El Partido Popular de Melilla tiene preparado un documento que enviará a Bruselas para defender desde el europarlamento la entrada de Melilla en la Unión Aduanera. La idea es que la Ciudad conserve ventajas fiscales; de manera que se mantenga el IPSI con algunos matices del IVA.
Sorprende que el PP, después de veinte años en el Gobierno, lance esta propuesta un año después de haber perdido la presidencia de la Ciudad Autónoma. Pero como rectificar es de sabios, vamos a analizar su volantazo.
Imbroda se justifica diciendo que lo hace ahora porque ya no hay comercio atípico. Da por hecho que no lo habrá nunca más. O sea, la propaganda de Marruecos ha calado y se la hemos comprado. Chapó.
¿Qué ventajas puede tener para Melilla entrar en la Unión Aduanera? La primera, en mi opinión, es política. Porque al entrar en la Unión Aduanera, Melilla gana más respaldo como espacio Schengen. Pasaríamos a reforzar nuestra españolidad y nuestra europeidad. Y Marruecos tendría que morderse la lengua a la hora de llamarnos ciudad ocupada. En lugar de mirarnos desde arriba, tendría que empezar a mirar desde abajo y pasar de tutearnos a tratarnos de usted.
El debate en torno a la entrada de Melilla en la Unión Aduanera se basa en tres posibilidades: entrada total, con todas las consecuencias; entrada parcial, como propone Imbroda, y seguir como estamos.
Digamos que esta última opción la descartamos por motivos obvios. Tenemos la lengua tres metros por delante de lo asfixiados que vamos, así que esa alternativa, supongo que ya no es racional. Si quieres que las cosas cambien, haz algo distinto.
Por otra parte, veo improbable que Europa acepte respetarnos ventajas fiscales. Entre otras cosas porque la influencia de España en la Unión es, cuanto menos, cuestionable. Tuvimos nuestro momento en la era Aznar, pero desde entonces se nos ha quedado cara de “lo que usted diga señor”.
Eso, pese a que una parte del rojerío español está convencido de que el bloque sur de Europa (España, Portugal e Italia) ha conseguido en esta crisis global de la Covid-19 una oportunidad para reivindicarse y crearse cosas. Por ejemplo, que se pueden poner los zapatos de la Merkel. Y todos sabemos que reina solo hay una y no es Isabel II.
Segunda opción: entrar a la Unión Aduanera, pero manteniendo ventajas fiscales. Sería, digamos, al estilo de Canarias. O sea, los productos que entran por su puerto se entienden como importaciones, aunque provengan de la península. Pero al mismo tiempo desde el año 2000 tiene autorización de la Comisión Europea para su ZEC (Zona Especial Canaria), que le convierte en un territorio de baja tributación que es, sin dudas, un reclamo para empresas nacionales e internacionales.
De ahí que su impuesto de sociedades sea el más bajo de Europa. Las empresas domiciliadas en Canarias, además, están exentas de tributar por el impuesto de transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados. Aparte, tienen un tributo propio, el Impuesto Indirecto Canario, que sustituye al IVA y que ronda, de media, el 6,5%. Por si no queda claro, es mucho más bajo que el 21% que se paga en la península por muchos productos y servicios.
Entrar en la Unión Aduanera es compatible con seguir siendo un territorio libre de IVA. Sin embargo, tenemos que hacernos una pregunta obligada. ¿Qué podemos ofrecer en esta ciudad para exportar? Uhmm… Estamos hechos a la idea de extender la mano para pedir, pero no tenemos industrias y no creo que vayamos a tenerlas en el corto plazo. No miro más allá porque me ganaría el título de pájaro de mal agüero. Pero ahí lo dejo.
Finalmente, la última opción es entrar en la Unión Aduanera con todas las consecuencias. Y esa es la que, en mi opinión, reforzaría la españolidad de Melilla.
Dejo en el aire la pregunta del millón: ¿por qué no nos subimos en su momento al carro de Canarias? Tiempo hemos tenido. Ahora estamos con la soga al cuello. Vamos tarde.