La guerra híbrida de Marruecos contra Melilla ha entrado en el terreno pantanoso de la semántica, los símbolos y la traducción.
La Dirección Nacional de Seguridad marroquí salió al paso enseguida para negar la mayor ante el revuelo que se montó en España tras la noticia publicada el lunes en varios periódicos españoles (entre ellos El Faro) y medios marroquíes, apuntando a que en el país vecino había orden de retirar la palabra "frontera" de la cartelería y sellos de la Comisaría de Policía Beni Enzar.
Según recoge Nador City, los nombres existentes de la comisaría de Beni Enzar siguen vigentes y, por tanto, no se ha dado la orden de cambiar el término frontera por puerta ("bab"), a pesar de que la prensa local marroquí recogió que esa orden había llegado por telegrama, una vía algo anacrónica, pero que suena a acuse de recibo.
Además, la Dirección Nacional de Seguridad añade un apunte interesante: la organización administrativa de los pasos fronterizos marítimos, aéreos y terrestres sólo distingue entre zonas de seguridad, comisarías regionales y comisarías especiales (como la del paso de Guerguerat), según la importancia del paso.
Digamos que de alguna manera vienen a decir que lo de Beni Enzar no es una comisaría sino otra cosa que no han tenido a bien explicar.
Lo que no recoge ese supuesto comunicado de la Dirección Nacional de Seguridad marroquí es que, según ha podido saber El Faro, el cartel de la aduana de Beni Enzar no lleva la palabra "frontera" sino que utiliza desde hace tiempo el término "bab", que significa "puerta". ¿Casualidad? No me lo creo. En general no creo en las casualidades.
Ellos son así de soberbios, ponen la aduana en la puerta del país, no en la frontera. Es como si estuvieran solos en el mundo y todo lo que les rodea entra en la categoría de área verde y zonas de ocio y esparcimiento.
Nunca sabremos si ese telegrama que dicen los medios marroquíes que envió la Dirección Nacional de Seguridad de Marruecos existió. Probablemente tampoco sabremos si llegó a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Ojalá no aparezca nunca, porque si saliera a la luz, confirmará que la deslealtad de Rabat no conoce límites.
También será la prueba de lo poco que le gusta a Marruecos que se monte una polémica mayúscula por un asunto que, si somos honestos, parece que no tiene mayor importancia, pero en mi opinión, tiene el mismo valor simbólico de llevar la bandera en un desfile ya sea militar o deportivo. Aquí están en juego las emociones. Es una cuestión de sentimientos.
Es evidente que esta polémica llega en mal momento para Marruecos, por la cercanía temporal con la intervención del rey Felipe VI y por el acercamiento entre Estados Unidos y España ante el inminente conflicto en Ucrania.
Pero también por el hartazgo de los rifeños que ven cómo lejos de tender puentes, su país echa más leña al fuego y alienta una confrontación que sólo está dejando miseria, pateras y separación de familias. Puedo entender que siendo cubana lleve cinco años sin ver a mi madre. Pero Cuba está del otro lado del Atlántico, gobernada por una dictadura comunista. No hay consuelo para las familias bereberes de Melilla que han sufrido una muerte o la enfermedad en estos tiempos de pandemia y tienen a los suyos del otro lado de la valla. Cómo explicar el dolor de las familias rifeñas separadas de sus parientes argelinos en la frontera de Oujda. Marruecos, sin dudas, no respeta la familia como institución sagrada de la sociedad.
Justo este miércoles me comentaba un analista político de Melilla que el error de España es entretenerse con polémicas estériles como la de la eliminación del término frontera de los carteles de la Comisaría de Beni Enzar. Y eso lo hacemos porque aunque somos vecinos "pared-con-pared" seguimos sin entender culturalmente a los marroquíes.
Ése, en su opinión, es el motivo por el que confundimos las coces con acercamientos y por eso no entendemos por qué nos devuelven un puñetazo cuando les tendemos la mano.
