Uno de los objetivos de estas actividades, además de reutilizar materiales desechados, es que los padres se impliquen en las obras manuales de sus hijos.
Los talleres de reciclaje desarrollados durante estas fiestas navideñas en la Carpa de Navidad instalada en las inmediaciones de la Plaza de las Culturas y gestionados por el grupo melillense ‘RJ y Unzu’, se ha convertido, después de tres años consecutivos, en un reclamo para los más pequeños durante sus vacaciones navideñas.
El objetivo fundamental de esta iniciativa, tal y como confirmaron a ‘El Faro’ las dos integrantes del grupo, es “enseñarle a los menores a que muchos elementos de la vida cotidiana que se tiran o se desechan, pueden volver a ser aprovechados o tener nuevamente utilidad si se renuevan o se reemplean”.
Entre los materiales que emplean las dos monitoras se encuentran algunos como los palillos de dientes, los palos de los polos, los recipientes de los yogures, plastilina, cartulinas y colores de diversa índole para reconvertir algo que no tiene un uso concreto en una obra de arte manual.
En cuanto a la aceptación de la que goza estos talleres entre los más pequeños, ‘RJ y Unzu’ comentaron que “es una auténtica locura, puesto que durante dos horas de las que disponemos para realizar y llevar a cabo los talleres de reciclaje cada día, registramos la visita de algo más de 60 niños que se disputan y esperan para participar en la actividad”.
Los padres, continuaron las integrantes del grupo, juegan un papel fundamental porque otro de los objetivos es que los padres compartan y ayuden a los niños a realizar las obras que quieran llevar a cabo, “intentamos que los padres interactúen con los niños y se impliquen en las inquietudes de sus hijos”, afirmaron.
En cuanto al trabajo de los talleres en cuestión, las monitoras informaron que se intentaban organizar talleres adaptados a todas las edades, tanto para los más menores como para los mayores, siendo algunos de ellos más sencillos y otros tienen un carácter más complejo y se dirigen, de esta forma, a unos niños que se acercan ya a la pubertad.
La edad mínima que tienen los participantes en este tipo de iniciativa es de tres años y la máxima es de trece, con lo que la diversidad de público está asegurada.
De esta forma, incentivar la creatividad, el reciclaje, la reutilización de materiales y otra serie de valores que aprenderán los menores en este tiempo, es una forma más que útil de pasar el tiempo de ocio de las vacaciones navideñas.