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En el editorial de ayer, El Faro hacía un llamamiento a las autoridades para que se adopten medidas contundentes contra quienes conducen bajo los efectos del alcohol.
Esta reclamación venía derivada de la muerte el pasado domingo de un ciclista, que fue arrollado por un vehículo cuyo conductor jamás tendría que haberse puesto al volante dado el estado de embriaguez en el que se encontraba cuando fue arrestado.
Hoy, reclamamos que los poderes públicos actúen con contundencia contra quienes hacen uso de Internet para emitir mensajes de odio, una conducta inadmisible frente a la cual jamás hay que mostrar el menor signo de flaqueza.
La Policía Nacional detuvo en la tarde de ayer a un joven de 24 años como presunto autor de unos escritos en la red social Facebook en los que insulta gravemente a Carlos Huelin, el hombre que pereció el domingo tras ser atropellado.
Fuentes policiales indicaron a este periódico que el individuo, tras prestar declaración ante los agentes, pasó la noche en el calabozo de la Jefatura y que hoy será puesto a disposición judicial.
Quienes ultrajan la memoria de los muertos merecen no sólo el rechazo de la sociedad, sino también que todo el peso de la ley caiga sobre ellos. Si los que cometen esos delitos creen que insultar a la víctima de un trágico accidente les va a salir gratis, están muy equivocados. Y más cuando dejan en la red de redes la huella de su reprobable conducta.
El artículo 510 del vigente Código Penal establece penas de prisión de uno a cuatro años para aquellos que “públicamente” inciten al “odio” contra un grupo o una persona determinada por motivos tales como el racismo, la ideología, las creencias y muchas otras condiciones y situaciones.
El mismo artículo añade que la pena se impondrá en su mitad superior (es decir, de tres a cuatro años) para quienes cometan esa incitación al odio a través de Internet. Esta es, pues, la pena a la que se enfrentaría el acusado de injuriar al ciclista fallecido de ser probado culpable.
La mejor forma de luchar contra el odio es ser implacables contra el mismo. Conductas como la descrita nunca pueden quedar impunes.