Comienza un nuevo año, ante el que nos posicionamos con infinita desazón e innumerables incógnitas e incertidumbres. Quizás, el año ante el que nos presentamos con el mayor volumen de inseguridades de todas nuestras vidas. Y es que, aunque el Gobierno pretenda adormilar un poco nuestros temores con un optimismo fingido, que a la inmensa mayoría de los españoles no convence, nosotros, que, voluntariosos somos, pero ciegos, no tanto, sabemos que las cosas no marchan bien.
Suele ser este momento del año tiempo para la formulación de buenos propósitos, habitualmente, en la esfera de lo personal. Propósitos para enmendar este o aquel aspecto de nuestro carácter o de nuestra forma de vida que realmente no nos satisfacen del todo. Y eso lo dejo para ese campo, el de lo individual.
Pero dado que el comienzo del año representa también la época en la que, en la tradición española, pedimos cosas, difíciles de obtener por los cauces habituales, a los Reyes Magos, perpetuadores en el tiempo de la imagen de aquellos Magos que visitaran al Niño Jesús, en el establo de Belén, a ellos me quiero dirigir en este comienzo de año para pedirles algunas cosas de las que no se encuentran al alcance directo de mi exclusiva voluntad.
En el círculo más próximo, el de mis allegados, me gustaría pedirles a los Magos que hicieran posible que nuestros niños, los más recientemente incorporados a este mundo en el que vivimos, puedan disfrutar durante el tiempo que a la inmensa mayoría de nosotros nos ha sido dado en el pasado, de la felicidad que proporciona la inocencia y el desconocimiento de las dificultades por las que atravesamos los mayores. Después, cuando sean un poco más mayorcitos, que los adultos seamos capaces de transmitirles, poco a poco, la necesidad del esfuerzo y del sacrificio que, de ordinario, van unidos al progreso y a la formación y seamos capaces de hacerles ver las gratificaciones que ese esfuerzo y ese sacrificio reportan como consecuencia.
Para Melilla, me gustaría pedir a los Magos certidumbres, en la forma de actuaciones ejecutadas por nuestros gobernantes en beneficio de todos, echando a un lado, de una vez por todas, la formulación de buenas intenciones y proyectos que, como demasiada frecuencia, se convierten en rayas pintadas en el agua, que no redundan más que en vanas esperanzas. También me gustaría pedirles que, entre todos, fuésemos capaces de recuperar aquellos tiempos de respeto mutuo entre diversos y tolerancia recíproca. Que cuando alguno expresa molestias por lo que hace otro, éste otro, especialmente si tiene responsabilidades públicas, sea capaz de detenerse por un momento y pensar que el que expresa una molestia, a lo mejor, realmente la siente y obrar en consecuencia. Es demasiado aquello de que “es que el profe me tiene manía”, recurso del mal estudiante que emplea el gobernante para decir que el gobernado no hace más que quejarse porque, en realidad lo que quiere, es abatirle u obstaculizar su tarea.
Y por último, para España, ese concepto cuya sola mención me emociona y me produce necesidad íntima de entregarme a su servicio con la mejor de mis capacidades, el mayor número de peticiones para los Magos, que, estoy convencido de que con un poco de apoyo por nuestra parte, seremos capaces de obtener de ellos.
Para empezar, he de compartir con ustedes algo que la mayoría conoce, aunque no todos. España es una gran nación. No porque sea una potencia económica, política, cultural o social, que también, sino porque es la encarnación atemporal de un proyecto compartido por millones de seres humanos, los españoles, que, generación tras generación, hemos venido conformando hasta producir la realidad colectiva que hoy representamos para nosotros mismos y para los demás. Me gustaría que los Magos de Oriente nos ayudasen a adquirir conciencia del legado del que somos herederos y de cómo llegamos hasta aquí. Y asumir lo bueno y lo malo de todo ello, no para incapacitarnos para avanzar por mantenernos enredados en la depuración de los errores de nuestro pasado, que, sin duda fueron muchos y brutales, sino para impulsarnos hacia el futuro con la voluntad de no repetirlos y caer una y otra vez en las mismas rutinas y en las mismas actitudes perversas que nos bloquean
Para comenzar, sería bueno que nos ayudasen a encontrar y enfatizar en cada momento de nuestras vidas lo que nos une a los españoles frente a lo que nos separa, siendo mucho más lo primero que lo segundo. Venimos de un esfuerzo histórico, titánico en ocasiones, de convergencia de voluntades y de intereses en aras de un beneficio colectivo que nos ha permitido progresar y desarrollarnos como nación ante los ojos del mundo. Deberíamos ser capaces de asumir nuestra riqueza cultural basada en su diversidad, sin emplearla como vehículo de disgregación y de confrontación sino más bien, todo lo contrario, como método de enriquecimiento personal y orgullo colectivo.
En otro orden de cosas, me gustaría pedirles que nos enseñasen a ser tolerantes y respetuosos con los demás. A tolerar, más que a ser tolerados y a respetar, más que a ser respetados. La reivindicación permanente de tolerancia y respeto, sin practicarlos con los demás, no conduce más que a la confrontación. En este proyecto colectivo llamado España, nadie puede ser arrinconado ni rechazado por no compartir sus interpretaciones de la vida y la realidad, porque todas, absolutamente todas, expresadas con respeto y dentro de las leyes que, entre todos nos damos, son legítimas y han de ser consideradas con respeto, aunque no se compartan.
Y por último, en el marco de las relaciones sociales me gustaría que nos concediesen la posibilidad de ser solidarios y fraternales con todos, con los que están socialmente cerca de nosotros y con los que no lo están tanto, en el buen entendimiento de que todos y cada uno de nosotros actuamos fundamentalmente por los mismos motivos que son los del progreso personal y colectivo, aportando cada uno, lo mejor de nuestras capacidades personales para, a través del progreso personal y colectivo inmediato, alcanzar el mayor bienestar general para nuestra nación y para el conjunto de la humanidad.
Seguro que no es lo único que se puede pedir en este comienzo de año y que otros pedirían y pedirán otras cosas, pero es lo que a mí, personalmente, me gustaría pedirles a los Reyes Magos.