Hace poco leía una reflexión que citaba a un científico que decía que la única diferencia que existe entre una caricia y un bofetón es la intensidad con que se ejecuta. Podríamos estar de acuerdo o no, pero puede que en este caso nosotros veamos caricias donde no las hay.
Lo que sí tenemos delante son evidencias de la hostilidad de Marruecos y de cómo ha impactado positivamente en la seguridad de Melilla el cierre de la frontera. A nivel emocional o económico el daño es mucho mayor porque aunque por la frontera entraban cada noche 20 - 25 camiones de áridos, por ejemplo, lo que se declaraba en aduana eran unos 200 euros por camión. Económicamente no es gran cosa. Sin embargo, ahora ese árido hay que importarlo de la península. Sale más caro y por tanto encarece la obra nueva que se está haciendo en la ciudad.
Eso significa que a corto plazo no habrá en Melilla una bajada de precios de los pisos de nueva construcción. Como tampoco podemos ignorar que hemos perdido el langostino fresco de la Mar Chica o las naranjas de Berkane.
El cierre de la frontera nos dejó sin nuestros proveedores habituales. Ahora tenemos que comprar malo, menos fresco y caro. Como dice un empresario local, ahora en Melilla, todo sabe a plástico.
Parece claro que no hay que dar demasiado bombo a las cuestiones que les incumben a nuestros vecinos a nivel administrativo e institucional. Son libres de poner lo que quieran y nosotros hacemos bien dejándolo pasar..., normalmente el 99,9% de los entrañables vecinos que visitan o paran por Melilla son ajenos a estos temas y bastante tienen con seguir su vida y tirar para adelante.
Como mucho seria interesante tomar nota de estas cuestiones que a ojos vista de algunos de nosotros nos pueden parecer retorcidas. Haríamos bien en tratar de conocer y apreciar mejor a nuestros vecinos, en general ellos nos conocen a nosotros bastante mejor que a la inversa y eso podría contribuir a evitar equívocos en el futuro. Por otro lado, es claro que productos frescos que provenían de Marruecos se han encarecido en la ciudad pero se ha ganado en seguridad alimentaria y en trazabilidad, cuestión no menor teniendo en cuenta por ejemplo que gran número de melillenses padecían de helicobaster pilori por consumir sandía y otras frutas extemporáneas regadas con aguas residuales en zonas colindantes al desierto en el sur de Marruecos. También nos hemos quitado de encima a los vendedores ambulantes cuberos que vendían pescado corrompido y hediondo carente de control veterinario en la zona del Rastro. Así que en este caso lo comido por lo servido y no vale la excusa del sabor similar al aceite de oliva que servían hace años en cafeterías proveniente de Marruecos y extraído en almazaras de ocasión tipo pocilga que te dejaba la garganta y el estomago lleno de ardores por la acidez insoportable y filtrado deficiente.
Qué ganitas tienen algunos de que domine la bronca y la mala leche. Nos importa un pimiento lo que hagan en marruecos con sus cartelitos. Hay diarios nacionales que solo buscan enmierdarnos con sus paranoias.
Oye Santiago, que tampoco hay que ser como los de tu partido del puño y la rosa que gobiernan en Madrid y los de Delegación que pasan de todas las movidas con los vecinos y encima nos dicen que son nuestros amigos del Alma y que todo va estupendamente con ellos. Esta bien que quieras hacer campaña por ellos pero no nos pidas que nos dejemos idiotozar con sus afirmaciones baratas propias de paralíticos cerebrales.
Estoy totalmente de acuerdo con usted. Creo que si hacemos balance son muchos más los beneficios para Melilla con la frontera cerrada: hemos ganado en tranquilidad, en salubridad, descenso de la delincuencia, hospital no saturado, menos gentuza marroquí circulado por la ciudad y haciendo sus necesidades y peleándose en la calle a plena luz del día, mayor consumo de productos españoles, economía circular... Por mí que se la frontera permanezca cerrada 100 años más