La gota china es un veterano procedimiento de tortura consistente en inmovilizar la cabeza del torturado para, a continuación, dejar caer sobre su frente, de manera persistente, una gota de agua fría cada cinco segundos. Tras unas horas, los primeros daños se producen sobre la piel, pero los daños más intensos son de carácter psicológico al no saber el torturado por cuánto tiempo más va a durar el castigo y no poder dormir, comer ni beber, con lo que a los pocos días, de no ceder a las intenciones del torturador, sobreviene la muerte, habitualmente por paro cardíaco.
Durante un ya largo proceso que comenzó de manera imprevista con el inopinado y unilateral, por parte de Marruecos, cierre de la aduana comercial entre España y Marruecos en el paso fronterizo de Beni Enzar en Melilla, se han venido sucediendo de forma persistente las ‘gotas de agua fría’ que han venido cayendo sobre las cabezas de los melillenses, como si de un inevitable proceso de tortura se tratase. Los últimos episodios, por el momento, de este proceso, se han producido en el ámbito marítimo, con los propietarios españoles de embarcaciones recreativas siendo interceptados por embarcaciones de la gendarmería marroquí para demandarles la cumplimentación de un nuevo proceso administrativo diseñado ad-hoc para poder navegar en las inmediaciones del litoral marroquí a lo largo de las costas oriental y occidental del Cabo Tres Forcas, así como con la última novedad de no tener la certeza de poder ser asistido por un buque español de salvamento marítimo, en caso de sufrir una avería en esas mismas aguas costeras, sino verse sometido a la espera del desarrollo de un proceso de deliberación sobre si el salvamento marítimo marroquí puede prestar ese auxilio en lugar del español o no. Gota tras gota que sólo parece querer quebrar la voluntad del torturado para que se avenga a lo que el torturador desee.
El jalonamiento de todo este proceso ha seguido hitos bien conocidos para todos los melillenses. Tras el cierre de la aduana comercial sobrevino el cierre unilateral de la frontera, igualmente por parte de Marruecos, con ocasión de la pandemia, con la consecuente retención de ciudadanos españoles en Marruecos sin posibilidades de regresar a Melilla durante meses y el bloqueo de ciudadanos marroquíes en Melilla durante el mismo número de meses. En esas fechas se produjo también la instalación de una piscifactoría, aparentemente con autorización marroquí, en las proximidades de las Islas Chafarinas, cuya licitud, en un espacio protegido por legislación medio ambiental de la Unión Europea, está siendo analizada por la fiscalía española de medio ambiente.
A ello le siguió la prohibición del tránsito de la Operación Paso del Estrecho en 2021 por puertos españoles, en el marco de las maniobras marroquíes para provocar el cambio de postura española con respecto al Sahara Occidental (otra gota de agua fría). Más adelante se produjo el relevo en el Ministerio de Asuntos Exteriores español y la carta del presidente del Gobierno al Rey de Marruecos cambiando la postura española sobre el futuro del Sáhara Occidental. Tras dicha carta se abrieron las negociaciones para la reapertura de la frontera con las urgencias planteadas por Marruecos y las precipitaciones protagonizadas por las autoridades españolas, con el consiguiente impacto e incertidumbre en los ciudadanos melillenses. El último y más lamentable episodio, previo a los citados de las embarcaciones privadas de carácter recreativo, fue el del control fronterizo en la parte marroquí de la valla a la altura del Barrio Chino con un número indeterminado de fallecidos entre los migrantes que trataron de saltar la valla aquel fatídico 24 de junio, que se mueve entre los 23 reconocidos por las autoridades marroquíes y los 72 expresados por alguna Organización No Gubernamental ubicada en Marruecos. Aunque todos los fallecidos se produjeron en el lado marroquí de la frontera, Marruecos responsabiliza, claro, a la actuación española en el momento del intento de forzamiento de la frontera.
En un libro reciente, de lectura muy recomendable, del periodista español Javier Otazu, delegado de la Agencia EFE en Marruecos durante los últimos diez años y actualmente delegado de la misma Agencia en Nueva York, que lleva por título ‘Los tres jaques del rey de Marruecos’, se hace un pormenorizado análisis de la conducta de Marruecos en todos estos asuntos con respecto a la prioridad que dicho país atribuye a la “innegociable” soberanía marroquí sobre el Sahara. Se describen en el libro, muy acertadamente, los desafíos que ha llegado a plantear, como consecuencia de ello, a los más variados países e instituciones internacionales, tales como Estados Unidos, Suecia Alemania, Francia, España, la Unión Europea o la propia Organización de las Naciones Unidas. Ello le ha llevado a acumular importantes cotas de descrédito internacional, que el reino de Marruecos ha asumido como precio que hay que pagar por lo que considera el culmen del proceso de descolonización de su país.
En el libro se describen, igualmente, los tres hitos que, a juicio del autor, representan los jalones del retroceso democrático de Marruecos, que, en su opinión son una reforma electoral ad-hoc contra los islamistas, la imposición de Israel como el amigo obligatorio o la generación de un clima irrespirable para los periodistas.
Mientras, todo esto ocurre en un país con el que debemos mantener altas cotas de colaboración en muy diferentes campos, nuestras autoridades nacionales se entretienen en la elaboración de normativa sobre nuevas vueltas a lo que denominan la memoria democrática o la protección contra los efectos del cambio climático mediante la regulación de los aparatos de aire acondicionado, las calefacciones o el empleo o no de la corbata.
Al tiempo, las autoridades locales dan vueltas y más vueltas a presuntos planes estratégicos que no llegan a plasmarse nunca en actuación concreta alguna que redunde en beneficio de los ciudadanos. Esos mismos ciudadanos que resignadamente esperan a saber cuándo y dónde caerá la próxima gota de agua fría en este proceso de imprevisible final que se asemeja a la tortura de la gota china.