El pasado martes la vicepresidenta y consejera de Presidencia y Administraciones Públicas, Gloria Rojas, anunció que el presidente de la Ciudad, Eduardo de Castro, se quedará en exclusiva con las competencias de Bomberos, Policía Local y Protección Civil que hasta ahora compartía con ella.
Esto es posible porque el jefe del Ejecutivo autonómico, de mutuo acuerdo con la líder socialista, ha hecho una avocación que le está permitida únicamente a él. El artículo 10 del Reglamento del Gobierno y de la administración de la Ciudad lo contempla estrictamente en el inciso i, que fija que entre las atribuciones del presidente, el poder “avocar para sí el conocimiento de un asunto de competencia de alguna de las consejerías si circunstancias de índole técnica, económica, social o jurídica lo hicieren conveniente”.
Hablando claro, Gloria Rojas ni aunque quisiera podría hacer una avocación a favor del presidente. No tiene competencias para ello. Ella no cede las competencias, se las quitan, aunque en este caso ha sido una decisión consensuada y, en mi humilde opinión, Rojas con esta jugada se lleva el gato al agua porque la Policía Local nunca ha sido un asunto menor en Melilla. Quien crea que esto es coser y cantar, se equivoca.
Es un tema complicado, especialmente ahora que el sindicato UGT está en pie de guerra al no cumplirse las expectativas de mejoras salariales pactadas tras la firma de un acuerdo en tiempo de descuento de la legislatura pasada, con el Gobierno de Imbroda que, como todos sabéis, no pudo repetir otro mandato: De Castro dio el cambiazo y dejó al senador popular con la miel en los labios.
Con esta no avocación de Rojas o, para ser exactos, con esta avocación del presidente para hacerse con competencias que compartía con la vicepresidenta, De Castro se queda en exclusiva al frente de los bomberos, los policías locales y Protección Civil. Gloria Rojas se ahorra con esta retirada de competencias un desgaste político que el presidente asume con gusto porque está hecho a la idea de que no va a repetir la próxima legislatura. Quiere profesionalizar la Policía Local y por eso se ha empeñado en traer a un superintendente que, según aseguran desde su círculo más cercano, ya está elegido y no guarda relación alguna con su partido, ni conoce personalmente al presidente de Melilla que, desde ya, es consejero de Seguridad Ciudadana in pectore.
De Castro está convencido de que Imbroda tampoco habría podido cumplir el compromiso salarial adquirido con la Policía Local porque los presupuestos no lo permiten. El anterior Ejecutivo se curó las espaldas con una cláusula que aclaraba que esa subida dependería de la disponibilidad presupuestaria. El problema es que Imbroda no está en el Gobierno sino en la oposición. Así que a él no se le puede reclamar nada. Su jugada ha sido perfecta. De haber continuado en la Asamblea, quizás ahora tendría que hacer encaje de bolillos para mantener a raya a los sindicatos policiales, pero ese papelón lo tiene que interpretar sí o sí el presidente del tripartito.
Para De Castro es importante que la Policía Local empiece a funcionar como la Policía Nacional. O sea, que sea dirigida por un profesional del Cuerpo. Éste, en su opinión, es el primer paso hacia la equiparación. Sin embargo, me temo que ésta no es la equiparación a la que aspiraban los agentes. Yo, que no soy muy avispada en temas sindicales, entiendo que se referían al tema salarial. Ahora tienen que encajar este golpe en las partes nobles.
Desde la Policía Local, la jugada de colocar al frente de la Comisaría de Melilla a una persona ajena a la ciudad, que no conoce la dinámica de este territorio es una metedura de pata porque, para empezar, les dijeron que no habría consejero para ahorrar dinero y sin embargo el superintendente cobrará más que un político.
En segundo lugar, porque al no ser un cargo de confianza, De Castro sólo podrá cesarlo por fuerza mayor y con la anuencia judicial y en tercer lugar porque todos dan por hecho que terminará siendo un mandado y dirá que sí a todo lo que diga el presidente. De esta forma, el único diputado de Cs terminará dirigiendo la Policía Local sin sufrir el desgaste político que se ha sacudido de encima Gloria Rojas. Si sale bien, puede ser una jugada de 10, pero como el superintendente venga subido a la parra se montará un guirigay, que para qué te cuento.
Para saber qué pasará, lo mejor será sentarnos en primera fila con un bol lleno de palomitas. De momento, el presidente se hace con una cartera fuerte, que le da un poco de consistencia a su presencia en el Gobierno ya que la función de coordinador de los consejeros digamos que es más bien floja, teniendo en cuenta que Gloria Rojas y Aberchán van por libre con los suyos.
Si bien De Castro es nuestro representante legal en las citas autonómicas, dentro del tripartito juega en franca desventaja porque es el que menos diputados aporta. Así que su gestión habrá que juzgarla por lo que sea capaz de avanzar en temas de Seguridad Ciudadana. Él promete ser justo. Los agentes que están en oficinas y sin pistolas pueden ir haciéndose a la idea de que perderán complementos. No van a ganar lo mismo que los que se juegan el tipo en la calle. Esto promete.