Fran Pérez, cámara de Televisión Melilla, había pasado por las dependencias del Parque pero, hombre, de tanto pasar, de tanto ir pensando en el trabajo siguiente. ¿Me dará tiempo?, ¿se habrá suspendido la rueda de prensa?, ¿han llegado las previsiones?. Pues no se había parado un segundo a contemplar lo que tenía a su alrededor, hasta que le tocó grabar el Parque de don Venancio y quedó alucinado con las especies vegetales, las fuentes y la riqueza medioambiental en ese vértice del Triángulo de Oro melillense, las variedades de aguas, la disposición de las zonas verdes... y es que a Fran Pérez le ha pasado lo que a tantos melillenses. Con prisas no percibe uno mayor detalle, pero con un poco de paciencia, todo lo ve, hasta la magnanimidad de ese suelo.
Pues se ha vuelto a enamorar del Parque este joven cámara de televisión, hasta sonríe cuando analiza determinados objetivos, preciosos. Especies mezcladas, primeros planos inmensos, llenos de belleza, familias con chavalillos que están encantados con el paseo. Y, además, perfectamente cuidado y mantenido. Dice Fran Pérez que “la gente ni echa las colillas del tabaco, que las hace llegar a las papeleras”. Le digo que cuando una obra se hace con cariño y se cuida el más mínimo detalle, el ciudadano lo nota y optar por preservar esa obra de arte. Es como si entras en el Louvre. No se te ocurre dejar el paquete de pipas al lado de La Gioconda, sería un craso pecado contra el orden artístico. Pues, a menor nivel, ocurre en el Parque Hernández. Está precioso.
Fran Pérez arremete con su trípode, con su cámara y su mochila y obtiene las mejores imágenes para ‘Cosas Nuestras’, el nuevo magacine de Televisión Melilla. En esto del periodismo es difícil enamorarse de un reportaje. Lo habitual es ir a ruedas de prensa, inauguraciones de obras, sucesos con ‘polis’ de por medio y todo con mucha prisa; en consecuencia, cuando un informador gráfico o literario se sienta unos minutos a ver en derredor y se ilusiona con lo que ve, está disfrutando tanto como informador que como ser humano y se vuelca al visor de la cámara para no perder el más mínimo detalle.
Y eso le ocurrió a Fran Pérez, quedó enamorado de lo que veía por su visor. Quería quedarse parado en el tiempo para seguir aspirando el aroma de las especies vegetales y seguir anclado en ese estado de relajación propiciado por la menuda superficie medioambiental que se le ocurrió hace ya casi un siglo al comandante general de Melilla. Llegó la hora de irse. Lástima, pero mientras duró fue maravilloso, como las mejores historias de amor. Y es que hay que rendirse ante la belleza de este puñado de aguas y hojas verdes que es el Parque.