gobierno fundado en los principios fascistas” (sic). Por eso, nuestro ‘Glorioso Régimen’, quedó excluido de la ‘Conferencia de San Francisco’, que daría nacimiento a la ONU, y a la que, curiosamente, sí fueron invitados como observadores los republicanos españoles en el exilio (sic). También en Potsdam, los vencedores de la II G.M. EEUU, Inglaterra y Rusia, trataron la ‘Cuestión Española’, declarando que “no apoyarían ninguna solicitud de ingreso en la ONU, del presente Gobierno español, el cual, habiendo sido establecido con el apoyo de las potencias del Eje, no posee, en razón de sus orígenes, su naturaleza, su historial y su asociación estrecha con los países agresores, las cualidades necesarias para justificar ese ingreso”. O sea que, por haber luchado contra los rojos, que serían alejados incluso de la condición humana dentro de la escuela, con “...el espíritu de cruzada en defensa de la civilización cristiana y occidental amenazada por la barbarie comunista”, encima nos quedamos más solos que la una. ¡Joder! ¿Qué chungo, no? Años más tarde, cuando ya podía discernir con mi flamante cacumen veinteañero, me preguntaba yo si no sería por la Cruz Gamada, en vez de por la de Cristo, que Franco y sus conmilitones organizaron el ‘Glorioso Alzamiento’ (que Dios debió confundirlos a todos), para que España fuera: “Una Grande y Libre”, aunque la verdad era y es “Una, también Grande, pero Libre”; ¡Tururú!
Pero el Caudillo, ‘Centinela de Occidente’, siguiendo la consigna de Carrero Blanco: “Orden, unidad y aguantar”: ¡Ahí!, con dos huevos y un palito, mandó ‘prietas las filas’ en torno al Régimen, y encima haciendo recordar obsesivamente la Guerra Civil. Y yo, mientras tanto, hasta que fui un pubescente quinceañero, con mi trombón de pistones en ristre, desfilando en las procesiones semanasanteras y del Carmen, junto a mis compañeros, dirigidos por el bueno y entrañable don Julio Moreno.
Si alguno de mis antiguos compañeros se ve en la foto adjunta, sepa que desde estas líneas le envío un gran abrazo en recuerdo de nuestra niñez y primera juventud. También, si alguna vez leen mis reivindicaciones, es para que éste gran hombre figure en una calle de nuestra ciudad. No se extrañen y discúlpenme, porque me habrá salido la venilla poética de la nostalgia.
En fin, sean felices, mis queridos lectores.
¡Qué cabeza la mía! Pues no me olvidaba ya decirle a la responsable de la ‘Cosa Culta Municipal’, que se acuerde de Napoleón. Pues ya está: Señora Mohatar, por enésima vez, anote ‘Napoleón’ en su agenda, por favor, y bájele de una vez de la cuesta de la Shell, y guarde su cartel como recuerdo en los Almacenes Municipales.