L A CIUDAD ha endurecido las restricciones horarias y las limitaciones a las reuniones durante las fiestas navideñas para proteger a Melilla de posibles rebrotes de coronavirus. Las nuevas normas, que afectan tanto al ámbito privado como al del sector de la hostelería, se han tomado también en otras comunidades del territorio nacional en prevención de una tercera ola de la pandemia de Covid-19 e impedir que los contagios se multipliquen, tal y como sucedió en verano, y evitar que se vuelva a poner en jaque al sistema sanitario.
Las medidas, que pueden ser impopulares, pero se antojan necesarias si vemos el mapa de la pandemia en su conjunto: en Europa el virus se ha desatado, han aparecido nuevas cepas y la experiencia nos dice que las reuniones en las que participan un alto número de personas son el mejor aliado para propagación de virus. Además, la movilidad interregional propia de estas fechas es un factor que incrementa la posibilidad de que el número de contagios se dispare en estos días.
Por eso, y aunque sea una decisión dura, el presidente de la Ciudad, Eduardo de Castro, quien ha asumido personalmente la responsabilidad de tomar esta decisión, acierta al intentar crear un muro de contención ante el Covid-19.
Hemos visto en anteriores ocasiones que dilatar la implantación de restricciones provocó que la pandemia se expandiera por toda la ciudad, llevando a Melilla a situarse como la región de España con los peores datos epidemiológicos, una situación que no debe repetirse. Lo primordial en estos momentos es proteger la salud de los melillenses y, ahora mismo, cualquier otra consideración debería ser excluida de la ecuación