La situación fronteriza ha mejorado tanto como las relaciones entre España y Marruecos, una vez se han encauzado la cuestión y conflictos en el Sáhara de forma más favorable a las pretensiones de nuestro vecino país respecto a la excolonia española. Sin embargo, algunas prácticas que empezaron a detectarse en el verano pasado, cuando arreciaron las ofensas y hostigamientos hacia Melilla, con concentraciones y cortes fronterizos y cartelitos en los que se nos tachaba de ‘ciudad ocupada’, aún no se han extinguido, a la vista de lo que viene sucediendo con los pasaportes de aquellos marroquíes que, por haber nacido en Melilla, ven como en su documento se asigna nuestra ciudad al vecino reino de Marruecos.
No se trata sólo de una forma de violentar el derecho internacional, como bien apuntaba nuestro diputado Antonio Gutiérrez. Es una forma de perjudicar a los titulares de esos pasaportes, que no consiguen con ellos tramitar documentos en España, ni permisos de trabajo a los que puedan tener derecho ni ningún otro documento al que pretendan aspirar. Marruecos podrá pretender hacer daño a Melilla pero para empezar lo hace a sus súbditos, con una negativa incidencia por demás en nuestras necesarias relaciones de vecindad.