Mensajeras de la primavera
La primavera siempre suele llegar antes a nuestras tierras que al resto del territorio nacional, por razones obvias, ya que estamos situados en el extremo más meridional de España, exceptuando a las islas Canarias. Esta es la razón de que ya a partir de febrero podamos observar en el campo señales inequívocas de la llegada de la primavera, y en marzo, antes incluso de la fecha que señala el comienzo oficial de la estación, ya se muestra con toda su plenitud en nuestros espacios naturales. Las mariposas son un buen indicativo de estas fechas, pues, aunque en nuestra zona algunas especies concretas se pueden ver prácticamente durante todo el año, la mayoría de ellas emergen de sus crisálidas coincidiendo con la estación más propicia para ellas, por la abundancia de flores en las que alimentarse.
Reflejos verdosos y diferencias sexuales
Una de las mariposas más tempraneras de Melilla es el cardenillo (Tomares ballus), un bonito Licénido con la parte inferior de sus alas y su cuerpo de un color verde-azulado con tonos metálicos que constituye la característica principal de esta especie. De hecho, es el motivo de su nombre, pues estos reflejos verdosos recuerdan a la pátina entre verde y azul que cubre los objetos de cobre expuestos a los elementos, y a la que se llama familiarmente cardenillo.
El cardenillo tiene un tamaño discreto, por lo que es fácil que pase desapercibido a nuestra mirada si no prestamos atención. A pesar de su pequeño tamaño, el cardenillo es mayor que el resto de Licénidos que comparten su territorio, aunque comparte una cualidad común con ellos: todos tienen las alas o parte de ellas adornadas con reflejos metálicos de diversos colores, aunque en los más conocidos predomina el azul. Coincide también el cardenillo con el resto de Licénidos en otra característica, un marcado dimorfismo sexual, pues mientras el macho de esta especie tiene la parte superior de sus alas de un gris muy discreto, la de las hembras es de un naranja vivo en el que lucen varios ocelos negros enmarcados en blanco.
Hormigas como guardaespaldas
Pero quizás la característica biológica más curiosa que comparte el cardenillo con las demás especies que componen la familia Lycaenidae es el hecho de que en los primeros estadios de su vida, mientras aún son orugas, evitan ser depredadas mediante la protección de ciertas especies de hormigas. Efectivamente, estas hormigas escoltan a las orugas y las defienden de sus predadores mientras éstas se alimentan de sus plantas nutricias. Como pago, las hormigas se alimentan de un néctar azucarado que segregan las orugas a través de ciertas glándulas especializadas. Esta relación de colaboración entre dos especies diferentes es lo que se conoce como simbiosis; en este caso concreto, cuando esta relación se establece entre orugas y hormigas, se denomina mirmecofilia. Ejemplos como este en el que la supervivencia de las orugas del cardenillo está ligada a la supervivencia de las hormigas que las custodian nos muestran cuán complicadas son las redes que funcionan dentro de la naturaleza, desde los más pequeños seres hasta los más grandes, y cuán fácil es romper el equilibrio que sostiene estas redes sin llegar a conocer siquiera su importancia.
Mariposas como bioindicadores
Las mariposas, por desgracia, se han convertido en un símbolo de la pérdida de biodiversidad que está afectando a todas las regiones del planeta por la actividad humana, y sólo en Europa se han perdido muchas especies de mariposas que hasta ahora eran abundantes. Cada vez se ven menos mariposas en nuestros campos, y de cada vez menos especies; al ser una fauna tan llamativa hace que reparemos con más facilidad en su escasez cada vez mayor, pero sólo es un indicativo de lo que les está ocurriendo a la mayoría de las especies. En nuestras manos está también poner freno a esta situación.